crisis

LA BENDICIÓN DEL SILENCIO

Cuando la vida nos pone en apuros, entre otras muchas cosas, nos está pidiendo que nos prestemos atención. Para salir de una crisis profunda es necesario emprender un viaje cuyo destino es un cambio de conciencia, por eso se dice que los conflictos grandes suelen ser también grandes oportunidades. El viaje es solitario, aunque contemos con mucha ayuda. Nos enfrentamos a nosotros mismos. Todos llevamos a cuestas miedo, rabia, humillaciones y vergüenza. Todos. Y en diversos momentos de la vida toca poner orden y hablarnos sin palabras a nosotros mismos con franqueza.

Para eso es imprescindible parar y alejarnos de las distracciones. Cuando yo intento hacerlo, mi mente se desborda. Necesito mucho amor y mano izquierda para conmigo misma para, poco a poco, ir dejando salir los pensamientos horrorosos que me asaltan. No soy el miedo, ni el dolor, ni la angustia, ni el fracaso, ni la rabia, aunque estos sentimientos forman parte de mí. Puedo sentirlos, revivirlos prestarles atención y, con mucho mimo, mecerlos hasta dejarlos tranquilos, como bebés dormidos, en mi corazón.

Entonces la mente aliviada descansa, se siente comprendida y me permite acercarme a todo lo bueno que hay en mi vida. Yo no soy el ruido ensordecedor que encierra el silencio cuando estoy callada. Eso lo sé, he podido comprobarlo. También sé que cuando mi intención es amorosa y no me refugio en la pena, o en la culpa ni me juzgo, se enciende en mi interior una luz que me guía. Florece la sabiduría, el sentido común, la armonía y lo que ayer era un muro infranqueable lo paso con un saltito que puede dar hasta un niño. Antes de arrojar la toalla hay que recurrir siempre al silencio. Él es el guardian de las puertas del alma.

HABLAR Y ESCUCHAR CON EL CORAZÓN

Suele decirse que las crisis muy profundas, como el duelo por la muerte de un ser muy querido, pueden ser una gran oportunidad de crecimiento espiritual, de conexión con nuestro yo más profundo, con la Fuente que emana amor, confianza, serenidad…

Sí, ¿pero cómo se llega a transformar el dolor, la angustia y la incertidumbre en sabiduría?¿Cuál es el camino? Hay muchos puentes que nos permiten cruzar a la otra orilla. Uno de ellos es aprender a hablar y a escuchar con el corazón. Cuando hablamos de lo que sentimos sin miedo a lo que los demás piensen de nosotros, sin ideas preconcebidas, ni ansias de agradar o convencer establecemos una comunicación amorosa que llega al corazón de los demás.

A mi me gusta imaginar cuando hablo con alguien que de mi corazón surge una luz que enciende el corazón del otro y se establece así, unidos por ese rayo luminoso, un diálogo de alma a alma que me da paz. Intento sentir lo que digo y frenar mi mente impaciente, que siempre va más deprisa que mis palabras como si no tuviera tiempo de conversar.

Pero para llegar a la otra orilla no solo hay que hablar, también es necesario escuchar con el corazón. ¡Qué difícil es eso! Requiere muchapaciencia y humildad; no interrumpir ni acabar las frases del otro, deshacernos del apego al tiempo y ofrecérselo con atención, escucharlo de verdad, con los cinco sentidos, sin suposiciones ni prejuicios, estando presentes en cuerpo y alma, en vez de tener la mente en mil otros sitios a la vez.

Solo así, hablando y escuchando como si meditáramos, viviendo realmente el momento y con el corazón abierto surge el crecimiento, aprendemos del ser que tenemos delante, avanzamos un pasito más, nos sentimos más unidos a la vida y creamos armonía a nuestro alrededor.

