APRENDIZAJE

GRACIAS

 

Qué agradable sentir la calidez de las personas que, como yo, han vivido o empiezan grandes cambios con la mirada puesta en el cariño.

 

El encuentro de este pasado viernes en Andorra me ha regalado paz y dulzura. Me ha hecho ilusión estar en una escuela, con padres, maestros y psicólogos hablando de la muerte y el duelo para amar más la vida.

 

Gracias al Colegio Sant Ermengol, a Mª Pilar, a Montse, a Rosa, a Paco, a Eloy, a todos los asistentes, aunque no recuerdo vuestros nombres, sí guardo en el alma los abrazos compartidos.    

AHONDAR EN LA TERNURA

 

 

Lo mire por donde lo mire, no encuentro nada más eficaz que el amor para atravesar momentos difíciles.

 

Es verdad que, en ocasiones, la vida nos pone a prueba de forma desgarradora, nos suele dar en la diana de lo que más nos duele y nos hundimos.

No somos santos y, al menos yo, suelo tropezar con la misma piedra unas cuantas veces hasta que me doy cuenta que algo estoy haciendo mal.

 

Generalmente, lo que ocurre es que me he dejado llevar por la envidia, el desaire, los celos o me he puesto en un lugar que no me corresponde. Casi siempre el origen tiene que ver con no soltar algún prejuicio o creencia que me limita, me confunde, me aleja de disfrutar de la calidez del cariño.

 

Es más fácil dar la culpa a otros, a una situación compleja, a la propia vida, antes de mirar hacia dentro e intentar ver qué nos puede ayudar a hacer las paces, a liberarnos, a cambiar nuestra actitud ante lo que sea.

 

Agarrarse a la ira, la rabia o el odio, aunque nos parezca legítimo, solo trae amargura. Estar enfadado siempre con el mundo desgasta mucho.
No vale la pena malgastar así la existencia.

 

 

Todos nos equivocamos, eso nos hace humanos y reconocerlo nos ayuda a rasgar otro velo, a sentirnos cerca de la tranquilidad, del bienestar, de la alegría.

 

Vamos a intentar querernos un poco más y así poder mirar con delicadeza y comprensión a los demás, a lo que nos sucede, aunque no nos guste.

 

Cuánta más ternura desprendemos, más agradable es vivir, menos dramático es todo, más cálido es el recuerdo de los que nos han precedido y los percibimos más cerca, ¿verdad?

 

 

 

CABOS SUELTOS

 

 

Mi relación con la muerte es familiar, quiero decir que no me es desconocida. He vivido la devastación que supone ver morir a un hijo y el vacío que acompaña la muerte de un gran compañero de vida. Nos hemos mirado a los ojos y siento por ella mucho respeto. Nombrarla no me da miedo, no creo que al hacerlo la invoque, al contrario, me ayuda a diluir mis miedos.

 

Es imposible elegir no morir y, aunque nos desgarre el alma, nada podemos hacer por los nuestros cuando es su hora de partir. Todo eso lo cuento porque, de tanto en tanto, al acostarme, juego a hacer balance de mi existencia. Me digo: «si mañana no me despertara, que me quedaría pendiente». Y voy repasando lo que me gustaría dejar más arreglado. Está bien intentar dejar las cosas fáciles a las personas que queremos, pero me he dado cuenta que es absurdo intentar atar todos los cabos. Sin cabos sueltos no tendría sentido la vida, no aprenderíamos nada.

 

En realidad, solo tenemos que procurar hacer las cosas con amor hasta donde llegue nuestro recorrido y, luego, el testigo pasa automáticamente a los que se quedan, como en las carreras de relevos.

NOS UNE EL AMOR

 

 

Aquella entrañable Navidad del 98 yo no sabía que era la última que pasaría con mi hijo Ignasi, tampoco que el verano del 2019 sería el último que Lluís y yo estaríamos en Menorca, compartiendo la deliciosa sombra de la morera del patio, las primeras horas del día en el mar, las largas siestas… Su enfermedad y su muerte, en febrero del 21, me han llevado de nuevo a otra realidad.

 

Sí, hay un antes y un después tras la muerte de seres muy queridos, mucho dolor, rabia y tristeza, pero también es agradable constatar que el hilo de amor que nos unía sigue intacto. Mi hijo y mi esposo forman parte de mi, así lo siento. Como si, al irse, algo de su bondad, su fuerza y su sentido del humor hubieran quedado impregnados en mi ADN.

 

Cuando pienso en ellos, siento como florece en mi interior la ternura. Ese cariño lo puedo ofrecer a todo lo que me rodea. Amar es una opción, una forma de vida, una buena inversión. El amor no se desgasta, al contrario, cuánto más damos más recibimos.

