BUENOS AMANTES
Poco a poco, al crecer, vamos cubriéndonos de expectativas, vamos construyendo una manera de ver la vida y esperamos que todo encaje, con nuestra visión, como las piezas de un puzzle, incluida nuestra familia.
Por ejemplo, tenemos una idea de lo que sería la madre o el padre ideal y, a veces, intentamos, a golpe de martillo, que encajen en esa ilusión nuestros padres reales. Es como el burro que corre eternamente detrás de una zanahoria inalcanzable.
Se siente una gran paz cuando amamos a los demás tal como son, sin intentar cambiarles. Cuando dejamos de luchar para que sean o hagan lo que a nosotros nos gustaría, cuando abrimos las manos y soltamos las expectativas.
Cuando más cerca estamos del amor incondicional, más libre y alegre se siente el alma, la nuestra y la del ser amado y es más fácil que se diluyan los malentendidos, que crezca el respeto y el placer de compartir, de acompañarnos, de estar juntos.
Los demás son como son y tiene mucha gracia que así sea. Lo mismo ocurre con la vida. Va a su aire, es imposible controlarla, enmarcarla, enjaularla. La vida es libre por definición. Aceptarla tal como es crea armonía, nos serena, nos convierte en buenos amantes.
Maria Merce Castro Puig
LIBROS:
«VOLVER A VIVIR»
«PALABRAS QUE CONSUELAN»
«DULCES DESTELLOS DE LUZ
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¿NO PUEDES MÁS?
RECONCILIARNOS CON LA VIDA
De repente viene un golpe seco; un accidente, un diagnóstico irreversible, una mala noticia… y todo lo que nos parecía sólido se desvanece. Nos quedamos con la sensación de andar a ciegas, sin agarraderas, con el corazón tiritando.
Durante los primeros tiempos de un gran duelo, bastante hacemos con levantarnos de la cama y no sucumbir al desespero, a la rabia, a la locura…
La aceptación no llega de un día para otro. Si nos quedemos quietos, resignados, abrazados al dolor perpetuo, cerramos las puertas a darle un nuevo sentido a la vida. Y perdemos la oportunidad de salir fortalecidos.
Volvemos a la vida despacio, agradeciendo los momentos de calma, los tenues destellos de alegría, la capacidad de andar, de respirar, de recibir o dar un abrazo. Apaciguamos el alma viendo en la sencillez de lo cotidiano un regalo.
Nos reconciliamos de la mano de la amabilidad, de las palabras cariñosas, de las miradas de aprobación, de la ternura y el respeto hacia nosotras mismas. Así, poco a poco, vamos ganando fuerza, sintiéndonos cada vez más cerca del amor de los que han partido.
Y un día nos damos cuenta que en nosotras está crear momentos felices, independientemente de lo que n
AMPLIAR LA MIRADA
Cuando era pequeña y la oscuridad de la noche me asustaba, no llamaba a mi madre, sabía que ella estaba cansada, me refugiaba en la oración: “cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan”. Me repetía la frase hasta que notaba su presencia, su custodia y, ya a salvo, me entregaba, con suavidad, al sueño.
De mayor, la oscuridad ha sido el más inofensivo de mis miedos. Cuando me siento aterrorizada, cuando el miedo a sentir dolor me paraliza se que tengo que cambiar la mirada. Pase lo que pase fuera, puedo verlo con cariño o con temor, soy yo mi ángel de la guarda, mi parte sabia forma parte de mi, solo tengo que invocarla.
Cuando estoy entre dos aguas sé que la salida, para darle la vuelta a lo que sea que me mantiene angustiada, es parar y escuchar, con ternura, el ruido que hay en mi interior. Mientras, pido ayuda a mis guías y me limito a hacer grande lo bonito que hay a mi alrededor. La amabilidad, el agradecimiento, el perdón y la bondad hacia mi misma, la belleza de un árbol, de una nube, de la luz que cubre de dorado, al atardecer, la pared de la estancia, obran milagros. Eso es lo que me ayuda a mi a ver el lado más alegre de lo que antes me tenía tan preocupaba.
Cada vez que se me olvida y la mente insiste en mostrarme el drama, vuelvo a tomar consciencia de que la elección está en mis manos. Siempre puedo elegir ampliar la mirada.