EL DUELO SUPONE UN CAMBIO PROFUNDO

Cuando se atraviesa una crisis existencial inmensa como la que supone la muerte de un hijo, un hermano o cualquier otro ser al que amamos con locura nos enfrentamos a un cambio personal profundo. Cada uno de nuestros hábitos, de nuestros pensamientos, de nuestras creencias, incluso de nuestras células están ligados a este ser que ya no vemos, no oímos, no podemos abrazar…Eso provoca un dolor agudo, insoportable. Nuestros proyectos de futuro se desvanecen y debajo de nuestros pies asoma el vacío. De repente no hay camino, solo dolor. Los primeros meses yo necesité parar, llorar, sentir… Y lo he ido necesitando, en mayor o menor intensidad, muchas veces más durante estos 13 años.

El duelo supone un cambio íntimo y exige una transformación grande. El proceso es lento, casi imperceptible, como todos los movimientos del alma, y nada tiene que ver con lo externo. Por sí solo de poco sirve mudarse de casa o de país, por decir algo. La clave, lo que nos permitirá ver la luz después del túnel, reside en nuestro interior. Hay que ir atravesando capas de rencores antiguos, de angustias heredadas, de abandonos y desesperos hasta dejar al descubierto el amor y la confianza. La travesía hacia uno mismo es una aventura que produce temor, pero no hay alternativa. Lo demás nos deja atrapados en la vida de antes, en un laberinto imposible de sufrimiento. Si decidimos seguir adelante, tendremos que pasar muchos ratos con nosotros mismos en silencio, sin distracciones, curando nuestras heridas. El camino del duelo es solitario pero, si estamos atentos, aparecerán personas y situaciones que nos pueden echar una mano, como sucede en los cuentos de los príncipes que recorren bosques encantados. Si matamos al dragón, si enfrentamos nuestros miedos, podremos volver a la vida sintiendo el amor que nos une para siempre a nuestro ser querido muerto. No importa el tiempo que tardemos en conseguirlo ni las veces que caigamos en el intento. Tenemos una vida y encontrarle sentido es una buena manera de vivirla.

GANAR Y PERDER

 

Estoy leyendo otro libro de la Dra. Elisabeth Lukas, “Ganar y peder” y, aunque todavía no lo he terminado, me hace ilusión compartir algunas frases y párrafos que han resonado en mi corazón:

-…La vida nos sumerge en luces y sombras, nos despierta de día y nos adormece de noche. Desde que nacemos hasta que morimos, el dolor se alterna con la alegría y el fracaso sucede al éxito con la misma intermitencia que las mareas bañan las costas. Lo que la pleamar del destino arrastra hacia nosotros, nos lo vuelve a arrebatar la bajamar de la transitoriedad. Todo llega pero nada se queda. Hasta las crisis, resueltas o no, pasan, y si al llegar se antojan abrumadoras, con el tiempo parecen despreciablemente pequeñas…

-…La ayuda exterior solo alcanza hasta cierto punto, porque cuando uno se encierra en sí mismo, nada ni nadie podrá ayudarle…

-…La persona que se marca objetivos personales se está orientando hacia el futuro en el que le gustaría influir. Se ha fijado un deber y trabaja en su ejecución. Y si, aparte de confiar en sus propias fuerzas, se pone manos a la obra con una buena dosis de confianza en Dios, estará doblemente protegida. Ni siquiera el fracaso o la no consecución de sus objetivos la deprimirá totalmente o la desequilibrará…

-…Lo importante no son los beneficios o las pérdidas que la vida nos regala en toda su complejidad, sino nuestra capacidad para percibir un sentido en todas las situaciones…

-…Para avanzar hay que dejar cosas atrás; para renovarse, hay que despedirser…

-…Un acto propio no necesita reconocimiento exterior cuando uno mismo es capaz de aplaudirlo…

-…Lo que la vida nos brinda siempre es transitorio. Hay que aceptarlo siendo completamente conscientes de su valor y su carácter obsequioso; hay que darle forma con responsabilidad y cuidado, y hay que abandonarlo para siempre sintiéndonos serenamente alegres por su existencia y por haber formado parte de nuestra biografía. Porque nunca nada ni nadie podrá eliminar nada de lo que nos ha pasado en nuestras vidas, ni siquiere la muerte…

-…Lo que impide actuar a las personas más miedosas es una falta de seguridad interior, y esa seguridad interior se basa únicamente en el principio de la esperanza, es decir, en que la situación nueva que nos toca vivir se podrá superar y la estructura ajena que hay que armar resistirá. Sin una “cuerda de seguridad” interior como ésta, cualquier intento de abandonar lo antiguo se convierte en una caída libre al vacío…

-…Saber vivir es abandonar lo amado conservando el amor.

