soledad

HACERNOS AMIGOS DE LA SOLEDAD

 

Leyendo ayer un artículo, del psicólogo Josu Cabodevilla, me encontré con esta frase: “…nadie puede amar, creer, sufrir o morir en nuestro lugar”. Esta frase ha despertado en mí una emoción honda. Lo fundamental de la vida lo hacemos solos, aunque estemos acompañados. De ahí la importancia de saber estar con uno mismo, de comprendernos, de querernos… y eso no se consigue huyendo de lo que sentimos. Hay que parar, estar en silencio, sin hacer nada, escuchando algunos días los lamentos del alma y otros su serena alegría. La soledad tiene el don de conectarnos con nuestra esencia: el amor infinito. Hay que mirarla con buenos ojos. Como la tristeza, el dolor o el miedo, la soledad es más dulce si, en vez de combatirla, la aceptamos. Despacio, sin prisas.
Si con el tiempo nos hacemos amigos de la soledad no nos sentiremos nunca solos.

CREAR LAZOS DE AMOR

 

Cuando muere alguien muy querido, como un hijo, el dolor es inevitable. Cuando murió Ignasi, me propuse vivir ese dolor intensamente. Se había muerto mi hijo y estaba dispuesta a sentir todo lo que antes había intentado esconder, eludir, tapar…Sentir siempre me había dado miedo, con la razón me manejaba más o menos bien, la mente siempre encontraba la manera de “protegerme” de las emociones comprometidas. Tal vez porque presentía mi fragilidad, me recubría de dureza hasta que llegó lo incontrolable y entonces no tuve más remedio que aceptar con humildad que nada está en mis manos, ¿para qué entonces soportar el peso de las armaduras? ¿Para qué intentar defenderme de la vida?Me quedé desnuda, en carne viva y dejé que el dolor me atravesara, sin retenerlo. El dolor duele, pero es mucho peor el miedo a sentirlo. Todos conocemos a hombres y mujeres que han pasado por lo peor y eso no les impide disfrutar de la vida. Al contrario, sus tragedias les han enseñado a valorar las pequeñas cosas y conocen el arte de convertir lo sencillo en extraordinario. Eso, creo, sólo se consigue creando lazos de amor. En las condiciones más adversas todos podemos recurrir al cariño que hemos dado y recibido. Incluso en un orfanato, un niño puede sobrevivir si encuentra la mirada amorosa de una cuidadora y la guarda en su corazón para invocarla en sus noches de soledad. Si nos agarramos al amor –y eso sí está en nuestras manos- las noches oscuras durarán poco.

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