Presentación del Taller sobre la Muerte que imparto el sábado 22 de octubre
Todas las personas, en un momento u otro de nuestra vida, tenemos que afrontar el impacto que nos produce la muerte de alguien cercano.
Puesto qué nuestra sociedad tiende a eludir el tema, lo más habitual es que, cuando esto ocurre, nos encontremos terriblemente solos ante nuestro dolor.
Quizá las muertes que vamos viviendo a lo largo de nuestra vida signifiquen los cambios más importantes por los que vamos a pasar, pero hablar de ello se considera de mal gusto, morboso o simplemente nos resulta demasiado dificultoso. Sigue leyendo
LOS HOMBRES
Tanto los hombres como las mujeres somos de muy diversas maneras y no es posible, por cuestiones de género, ponernos a todos sin más en el mismo saco. Hay infinidad de matices, pero en general la energía masculina, la que define a los hombres está orientada a la acción. A ellos les cuesta menos poner límites, decidir, concretar y materializar sus sueños. El coraje va unido a su forma de ser. No es que nosotras no podamos tener estas cualidades -todos contamos con energía masculina y femenina y en algunos periodos de nuestra vida predomina más una que otra-, pero la que prevalece en nosotras es distinta, tiende a buscar la unidad con los otros seres, tiene que ver con la intuición, la comprensión, la capacidad de amar, de gestar hijos o ideas… La fuerza de las dos energías es inmensa y cuando se encuentra en equilibrio mueve montañas. Sigue leyendo
EMOCIONES REVUELTAS
El día de la Mercè, que es mi santo, conlleva para mí muchas emociones. En mi alma tengo guardados todos los 24 de septiembre que pasé hasta que vivió mi madre. Ella, como mi abuela materna, también se llamabaMercè y en casa ese día siempre fue fiesta grande. En la cocina de mi infancia, dos días antes, empezaban los preparativos que culminaban en un festín que reunía a toda la familia. Mi madre y mi abuela, que vivió toda la vida con nosotros, tenían un gran poder de convocatoria. Siempre me he sentido agradecida de compartir nombre con ellas. Y ayer, claro, las eché de menos. Comimos en casa Lluís, mi padre, nuestro hijo Jaume y Alba, su novia, y me arroparon con sus llamadas mis hermanos, mis tías vivas, mis primos y muchos amigos. A todos les agradezco su cariño que hizo más llevadera la nostalgia. Pero ayer cociné de memoria, estuve sin estar. Al caer la tarde me recluí en la lectura hasta la madrugada, como suelo hacer cuando el presente me hiere: me atrinchero en las páginas de un libro para estar ausente. En estos casos no leo por placer, sino para evadirme. Es una de mis excusas preferidas para dar esquinazo a la nostalgia. Misión imposible, debería saberlo de sobra, porque cuando intenté, agotada, cerrar los ojos, se agolparon pidiendo audiencia todas las emocionas aplazadas. Con cada una de ellas he tenido que ir negociando hasta que, ¡por fin! El sueño ha vencido. Sigue leyendo
LA BENDICIÓN DEL SILENCIO
Cuando la vida nos pone en apuros, entre otras muchas cosas, nos está pidiendo que nos prestemos atención. Para salir de una crisis profunda es necesario emprender un viaje cuyo destino es un cambio de conciencia, por eso se dice que los conflictos grandes suelen ser también grandes oportunidades. El viaje es solitario, aunque contemos con mucha ayuda. Nos enfrentamos a nosotros mismos. Todos llevamos a cuestas miedo, rabia, humillaciones y vergüenza. Todos. Y en diversos momentos de la vida toca poner orden y hablarnos sin palabras a nosotros mismos con franqueza.
Para eso es imprescindible parar y alejarnos de las distracciones. Cuando yo intento hacerlo, mi mente se desborda. Necesito mucho amor y mano izquierda para conmigo misma para, poco a poco, ir dejando salir los pensamientos horrorosos que me asaltan. No soy el miedo, ni el dolor, ni la angustia, ni el fracaso, ni la rabia, aunque estos sentimientos forman parte de mí. Puedo sentirlos, revivirlos prestarles atención y, con mucho mimo, mecerlos hasta dejarlos tranquilos, como bebés dormidos, en mi corazón.