-…El presente es el área de un periodo nuevo de la vida con unas posibilidades de sentido ocultas que hay que explorar. Para descubrirlas, será necesario abandonar todo lo que ya ha desempeñado su sentido. Abandonar es difícil, y mucho más para las personas temerosas o inseguras, pero para superar umbrales hay que abandonar cosas, y si existe una fuerza más poderosa que el miedo, esa fuerza es el amor…

-…Saber vivir es abrirse a todas las cosas nuevas que nos ofrece la vida.

-…Saber vivir es transmitir y repartir la suerte que la vida nos brinda.

-…La muerte no detenta ningún poder sobre el pasado de nuestras vidas ni puede adueñarse de nuestras biografías. La muerte no puede cambiar nuestra historia personal, ni deshacer lo vivido, ni hurtar nada de la verdad eterna… La palabra amable que en su día pronunciaron nuestros labios seguirá formando parte de nuestra vida, sin verse alterada en cu cualidad de “amable” y en su identidad de “pronunciada”, de la misma manera que seguirá existiendo la palabra desagradable u omitida…

-…La muerte nunca podrá expedir de la verdad el más mínimo “soplo” de amor recibido o regalado. Todo lo que sucede es “vinculante”, de una vez para siempre…

CÓMO COMUNICAR A UN NIÑO LA MUERTE DE UN SER QUERIDO

 

Cuando se trata de anunciar la muerte de un ser querido hay que actuar con sinceridad, de nada sirven las mentiras piadoras ni las verdades a medias. Al contrario, cualquier falsa esperanza resulta demoledora. Hay que hablar al niño con cariño y palabras sencillas, exponiendo los hechos tal como son y confiar en que, por muy grande que sea su dolor, sabremos ayudarle. Los niños perciben la gravedad de las situaciones, aunque los adultos intenten disimular. Si se les mantiene al margen, aunque sea con la intención de protegerles, todavía sufren más. El primer contacto con la muerte de alguien que amamos produce, inevitablemente, una herida profunda, pero como todas las grandes crisis también proporciona la posibilidad de aprender a apreciar la esencia de lo realmente importante: el amor.

Distintas formas de decirlo

En función de las creencias familiares es posible abordar la muerte de un modo u otro:

.Creencia espiritual. El cuerpo deja de extir, pero el alma o la energía de la persona vive eternamente. Se le puede explicar al niño que el proceso de morir es parecido al que tiene lugar cuando los gusanos de seda dejan de serlo para convertirse en mariposas. Las personas vuelan hacia el cielo y entran en otra dimensión. Siguen existiendo, aunque no podamos verlas, y se convierten en ángeles de la guarda de los niños a quienes quieren.

.Familia agnóstica. Se le puede explicar al niño que el amor que esta persona ha dejado permanece en el corazón de los que le aman. Se trata de un «tesoro» al que se puede recurrir siempre que se esté triste. Estos recuerdos y pensamientos amorosos, con el tiempo, tienen el poder de transformar la tristeza en alegría y la añoranza en un entrañable sentimiento de compañerismo y solidaridad.

Reacciones habituales

.No creen lo sucedido. Igual que les ocurre a los adultos, al principio predomina la incredulidad. Aceptar la muerte requiere un tiempo, la reacción inmediata es negarla. En esta fase de confusión es posible que pregunten, al cabo de un rato de explicarles lo sucedido, cuándo volverá la persona muerta. Nunca hay que mentirles, porque eso poduce mucha más ansiedad.

.Estan enfadados y agresivos. Es normal sentir un gran sentimiento de injusticia y al mismo tiempo de frustración. Esto provoca mucha rabia, que cada niño demostrará a su manera y según su edad. Pueden aumentar las rabietas, las peleas en la escuela o los insultos o los portazos en casa.

