CREAR ARMONÍA

LA BRÚJULA EMOCIONAL

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Virgínia Villarroya, periodista del primer canal online de crecimiento personal, me ha hecho una entrevista a raíz de la publicación de mi nuevo libro Palabras que consuelan.

 

 

Me hace ilusión compartirla con vosotros, compañeros en este viaje que nos lleva a trascender el duelo y amar de nuevo la vida, con la intención de recuperar la alegría, aunque parezca una misión imposible .

 

 

Se emite durante esta  semana todos los días a las 9h de la mañana, a las 17h de la tarde y a las 12h. de la medianoche. El enlace es www.brujulaemocionalfm.com

Un abrazo grande para todos

PALABRAS DE AMOR

 

 

patitos Son BouHubo un día en que emitimos el primer sonido con sentido, la primera palabra y el rostro de nuestra madre se inundó de alegría. ¡Cuánta emoción contenían y despertaban aquellos balbuceos! Las palabras, que ahora pronunciamos como si nada, siguen teniendo un poder inmenso! Este poder, según lo que digamos o escuchemos, consuela o hiere.

Cuando los sentimientos o pensamientos se dicen en voz alta la vibración del sonido atraviesa cada célula y llega hasta el alma. Si hacemos memoria, es fácil recordar palabras que oímos de pequeños que llevamos clavadas, como puñales, en lo más hondo de nuestros corazones. Suelen ser palabras, tal vez dichas a la ligera, pero que encierran desaprobación, reproches, disgustos, enfado, desamor… Sí, las palabras pueden herir y también pueden curar. Cada palabra de amor es una victoria de la vida.

 

 

Propongo que juntemos todas las palabras que nos duelen (“esta niña no sirve para eso”, “nunca será tan guapa, tan inteligente, tan valiente como…” “su madre ha sufrido mucho con ella”, “va a ser una infeliz”, los ejemplos son infinitos y encierran también sentencias personales cotidianas del tipo: “no voy a poder”, esto es demasiado difícil” “para eso soy una negada”, “no tengo talento”… etc, etc.) una vez juntas todas esas palabras las envolvemos con la fantástica fuerza del perdón y las liberamos, las entregamos a la madre Tierra para que las recicle, o al agua, para que las disuelva, da igual, las dejamos ir y nos centramos en crear y decir en alto palabras amorosas.

 

 

Las palabras de amor producen bienestar y alegría, nos consuelan, nos arrullan, nos liberan. Las palabras de amor crean belleza, armonía, paz. ¿Por qué no darnos permiso para hablarnos con cariño a nosotros mismos y a los demás? ¿Por qué no dar las gracias por lo que la vida nos ha dado, aunque haya sido por un tiempo limitado? ¿por qué no decir te amo a las personas que queremos?, ¿por qué no nombrar alto y fuerte el lado bueno de nuestros amigos y el nuestro?

 

No es fácil cambiar hábitos, pero es posible. Vamos a intentarlo. En vez de quejarnos en voz alta, de juzgarnos, de lamentarnos, cada día podemos decir algunas palabras sencillas y bonitas, algunas palabras de amor y permitir que su magia disuelva nuestros miedos y nos calme. Ahora, de mayores, podemos también escuchar con cariño y sosiego, incluso aquello que nos resulta difícil oír.

LAS DIOSAS DE CADA MUJER

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Cada una de nosotras lleva en su interior los arquetipos de las Diosas Mitológicas: Atenea, Artemisa, Hestia, Deméter, Perséfore, Hera y Afrodita. Pero pocas mujeres sabemos utilizar su poder y sabiduría para hacer fácil y agradable nuestro día a día y fluir en armonía con la vida. Para incorporar sus preciosos dones hay que conocerlas y trascender su parte oscura.

 

Por eso, Amelia Bernasconi y yo, hemos preparado un taller para descubrir juntas cuál de las Diosas nos domina o nos tiene secuestradas, sentir el poder de las demás y aprender a incorporarlas a nuestra vida cotidiana para poder relacionarnos con nosotras mismas y con nuestro entorno (pareja, hijos, familia, amigos, jefes, compañeros de trabajo…) sin conflictos, ni renuncias, dando prioridad al amor y al bienestar.
Si mantenemos una relación consciente con uno o varios arquetipos que nos mantienen en nuestro centro, y nos aportan claridad y certeza, seremos más auténticas y entraremos en una dimensión sagrada de nuestra vida.