Entonces la mente aliviada descansa, se siente comprendida y me permite acercarme a todo lo bueno que hay en mi vida. Yo no soy el ruido ensordecedor que encierra el silencio cuando estoy callada. Eso lo sé, he podido comprobarlo. También sé que cuando mi intención es amorosa y no me refugio en la pena, o en la culpa ni me juzgo, se enciende en mi interior una luz que me guía. Florece la sabiduría, el sentido común, la armonía y lo que ayer era un muro infranqueable lo paso con un saltito que puede dar hasta un niño. Antes de arrojar la toalla hay que recurrir siempre al silencio. Él es el guardian de las puertas del alma.
LAS COSAS NO SON COMO PARECEN
He ido constatando que lo que en principio me parece una situación difícil, incluso inaguantable, con el tiempo ha resultado lo mejor para mi. Y no lo digo porqué sí, sino porque lo que ha venido después así lo corrobora. Como decimos en mi país: “de la misa solo sabemos la mitad.
Aunque nos imaginemos el futuro de mil lúgubres maneras, lo cierto es que nadie sabe los cambios y giros que nos depara la vida, ni a nosotros, ni a los que están a nuestro alrededor. Voy a poner un ejemplo tonto –que no lo es tanto-: Si estás en el departamento de una empresa –suponiendo que tengas trabajo, que hoy en día ya es casi un lujo- y pides un cambio porque te llevas fatal con tu jefe y te lo deniegan, es muy probable que pienses que tienes muy mala suerte, pero tal vez, como le ocurrió a una persona que conozco, esta negativa se convierta al cabo de unos meses en una bendición porque, por ‘casualidades’ de la vida, al jefe que le hacía la vida imposible lo trasladaron justo al departamento que él había solicitado y que consideraba su salvación.
Cuando somos jóvenes en el lienzo que es nuestra vida el dibujo representado es muy incompleto. Con los años el dibujo va adquiriendo forma y es más fácil comprender el por qué de algunas líneas a las que antes no les encontrábamos sentido.
Es bueno, cuando uno está atrapado en un duelo severo o una depresión, agarrarse a la certeza de que lo que hoy es una nube espesa, sin resquicios, dentro de un tiempo puede convertirse en un cielo despejado. Aunque ahora creamos firmemente que el conflicto que estamos viviendo es demasiado para nosotros, las cosas no son como parecen. Yo tengo fe en que el plan universal es perfecto, aunque a veces me desespere porque me faltan datos.
TALLERES SOBRE LA MUERTE Y EL DUELO
En el Centre Itaca, dirigido por Mercè Perarnau, organizan unas Jornadas de Puertas Abiertas, el próximo 17 de septiembre, en las que yo participo para informar acerca de los talleres sobre el duelo y la muerte que imparto.
JORNADA DE PORTES OBERTES:17 de Septembre
10,00-11,00 Ioga per nens
11,30-13,00 Creixement personal
13,00-14,00 Grup d’homes
16,00-17,00 Reiki
17,30-18,30 Constel.lacions familiars
19,00-20.00 La mort i el dol
20,30-21,30 Dansa-meditació
Centre Itaca:
C/Pau Claris, 151
3r-1a esquerra
Tel. 607.55.44.96 / 652.27.13.70
YO ME OCUPO DEL PRESENTE, DEL FUTURO QUE SE OCUPE DIÓS
Todos tenemos días malos por mil razones. La mayoría de las veces las preocupaciones que nos envuelven en ese nubarrón denso que nos tensa la espalda, nos deja sin energía o nos produce migraña, por decir algo, poco o nada tiene que ver con nosotros. Me refiero a que a menudo nos preocupamos por cosas que no están en nuestras manos resolver, problemas que en su origen no son nuestros y, al empeñarnos en quererlos solucionar, acaban creando ese nubarrón, esa fricción que nos deja agotados. Eso a mi suele sucederme a menudo y llevo tiempo intentando desactivar ese interruptor de alarma que generalmente se enciende cuando alguien de mi familia pasa apuros. Con facilidad me olvido que cada cual tiene que aprender sus lecciones, que en las cuestiones de la vida nadie puede examinarse por otro, que hacerse cargo del aprendizaje de los demás es un error que impide al ayudado y al que supuestamente ayuda crecer. Con eso no quiero decir que haya que quedarse con las manos cruzadas ante el sufrimiento de los demás. No. Me refiero a no hacer nuestros sus agobios. Asaber distinguir qué ayuda y qué ahoga. Hasta qué momento es bueno colaborar y cuándo es mejor retirarse. En el fondo, toda lección que ha de aprender alguien cercano encierra también una lección para nosotros.