 

En los días claros, mágicos, todas/os hemos experimentado la agradable sensación de hacer las cosas con mimo, con suavidad, con amor. No es lo mismo ir a comprar, fregar los platos o cocinar con desgana que con cariño, ¿verdad?

 

Por eso, porqué no sabemos si este será el último verano, vale la pena saborearlo, vivir un día a la vez, convertir lo sencillo en extraordinario. Sentir gratitud, regalar palabras dulces, abrazar a los nuestros y mecer en nuestro corazón a los seres queridos muertos.

 

SENTIR ES LA CLAVE

 

 

Lo mejor que podemos hacer con el dolor es vivirlo. Es la única manera que conozco de trascenderlo, pero da miedo, ¿verdad?

 

Nos imaginamos que si abrimos la puerta a sentir, a escuchar al cuerpo y al alma no vamos a poder con tanto como arrastramos.

 

Quizá nos parezca más adecuado mirar hacia otro lado y a ratitos nos viene bien distraernos, pasar de puntillas, sí, pero, cuando transitamos un gran duelo, tarde o temprano es mejor afrontarlo. Cada uno a su ritmo tiene que parar y aprender a mirar con ternura lo que siente.

 

Cuando observamos el torbellino de emociones dolorosas, sin juzgarnos, se suavizan, dejan de dominarnos. He podido constatarlo.

 

Al principio del duelo, es posible que personas cercanas sufran si nos ven llorar, gritar o recluirnos en casa. Sí, les gustaría vernos bien, su intención es buena, pero no nos sirve. La realidad es otra y lo natural es sentir dolor, tristeza, rabia, culpa o lo que sea, con la mirada puesta en salir adelante, claro, pero eso lleva su tiempo. La paciencia con uno mismo es una buena aliada.

 

Un gran duelo, como la muerte de un hijo, de una pareja muy querida, un padre o una madre todavía jóvenes o un amigo del alma, de esos que están presentes en nuestra vida cotidiana, suele ser el principio de una gran transformación. Nada, ni nosotros, vamos a ser los de antes. De nuestra actitud depende que renazcamos con más comprensión, con más aceptación y amor hacia nosotros mismos y hacia los demás, en definitiva hacia la vida.

 

Es tan grande el cambio interno, que vamos a necesitar el apoyo de todos los que puedan acompañarnos. Las personas, profesionales o no, que hayan podido sostener, con dulzura, sus propios miedos, sus propias heridas, van a ser unos buenos guías. Nos van a dejar llorar, sin ocultar la mirada, porqué saben que así, en otro momento, podremos reír. Nadie elegiría pasar por eso para dar un salto, pero cuando ocurre, cuando no hay marcha atrás, podemos elegir seguir adelante con cariño.

 

 

Recorrida ya una buena parte del camino, nos sorprenderemos agradeciendo la placidez de un día de lluvia, la suerte de contar con buenos recuerdos, la belleza que refleja un rayo de luz que entra por la ventana, el bienestar que nos producen las sonrisas que nos regalan, la dicha que sentimos cuando damos la mano a otros…

 

Si podemos sentir, aunque sea de vez en cuando, el amor en estado puro que sale de nosotros, que nos une, que da calidez y sosiego, nuestros seres queridos, vivos y muertos, se sentirán felices y la vida adquirirá de nuevo un agradable sentido. Tal vez la veamos con ojos más compasivos…

LA ISLA

 

Llevo unos días con la añoranza subida. La ausencia de Lluís se hace más presente que mi realidad cotidiana. Parece un contrasentido, ¿verdad? que alguien que no está, sea más presente que lo que sí está. Es lo que tiene el duelo.

He estado unos días en Menorca, por primera vez sin él. La isla, nuestra isla, guarda maravillosos recuerdos de nuestros veranos, cuando éramos cuatro. Él, yo y los niños. Una época, feliz, llena de risas.

Luego vino la muerte, repentina, de nuestro primogénito, Ignasi, y la isla nos arropó a los tres con un amoroso silencio.

Más tarde, despacio, llegaron nuevos veranos amorosos con amigos del alma, de esos que acompañan como si estuvieras solo. Y volvimos a ser felices.

Ahora me toca a mi, en solitario, sentir y agradecerle a la isla todo el amor que nos ha dado. De momento, he dado el primer paso, acompañada por esos amigos del alma de los que he hablado. Estoy contenta y triste. Es así como me siento.