 

Cuando Atenea coge el control, por ejemplo, nos impulsa a obtener grandes logros, pero si lo retiene durante mucho tiempo es posible que nos impida mantener una buena relación con nuestra madre o, incluso, que dificulte la conexión con nuestras emociones y sentimientos.

 

Artemisa nos da fuerza, nos ayuda a poner límites y a ser independientes, pero como no le gustan los hombres, si le damos el poder absoluto nos será difícil encontrar pareja y formar una familia.

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Hestia nos permite vivir en nuestro centro, nos enseña a mantener siempre encendido el calor de nuestro hogar y, al mismo tiempo, a disfrutar de la soledad. Cuando invocamos a Hestia desde nuestro interior irradiamos amor y podemos sentir placer incluso al ordenar un armario, porque con ella todo lo que hacemos se convierte en una agradable meditación. Pero  si no deja lugar a las otras diosas podemos entrar en pánico a la hora de buscar trabajo y dejar la seguridad de nuestro hogar.

 

Perséfone puede ser nuestra mejor guía en tiempos difíciles, capaz de levantarnos de la más severa crisis, pero también nos puede encerrar eternamente en el papel de mujer dependiente tanto del dolor, como de una madre dominante.

 

Deméter nos concede la sabiduría, puede conducirnos al cielo a través de la maternidad, ayudarnos a ser la mejor de las anfitrionas, pero si no trascendemos sus miedos impedirá que nuestros hijos vuelen por sí mismos. Los retendremos inconscientemente, aunque estén muertos, en vez de dejarlos seguir su camino en libertad.

 

Hera puede otorgarnos un marido brillante y convertirnos en la esposa perfecta, pero si su presencia es demasiado constante tal vez acabemos amargadas, muertas de celos y tal vez solas.

 

Con Afrodita seremos inmensamente creativas, nos convertirá en auténticas diosas. De nuestro interior brotará la más exquisita sensualidad y disfrutaremos con libertad del placer de vivir.

 

 
Afrodita reina por encima de las otras diosas y cuando el arquetipo está bien incorporado nos sentimos en paz y felices, pero cuando Afrodita nos ciega, y no tenemos en cuenta la repercusión de nuestras acciones ni a los demás, nos puede llevar de un fracaso sentimental a otro y, en el mejor de los casos, dejar en números rojos nuestra cuenta corriente.

 

 

AMELIA BERNASCONI Y MERCÈ CASTRO

SÁBADO 22 DE JUNIO

HORARIO: 10:00 a 14:00 y de 15:00 a 19h.

LUGAR: CENTRO ITACA.
Consell de Cent, 254, 1º, 2ª

INSCRIPCIONES: MERCÈ     650 98 38 80

AMELIA    628 14 44 06

APORTACIÓN: 75 euros

AGRADECER LO QUE TENEMOS

 

Con qué facilidad se nos olvida que todo lo que tenemos aquí es temporal, incluidos nosotros mismos y cada una de las personas que queremos. Si pudieramos alejarnos del ajetreo del día a día, del malestar de los desencuentros, del dolor de las penas y nos tomáramos un tiempo amoroso y reposado para admirar lo bueno que hay a nuestro alrededor, nos sorprendería lo inmensamente afortunados que somos.

A menudo estamos junto a nuestros hijos, pareja, padres y amigos casi sin verlos, porque la mente no para y siempre encuentra excusas para reclamar nuestra atención con preocupaciones y distraernos de la hermosura de la vida, de la calidez del amor que nos brindan a diario las personas que están aquí y nos quieren.

No esperemos a que nadie se vaya para echarlo de menos y considerarlo un regalo, no esperemos a tener los días contados para disfrutar de los colores del otoño, las brisas de primavera, el calorcito del sol en invierno, la dulzura del agua del mar en verano, el conford de los abrazos…     

IMAGÍNATE QUE ERES FELIZ

Imagínate que tus seres queridos que han partido están bien.

