TODAS LAS MADRES SOMOS UNA
Estoy en casa, llueve y en la cocina hierve ya el caldo de Navidad. Mañana vienen a comermi hermano y mi padre y yo siento ahora en el alma toda la dulzura y el calor de las mujeres que me han precedido y ya no están. Ellas inundaron de amor mis navidades y lo siguen haciendo ahora porque viven dentro de mí. Son ellas, con mis manos, las que están preparando lo que mañana compartiremos. No seré en casa la única mujer, aunque en la mesa solo haya hombres. Encenderé una velita que las representará a ellas, otra para mi hijo y otra para todos los hijos que se han ido y siguen viviendo en nuestros corazones. Desde este momento, para mi, todas las madres somos UNA y eso me da una fuerza inmensa. Da igual que en el pecho sienta esa sensación conocida, esa piedra que recuerda el dolor de las ausencias. No voy a luchar para deshacerla, también forma parte de mí y estará ahí hasta que el amor la derrita.
DESHACER LOS NUDOS
Aunque parezca mentira, todo pasa. No es que el dolor desaparezca por arte de magia con el paso del tiempo, sin más. No. No es eso. Lo que ocurre es que después de días muy difíciles llegan otros que no lo son tanto y, entonces, tenemos la oportunidad de emprender acciones que nos ayuden a deshacer los nudos y aligerar las penas.
Recuerdo que al principio del duelo –y cuando digo principio me refiero a los primeros años- yo solía sentir la sensación de tener una piedra pesada y enorme entre el centro del pecho y la boca del estómago. Mi psicólogo, Marcelino, me decía que esa piedra grande estaba hecha de las emociones atascadas que no había podido digerir a lo largo de la vida. Cada uno de nosotros, desde que nacemos, tal vez desde antes, guardamos en nuestro interior el dolor que vamos acumulando. Ese dolor puede convertirse en una enfermedad si no le hacemos caso. La primera buena noticia es que no hace falta enfrentarnos de golpe a la piedra entera. La segunda, es que duele menos deshacerla que mantenerla. Y la tercera, y tal vez la más importante, es que a la que estamos firmemente decididos a seguir adelante, el Universo entero se pone de nuestra parte.
Se trata de dar el primer paso al vacío. Si nos atrevemos, aunque sea muertos de miedo y con los ojos cerrados, sorprendentemente aparecen escalones donde antes no había nada.
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