Ante los conflictos que atañen a la constelación familiar tengo comprobado que lo mejor es coger distancia emocional para que el torbellino de energías subterráneas no me arrastre. Cuando se enciende el interruptor de alarma, antes de actuar por impulso, sin consciencia, movidos por los mecanismos que adquirimos de pequeños, conviene contar hasta diez, incluso hasta mil si es necesario y, mientras tanto, ir distrayendo la mente. A mi me funciona como terapia de choque algo tan tonto como puede ser ponerme a limpiar, pasar la fregona hasta dejar el suelo reluciente, por poner un ejemplo, mientras voy pidiendo luz y claridad.“Yo me ocupo del presente, del futuro que se ocupe Diós” decía la madre de Facundo Cabral.
LA FUERZA DEL AMOR
Estoy en la isla, Menorca, mi isla que me acoge como una madre, en silencio. Con calma escucha mis reproches sin decir nada. Me mira con el azul intenso y brillante de su cielo, me mece con la tramontana hasta que el viento limpia mi alma y el cansancio va remitiendo.
Hoy hace 11 años que murió mi mamá, de repente, mientras yo andaba en Cabo Verde intentando despistar la pena por la muerte de mi hijo.
Hace un ratito que he llamado a mi padre. Lo llamo a diario al anochecer pero hoy necesitaba oír su voz antes del mediodía. Ha ido a la catedral temprano como cada 11 de agosto desde que ella no está. Siento el amor sin fisuras de mi madre y una paz dulce me inunda el corazón. Aquí, debajo de la morera de mi casa siento el cariño de mi madre y le agradezco infinitamente su amor.
Ahora mismo acaba de llamarme mi hermana: “tengo un día flojito, -me ha dicho-parece que en vez de 11 años hayan pasado 11 días desde la muerte de mamá”. Eso es lo que tienen los aniversarios: achican el tiempo.
Yo sé que Ignasi, allá donde está anda muy ocupado pero tengo la certeza que hoy lleva de la mano a mi mamá. Hoy todos sentimos lo que sentimos, los de aquí y los de allá. El cariño va más allá de las grandes distancias, de la vida y la muerte, no hay dimensiones ni muros que se le resistan.
HABLAR Y ESCUCHAR CON EL CORAZÓN
Suele decirse que las crisis muy profundas, como el duelo por la muerte de un ser muy querido, pueden ser una gran oportunidad de crecimiento espiritual, de conexión con nuestro yo más profundo, con la Fuente que emana amor, confianza, serenidad…
Sí, ¿pero cómo se llega a transformar el dolor, la angustia y la incertidumbre en sabiduría?¿Cuál es el camino? Hay muchos puentes que nos permiten cruzar a la otra orilla. Uno de ellos es aprender a hablar y a escuchar con el corazón. Cuando hablamos de lo que sentimos sin miedo a lo que los demás piensen de nosotros, sin ideas preconcebidas, ni ansias de agradar o convencer establecemos una comunicación amorosa que llega al corazón de los demás.
A mi me gusta imaginar cuando hablo con alguien que de mi corazón surge una luz que enciende el corazón del otro y se establece así, unidos por ese rayo luminoso, un diálogo de alma a alma que me da paz. Intento sentir lo que digo y frenar mi mente impaciente, que siempre va más deprisa que mis palabras como si no tuviera tiempo de conversar.
Pero para llegar a la otra orilla no solo hay que hablar, también es necesario escuchar con el corazón. ¡Qué difícil es eso! Requiere muchapaciencia y humildad; no interrumpir ni acabar las frases del otro, deshacernos del apego al tiempo y ofrecérselo con atención, escucharlo de verdad, con los cinco sentidos, sin suposiciones ni prejuicios, estando presentes en cuerpo y alma, en vez de tener la mente en mil otros sitios a la vez.