Imagínate que sientes su profundo amor y su energía dentro de ti.

 

Imagínate que eres capaz de sentir alegría y que esa alegría a él o ella le reconforta.

 

Imagínate que nadie te ha quitado nada, que simplemente su tiempo aquí era limitado, como el tuyo, como el de todos.

 

Imagínate que su amor es incondicional.

 

Imagínate que tu bienestar favorece el suyo. Que él o ella quieren lo mejor para ti.

 

Imagínate que no tienes miedo de expresar tus sueños.

 Imagínate que no tienes miedo a ser juzgado por los demás.

 Imagínate que vives sin juzgar a los demás.

 Imagínate que vives sin el miedo de amar y no ser correspondido.

 Imagínate que vives sin el mielo a explorar la vida, aunque te equivoques.

 Imagínate que te amas tal como eres.

 Imagínate todo eso hasta convertirlo en realidad.

 

 

 

CREATIVIDAD

 

 

Todos somos artistas porque tenemos la capacidad de crear nuestra propia vida, que es la máxima expresión de la crea-ti-vidad (crea-tu-vida). A partir de hoy podemos imaginar, sin límites, cómo queremos que sea nuestra existencia. Si queremos abundancia, paz, amor, y armonía en nuestros corazones y a nuestro alrededor tendremos que ir  plantando las semillas que producen estos frutos, cuidarlas y eliminar las malas hierbas (creencias, apegos, programas, emociones reprimidas, juicios y prejuicios…) que dificultan la obtención de una buena cosecha.

Para cambiar hábitos y plantar las nuevas semillas y protegerlas de vientos y tempestades podemos recurrir a un sinfín de terapias (yoga, tai-chi, técnica metamórfica, ho’oponopono, constelaciones familiares…) y, claro, a hacer cada día algo, por pequeñito que sea, que realmente nos guste, hay muchas formas de mimarse, cada uno es libre de elegir la suya.
Si hemos preparado bien la tierra, hablando con sinceridad con nosotros mismos (cómo nos sentimos, qué queremos) sin casi darnos cuenta estaremos ya recogiendo frutos.

LAS RUPTURAS DE PAREJA Y EL DUELO

 

 

Algunos padres me escriben preocupados porque su vida de pareja se tambalea o se rompe. ¿Puede la muerte de un hijo ser la causa de una separación?

 

A mi me parece que en algunos casos la muerte de un hijo puede ser el detonante de un distanciamiento entre los padres, sí, sobre todo si ya existía antes cierta incomodidad en la relación. Si uno de los dos se sentía de algún modo solo, desvalorado o maltratado es muy posible que el duelo active la energía necesaria para acelerar la ruptura.

 

Tal vez ese malestar estuviera en fase latente y nunca se hubiera verbalizado, incluso que habitara solo en el inconsciente de uno de los dos y el otro estuviera ciego a ese desasosiego subterráneo. Es posible. Y si no hubiese sucedido nada tan grave, así, entre dos aguas, hubiese podido continuar la relación durante años, pero el duelo sacude los cimientos del alma, rompe máscaras, arranca vendas de los ojos y nos enfrenta a nosotros mismos y a todo lo que percibimos como bueno o malo en nuestras vidas.

La verdad es que el dolor nos deja sin fuerzas para mantener las relaciones que pesan, al menos de la misma forma que las manteníamos antes. Todo lo que no es esencial se tambalea y descubrimos que lo único esencial para vivir es el amor.
El desencuentro se hace más grande si uno de los dos se encierra en el dolor y se resiste a soltar lastre, si se ve incapaz de mirar de cara a sus propios miedos y emprender un camino de crecimiento personal que le ayude a evolucionar, a salir del túnel y ver la luz.
A menudo las personas que queremos nos acompañan un tramo de nuestra vida, no tiene porqué ser la vida entera, pero no por eso son menos esenciales.
Si en vez de buscar culpables aceptamos la realidad tal como es, si en vez de acumular rabia y rencor tenemos la valentía de dejar ir lo que ya no sirve por más que nos duela, estaremos creando para nosotros y para nuestros seres queridos una vida mejor. Incluso, aunque no es frecuente, algunas personas que han roto y se han permitido con respeto crecer cada una por su lado, al cabo de los años han vuelto a vivir juntas. Todo es posible si anteponemos el amor en mayúsculas al miedo.