HAY UN MUNDO POR DESCUBRIR
Probablemente ahora el dolor te ahoga, tu realidad ha estallado en mil pedazos y tienes miedo. Así comienzan los grandes duelos, esos que nos dejan a años luz de lo conocido.
Han saltado por los aires tus falsos amarres y, por eso, aunque no lo creas, se vislumbra ante ti la maravillosa posibilidad de conectar con la fuente, contigo misma, con la esencia.
No busques fuera, el camino que te conducirá a la otra orilla se encuentra dentro de ti. Eres tú la única que puede iluminar con dulzura tu lado oscuro.
Abre tu corazón y deja que las buenas personas te sostengan cuando desfallezcas. Déjate envolver por lo que sientes. No te resistas al dolor, tan solo atraviésalo agradeciendo su poder transformador. No vas a volverte loca. No.
Vas a explorar otros lados de la vida, vas a despojarte de creencias caducas, de memorias familiares antiguas que, en su momento quizá fueron útiles pero ya no lo son, no te sirven.
No traicionas a nadie ni a nada si decides ampliar, con amor, tu mirada. ¡Hay tanto por hacer y es tan necesario contribuir, con cariño, a crear entre todos un mundo mejor!
No se trata de sumar nuevas responsabilidades, al contrario, deshazte de los “deberías”, a partir de ahora olvídate del “deber” y empieza el día con la ilusión de sentir destellos del placer. Recuerda la ilusión de los días felices de cuando eras niña.
Tal vez estés triste, resentida o amargada o todo a la vez, pero si sigues creyendo que la vida o quien sea te trata mal, vas a sumar un calvario a la ya de por sí difícil travesía del duelo.
Hay otros mundos más alegres y tus seres queridos muertos soplan las velas de tu barca para que arribes a buen puerto y los reencuentres.
En el fondo sabes que solo el amor merece la pena. No importa que lo olvides a menudo ellos, los que ya no está aquí, siguen y estarán siempre en tu corazón para recordártelo. El Universo entero conspira a tu favor, dalo por hecho.
Para encauzar el rumbo tienes el perdón, la gratitud, la amabilidad, la belleza del amanecer, del atardecer, del cielo nublado, del mar, de los árboles, de las miradas inocentes y traviesas de los niños, la música, la escritura, la pintura, el placer de crear hogar cocinando si te gusta, las caricias, los abrazos, las sonrisas, tu valentía aunque tengas miedo, la paciencia contigo misma… No te quedes con lo malo, simplemente acúnalo con suavidad hasta que se desvanezca. ¡Hay tanto bueno por descubrir!
ACOMPÁÑATE CON DULZURA
En mis días más claros, puedo estar triste y contenta, infinitamente cansada y feliz, acelerada y en paz.
En esos momentos de lucidez, doy la mano con suavidad a las dudas, los temores, las mil y una emociones que guardo muy adentro, a la fatiga de siglos de dolor y desencuentros…
En esos momentos de lucidez, con dulzura, me acompaño y sé, con certeza, que estoy, dónde tengo que estar: conmigo misma y sin censura.
En esos momentos de lucidez es como si se hubiese rasgado un velo y, detrás, surgen destellos de belleza, de compasión, de agradecimiento, de amor.
Es entonces cuando siento que no hay separación entre vivos y muertos, ni entre tu y yo. Todo está en mi. En los días claros el yo desaparece y me convierto en vida.
En esos momentos de lucidez sé que todo pasa, que la vida es de por sí cambiante, que viviré nuevas tempestades, que me encontraré en otros desiertos.
Sí, pero también sé que cuando deje de resistirme y pueda acompañarme con dulzura se rasgará otro velo y otro y así hasta que muera.
DESTELLOS DE LUZ PARA AFRONTAR LA NAVIDAD
TALLER EN BARCELONA
SÁBADO 24 de Noviembre
HORARIO: de 10h a 13:h
INFORMACIÓN E INCRIPCIONES:Tel. 650 98 38 80
mercecastro@mercecastro.com
Cuando en las calles empiezan a poner las luces de Navidad, los corazones en luto se encogen. La imposibilidad de abrazar lo que tanto se añora es abrumadora. Duele respirar.