Solo así, hablando y escuchando como si meditáramos, viviendo realmente el momento y con el corazón abierto surge el crecimiento, aprendemos del ser que tenemos delante, avanzamos un pasito más, nos sentimos más unidos a la vida y creamos armonía a nuestro alrededor.
SER UNA BUENA MADRE
Gran Mare ajudem a ser una bona mare (Gran Madre ayúdame a ser una buena madre). Esta frase me la he repetido en silencio millones de veces. Para mí, ser una buena madre lo es todo. Quizá exagero porque la vida esta compuesta de muchas más cosas, pero esta, la de ser una buena madre, para mi es vital. Tengo dos hijos en condiciones muy distintas: uno está aquí y el otro digamos que en otra dimensión. A los dos los adoro. El pequeño, con 26 años, vive ya por su cuenta. Suele llamarme a diario, incluso a veces hablamos un par de veces al día. Cuando viene a casa, el corazón se me ensancha, no sé cómo explicarlo pero ver a mi hijo me produce una emoción tan intensa, tan, tan amorosa. Tampoco no hay un solo día que no piense en Ignasi, mi hijo mayor, que murió a los 15 años. No sería sincera si no dijera que, en algunas ocasiones, como ayer por la noche mientras cenábamos mi marido y yo, no me caigan las lágrimas de añoranza al rememorar lo que hubiese podido ser verlos crecer a los dos. Pero eso no impide que sea feliz porque a los cuatro no nos une otro sentimiento que el amor. ¡Y sentir amor es tan reconfortante! Yo puedo estar triste y contenta, ya sé que parece una contradicción, pero me ocurre a menudo… A mí, como a muchos lectores de este blog, se nos ha muerto un hijo y con eso vamos a vivir hasta el final de nuestros días, pero eso no me impide tener momentos de una felicidadinmensa.
Las mujeres de mi familia tenemos tendencia a sobreproteger (eso es malo) y a sufrir (eso es peor) por eso, porqué lo sé, pido a la Gran Madre que me ayude a ser una buena madre. No quiero que ni uno ni el otro se sientan asfixiados. A Jaume, el pequeño, le ha tocado, a mi entender, un papel más difícil que a su hermano. A él, de alguna manera, si Dios quiere, le toca acompañarme hasta el final de mis días. Hoy, a primeras horas de lamañana, quizá intuyendo mi tristeza de ayer, me ha llamado para decirme: “Mamá, vais a ir a comprar, voy con vosotros. ¡Qué placer inmenso compartir mi cotidianidad con él!
No es fácil para los hijos vivos hacer doblete; cubrir con su presencia el vacío que no les corresponde. Por eso, los padres a los que se nos ha muerto un hijo,tenemos que estar muy atentos. Por un lado, dejando espacio para que los hijos vivos puedan construir su propia vida lo más ligeros de presiones posible y, por otro, dando alas a nuestros hijos muertos para que prosigan su camino sin el peso insoportable de nuestra tristeza. Los hijos, estén vivos a muertos, adoran a los padres, aunque a veces no lo parezca y, estoy segura, harían cualquier cosapara vernos felices y contentos. A nosotros, como mínimo, nos corresponde ponérselo fácil. ¡Claro que caeremos en egoísmos, ¿quién no? Pero cuando se pase el subidón, y tomemos conciencia de nuestros errores, nos toca rectificar. Por ellos y por nosotros, ¿por qué quién no quiere ser una buena madre, un buen padre? ¿Una buena persona? Sí, se nos ha muerto un hijo, la vida nos lo ha puesto difícil, es verdad pero son tantas las personas, yo diría que todas, que han pasado penurias, aunque a ojos de los demás, quizá, no lo parezca. Todos llevamos cruces como el cuento aquel de la mujer a la que se le muere un hijo y va a ver a un gran maestro, un santo, para que le devuelva la vida. Lo haré, le dice el maestro, si al anochecer me traes un grano de mostaza de la casa en donde el dolor y la muerte no haya entrado. La madre va de portal en portal y en ninguna casa pueden darle el grano de mostaza. De noche, cuando regresa para ver al maestro, ya sabe que su dolor es compartido. Que va a tener que aceptar la muerte de su hijo. Que la vida es así y su pena forma parte del hecho de estar viva.
La vida está hecha de dolor y alegría y es sabio saber vivir tanto lo uno como lo otro.



Sígueme