ISABEL ALLENDE

Una amiga me ha enviado este vídeo de la escritora Isabel Allende. Esta mujer, que ha vivido la muerte de una hija, tiene el amor y la fuerza para intentar construir un mundo mejor. Todas podemos ser Isabel Allende, por nosotras, por nuestros hijos, por todos los hombres y mujeres a los que queremos.
Fantástico, no dejéis de verlo hasta el final…

MIRAR CON CARIÑO A LA RABIA

 

He pasado las navidades resfriada como una sopa, pero he compartido la mesa con las personas que quiero. Su cariño ha sostenido mi alma.
Por la noche del 26, la que partió Ignasi hace 13 años, al acostarme vino a visitarme el horror que viví aquel día. Los recuerdos acudieron envueltos en rabia. ¡Qué potente es esta emoción! Surge de mi interior con una fuerza grande y si me resisto crece con un estallido incontrolable. Es la emoción que menos me he permitido sentir desde niña y se siente despreciada, por eso este año al verla venir no he querido ignorarla. Es tan humana como cualquier otra, forma parte de mi y por eso, en la cama, desvelada, intenté abrazarla y acunarla hasta que pude dejarla tranquila y sosegada en mi corazón. Me costó porque mi primera reacción es juzgarla y al juzgarla a ella me estoy juzgando a mi misma y eso me lleva a una espiral de angustia desbocada. Lo sé, por eso recurro al amor y me perdono y me permito sentir lo que siento y, entonces, la rabia se calma.

Es curioso, primero nos retamos con la mirada, como enemigas y el mundo se convierte en un lugar inhóspito. Tomo conciencia y me aparto, la miro con distancia, la reconozco y la nombro: “Eres la rabia”. Ella está alerta, desconfiada, preparada para el ataque y sigue así hasta que soy capaz de mirarla con cariño. Mantenemos un diálogo silencioso y cuando se da cuenta que no la rechazo, que reconozco su valor, que la considero válida, la furia desaparece y el mundo recobra luz y armonía y vuelve a ser amoroso.

HABLAR Y ESCUCHAR CON EL CORAZÓN

Suele decirse que las crisis muy profundas, como el duelo por la muerte de un ser muy querido, pueden ser una gran oportunidad de crecimiento espiritual, de conexión con nuestro yo más profundo, con la Fuente que emana amor, confianza, serenidad…

Sí, ¿pero cómo se llega a transformar el dolor, la angustia y la incertidumbre en sabiduría?¿Cuál es el camino? Hay muchos puentes que nos permiten cruzar a la otra orilla. Uno de ellos es aprender a hablar y a escuchar con el corazón. Cuando hablamos de lo que sentimos sin miedo a lo que los demás piensen de nosotros, sin ideas preconcebidas, ni ansias de agradar o convencer establecemos una comunicación amorosa que llega al corazón de los demás.

A mi me gusta imaginar cuando hablo con alguien que de mi corazón surge una luz que enciende el corazón del otro y se establece así, unidos por ese rayo luminoso, un diálogo de alma a alma que me da paz. Intento sentir lo que digo y frenar mi mente impaciente, que siempre va más deprisa que mis palabras como si no tuviera tiempo de conversar.

Pero para llegar a la otra orilla no solo hay que hablar, también es necesario escuchar con el corazón. ¡Qué difícil es eso! Requiere muchapaciencia y humildad; no interrumpir ni acabar las frases del otro, deshacernos del apego al tiempo y ofrecérselo con atención, escucharlo de verdad, con los cinco sentidos, sin suposiciones ni prejuicios, estando presentes en cuerpo y alma, en vez de tener la mente en mil otros sitios a la vez.

Solo así, hablando y escuchando como si meditáramos, viviendo realmente el momento y con el corazón abierto surge el crecimiento, aprendemos del ser que tenemos delante, avanzamos un pasito más, nos sentimos más unidos a la vida y creamos armonía a nuestro alrededor.

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