 

 

 

LA HERMOSURA DE LAS COSAS SENCILLAS

 
Sé que, durante un gran duelo, hay momentos y días de gran desasosiego, en los que nada parece encajar con nosotros, cualquier cosa cuesta horrores, incluso salir de la cama.

Pero también sé que el desgarro que nos parece eterno no dura para siempre. Todo pasa y amanecen días en los que respirar cuesta menos y otros en los que la vida fluye sin esfuerzo.

En los días claros, qué agradable es dejarse mecer por el vaivén de la existencia, sin fricciones, sin resistencia, poniendo la atención en la bondad, en el agradecimiento, en la belleza.

Mirar con cariño los geranios que florecen en mi balcón, agradecer el confort de una ducha caliente, disfrutar del silencio de las primeras horas de la mañana, esas cosas pequeñas nutren mi alma.

Después de la muerte de un ser muy querido, perdemos buena parte de lo que éramos antes, pero nos queda la libertad de elegir quién queremos ser, cuando se disipe la niebla del dolor y la incertidumbre.

La amargura, ya sabemos, nos lleva a un callejón oscuro, es como quedar muerta en vida. A mi me parece que la mejor salida es apostar por ir creando una mirada amorosa que refleje la hermosura de las cosas sencillas, las que nos dan esa alegría serena que reconforta.

PRIMAVERA/OTOÑO

Hoy empieza la primavera en el hemisferio Norte, en el que yo vivo, y el otoño en el hemisferio Sur. Aquí comienza a florecer todo y en el Sur corre una brisa que, con suavidad, invita, despacio, al recogimiento.

 

Para las personas que atravesamos un duelo, los cambios de estación requieren sosiego, porque las emociones están a flor de piel. Y si hay tristeza, enojo o desencuentros atrasados resurgen ahora, con fuerza, en sueños, pensamientos, situaciones y encuentros inesperados.

 

Es como si la naturaleza nos diera un tiempo para baldearnos, para hacer un «reset». Pero, antes, tenemos que pasar unos días mirando a los ojos a aquello que, quizá, sin ni siquiera saberlo, nos disgusta, nos hizo daño.

 

Al principio, yo me resisto, miro para otro lado, no quiero entrar es el desván dónde guardo mis inseguridades, mis miserias, mis heridas ancestrales. Pero, ¡ay!, llega la primavera y no quiero quedarme atrás, quiero vivirla, sin resistencias.

 

Con sutileza intento entenderme, necesito mucha paciencia conmigo misma porque suelo ser esquiva, me acomodo en la tristeza o me vuelvo irascible o todo a la vez. Procuro persuadirme con palabras de aliento, me recuerdo que lo he hecho otras veces eso de mirarme por dentro, que no pasa nada por sacarle el polvo y acariciar mis miedos.

 

Y en eso estoy, dándome tiempo para estar como estoy y poder florecer, sin travas, sintiendo el impulso de la vida.

DEL CAOS A LA CONSTRUCCIÓN

Gracias a Ana Elsa, de la Asociación «Regreso a casa», por darme la oportunidad de estar con vosotras. Fueron casi dos horas que pasaron volando. Un placer. Os dejo el link de la conferencia para las que no pudieron estar y quieran verlo.

 

CHARLA SOBRE EL DUELO

Cuando nos encontramos perdidos en medio de la nada cualquier destello de luz, por fugaz que sea, nos ayuda a subir un peldaño, a respirar hondo, a sintonizar con la esperanza, a sentirnos menos solos.
Nadie es el mismo después de la muerte de un ser inmensamente amado. Es imposible ser el de antes, pero sí tenemos la oportunidad de elegir qué queremos que florezca en nuestra vida: ¿la gratitud por lo vivido o la amargura por lo que nos parece que hemos perdido?
Si escogemos a pesar de todo mantener el corazón abierto al amor, si estamos dispuestos a sentir el dolor, pero también la alegría es muy posible que nuestra vida adquiera de nuevo sentido.
Este domingo, día 6, tengo la suerte de participar en una charla, vía Zoom, sobre esto, sobre el duelo, que organiza la Asociación «Regreso a casa». Las personas que quieran participar pueden ponerse en contacto con Ana Elsa (paradaanaelsa@icloud.com), será a las 19 hora española, las 12pm hora de Ciudad de México. El encuentro es gratuito y el link para acceder a él es: https://us02web.zoom.us/j/4721224150?pwd=aDZqbmoxYUk2Um5wLzlZTGZvcVdmdz09
Estaré encantada de estar un ratito con vosotras/os.

 

Contador

Visitas

MIS LIBROS

Volver a Vivir

Clicar en la imagen

Clicar en la imagen.

Clicar en la imagen