Son días duros los que se avecinan, lo sé. He pasado muchas navidades en el infierno sin querer salir de la cama, con una piedra inmensa en la boca del estómago. Pero también sé que si me he levantado ha sido porqué el amor es más fuerte que el miedo, lo puede todo.
Las fechas señaladas son desafíos de amor y requieren las mejores galas del alma. Por eso, abro la posibilidad de participar en este taller en el que ofrezco los destellos de luz que a mi me han ayudado a transitar el camino del duelo, a encarar las navidades, y la vida entera, con una actitud más alegre y sosegada.
INFORMACIÓN E INCRIPCIONES:
Tel. 650 98 38 80
mercecastro@mercecastro.com
GRACIAS A ELLOS ESTOY YO AQUÍ
A mi me fascina pensar en las generaciones de hombres y mujeres que me han precedido y han hecho posible que yo esté aquí. Siento un profundo agradecimiento por mis ancestros y no excluyo a ninguno aunque no tengo memoria de ellos. No sé nada de sus vidas, apenas me ha llegado algo de información de mis bisabuelos, aunque muy difusa y seguro sesgada…
Mis abuelos vivieron una guerra, no quiero ni imaginar lo que tuvieron que encarar los de más atrás. En todas las familias ha habido de todo y cada uno ha cumplido su papel, de bueno o malo, para que los demás pudiéramos tomar conciencia y evolucionar. Por eso, porqué sé que con su vida cada uno hace lo que puede, en mis momentos claros, doy un espacio amoroso en mi corazón a los excluidos, a los que, en un arrebato, cruzaron el océano, para huir de sus miedos, dejando a los de aquí huérfanos; a los que bebían de más para intentar apagar el fuego de sus entrañas; a los que se jugaron a las cartas más de lo que tenían, a los que quedaron en vida ausentes de tanto dolor como sentían, a los que murieron fuera de tiempo dejando un inmenso vacío, una gran sensación de desamparo, algunos fueron ricos y otros pobres, hubo canallas y vividores…
A todos les doy un lugar de honor en mi corazón, ¿quién soy yo para juzgar lo que hicieron o dejaron de hacer? Sólo sé que su historia, sea la que sea, mereció la pena, que cada uno, como pudo, pasó un valioso testigo y gracias a la suma de sus esfuerzos, de sus tristezas y anhelos, he podido ser madre y abuela y emocionarme contemplando las estrellas en las noches cálidas de varano y pasear sin prisas por la orilla del mar infinito que tanto quiero. He conocido el dolor y la alegría inmensa del amor. Sé lo que es la tristeza y el placer de ser amada. Gracias a ellos puedo sentir. No traiciono a ninguno, estoy convencida, queriéndolos a todos. No hubo una sola vida que no mereciera la pena. El amor une, nos da fortaleza. Por eso, en mis noches oscuras, sé que su cariño, con dulzura, me sostiene y me ayuda a afrontar la muerte. Qué más da que haga siglos que estén muertos. Son parte de mi y con respeto y ternura los reconozco.
CÓMO ME GUSTAN LOS HOMBRES
MORIR SANOS
Los primeros días de duelo me inundó un vacío infinito por dentro. Me quedé literalmente hueca y, aunque siempre estuve acompañada, recuerdo una soledad inmensa. Que sensación tan extraña es la de salir de la vida y, al mismo tiempo, seguir aparentemente en ella.
El dolor me trajo de vuelta y fue colonizando mi cuerpo, llenando el vacío hasta impregnar cada una de mis células. El llanto profundo, desgarrado me devolvió al mundo, un mundo que me daba vértigo con tan solo asomarme a la ventana.
La muerte de mi hijo dio en la diana. Nada hasta entonces me había herido hasta dejarme de rodillas, desfallecida, absolutamente perdida. Y allí me quedé, en la oscuridad desconsolada, hasta que me rendí, sin condiciones, a lo inevitable y pedí luz, con dulzura a una fuerza más grande.
He tardado años en aceptar que la vida es como es y que el dolor que nos parece insoportable, a menudo, se convierte en la antesala de un nuevo renacer, de una manera de ser más honesta con nosotros mismos, amable y bondadosa. Que solo con amor y perdón nos curamos, que cada uno tiene su tiempo aquí y hasta el último suspiro podemos darle la vuelta al marcador y morir sanos, con la misión cumplida.
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