.Se sienten culpables. En algún momento es fácil que piensen que lo sucedido es culpa suya porque un día hicieron algo indebido o dirigieron un mal pensamiento hacia la persona que ahora se ha ido. Con el paso del tiempo, cuando empiecen a desvanecerse en su mente sus rasgos físicos, pueden pensar que la traicionan y sentirse doblemente culpables.

Así viven el duelo

.Lloran y juegan. Los niños y los adolescentes encaran el duelo de otra forma que los adultos. Lloran un rato, no muy largo y después tienen la capacidad de volver a reír y continuar con sus actividades habituales.

.En la escuela. Fuera del contexto familiar suelen actuar como si nada hubiese pasado y con sus compañeros no acostumbran a hablar de lo sucedido, en grupo intentan mantener una actitud de normalidad, aunque por dentro lo estén pasando mal.

Qué pueden hacer los padres

Intentar que expresen sus sentimientos. Para estimularles a que los exterioricen hay que preguntarles cómo se sienten, en vez de cómo estan. Aunque no lo parezca, existe un gran diferencia entre estar y sentir. Se puede estar más o menos bien o mal, pero uno se puede sentir de muy diversas formas. Contestar a cómo nos sentimos da pie a hablar largo y tendido, que es precisamente lo que conviene durante el duelo.

Dejar que vayan al funeral. Los ritos, sean religiosos o no ayudan a familiarizarse con el proceso de la muerte. Despedirse es importante para iniciar un buen duelo y asumir que la pérdida forma parte de la vida. Pensar que si no asisten sufrirán menos es un error. Cuanta más carga emocional se pueda sacar en el funeral, mejor. En este caso la frase «ojos que no ven, corazón que no siente» no sirve. Precisamente el proceso de curación pasa por sentir y por aceptar lo que se siente, por muy desagradable que sea.

.Hablar de la persona muerta con naturalidad. Cuando muere alguien muy cercano -un padre, un hermano, un abuelo o un amigo del alma- de repente dejar de nombrarle resulta tremendamente doloroso. A los familiares o personas muy queridas muertas hay que seguir dejándoles un espacio en el clan familiar. Si no se hace así la herida nunca se cura del todo.

.No evadir el tema de la muerte. No es fácil para los padres responder a las inquietudes que genera en un hijo la muerte, pero es preciso no eludir el tema y contestar con sinderidad. Pedir orientación a un especialista (psicólogo, asistente social, sacerdote, terapeuta…) puede resultar de gran ayuda.

.Manifestar apoyo abiertamente. No sólo se trata de mantener una actitud respetuosa ante el dolor que siente el otro, sino de expresar, verbalmente y con mimos y caricias, nuestro cariño. Siempre es bueno sentirase querido, pero en los momentos difíciles mucho más.

Pedir ayuda a un especialista sí…

.Antes sacaba buenas notas y ahora sus resultados académicos son desfavorables.

.En la escuela tiene una actitud muy rebelde o destructiva.

.Está persistentemente nervioso o le cuesta conciliar el sueño.

.La tristeza por la muerte del ser querido desencadena en él un cambio de carácter; se muestra especialmente reservado o deja de hacer lo que antes hacía con entusiasmo.

.Adopta una actitud temeraria, como si quisiera transmitir que su vida no le importa.

.Ha engordado mucho o ha perdido peso en poco tiempo.

.Intenta estar en casa el menor tiempo posible y no explica nada de lo que le sucede.

Buenas vías de escape

.Practicar un arte marcial. Va bien para liberar tensión.

.Aprender a relajarse. El yoda o el tai-chi reducen la ansiedad

.Apuntarse a alguna actividad cultural. Enriquecer el espíritu siempre reconforta.

.Realizar algún viaje. Ver otras realidades ayuda a relativizar.

.Practicar algún deporte. El ejercicio físico favorece el buen humor.

.Escribir un diario. Expresar los sentimientos ordena la mente.

*Este artículo lo escribí para una enciclopedia de Círculo de Lectores hace algunos años.

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