Mercè Castro

FIRMA DE LIBROS-SANT JORDI

 

foto mercèFRONTAL Palabras que consuelan copia

 

El día de Sant Jordi firmaré ejemplares de mi segundo libro, “Palabras que consuelan” en el stand de Plataforma Editorial, por la tarde, de 19 a 20h, en el Paseo de Gracia de Barcelona.  Me encantará saludaros y daros un abrazo en directo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sant Jordi 2016

23 de Abril

Firma de Libros

Mercè Castro Puig

PALABRAS QUE CONSUELAN

Stand de Plataforma Editorial

Paseo de Gracia, 73, de Barcelona

Horario de 19-20 h.

 

 

 

 

 

 

 

 

RE-INICIAR Y LEVANTAR EL VUELO

 

OSELLS

 

La vida nos parece más o menos feliz hasta que llega el golpe seco. El vacío. El dolor desgarrador que lo inunda todo. La rabia. La culpa por lo que hicimos, por lo que dejamos de hacer, por no poder modificar el destino. ¿Y ahora qué? ¿De qué sirve volver a ponerle ganas a la vida?

 

 

Quedarse en la cuneta de la existencia, aunque por un tiempo tal vez es necesario, no es la solución. No borra el sufrimiento, no aligera el alma. Es mejor, a mi entender, pasar a la acción, aunque nos parezca que estamos muertos y, en realidad queramos estarlo, en nuestro interior bulle el magma del cambio. El duelo es el pistoletazo de salida de una carrera que nos sacude la pereza que nos da bucear en nuestro interior. ¡Hay tanto dolor encubierto!

 

 

La fuerza de la vida nos impulsa, es imparable y, si nos lo permitimos, encontramos la manera de trascender la ira, de apagar el fuego que nos consume y reduce a cenizas lo que nos rodea. Detrás de la ira es posible que encontremos un océano inmenso de tristeza o al revés, da igual por dónde empecemos. Las emociones están ahí esperando ser atendidas, mimadas, reconocidas.

 

 

Despacio, vamos tomando conciencia de que somos capaces de levantarnos, incluso de sentir amor en mayúsculas con más intensidad, porque nunca antes habíamos necesitado como ahora estar cerca de la belleza, de la dulzura, de la naturaleza, del cariño por qué sí, sin buscar razones.

 

 

Ahora sabemos que el amor perdura, que es la moneda de cambio, que va más allá de la muerte. Por eso apostamos por pasar a la acción por re-iniciar lo que sea, cuantas veces sea, por qué más allá del amor todo es pura percepción.

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Y honramos lo que hicieron por amor nuestros padres, abuelos y tatarabuelos y, con la antorcha que nos legaron en nuestras manos, encendemos de nuevo en nuestro corazón la llama de la vida.

TALLER DE PRIMAVERA

 

 

SÁBADO 7 de MAYO

 

 

HORARIO: de 10h a 13:30h

 

 

LUGAR: BARCELONA

 

 

INFORMACIÓN E INCRIPCIONES:
Tel. 650 98 38 80
mercecastro@mercecastro.com

 

 

TALLER DE PRIMAVERA: RECUPERAR SERENIDAD Y ENERGÍA AMAR LA VIDA las 15.56.13

La luz ya es distinta, el día más largo, el aire cálido, el color intenso y verde de las hojas nuevas, pura vida, el perfume suave y sugerente de las flores… Estamos en primavera ¡y la fuerza de la tierra lo inunda todo!

 

 

Es un buen momento para abrir el armario de nuestro corazón y empezar, sin prisas y con cariño, a dar nombre a nuestras emociones antes de que la nostalgia, quizá, nos paralice.
Por eso, porqué los cambios de estación no son fáciles cuando uno atraviesa una gran pérdida, abro la posibilidad de participar en un taller en el que ofrezco las herramientas que a mí me han ayudado a transitar el camino del duelo, a encarar mis primaveras y la vida entera, con una actitud más alegre y sosegada.

 

La intención es crear un espacio íntimo y seguro para volver a estar presentes con más energía, paz y confianza.

TERNURA, MUCHA TERNURA

Nuestro cuerpo es el guardián de heridas profundas. Algunas son recientes, otras tan antiguas que van más allá de nuestra memoria. No importa el tiempo si es preciso se mantienen abiertas durante siglos, implorantes, hasta que un día comenzamos a mirarlas con amor, aunque nos den miedo. Mientras, como quién acumula polvo, se recubren de capas y capas de amarga tristeza que pide a gritos consuelo.

 

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Yo tengo una muy presente. Encierra el terror que viví en la autopista la noche del accidente. Durante 17 años al invocar ese recuerdo el dolor ha sido tan insoportable que no he podido permanecer allí ni un instante. Ahora las cosas están cambiando. Despacio, con delicadeza y amor, miro la escena y el dolor se transforma en compasión. Siento una gran ternura hacia mi misma no solo por haber vivido lo vivido, sino por haber aguantado el peso de ese enorme sufrimiento durante tanto tiempo. Presiento que al irse desvaneciendo mi horror, de alguna manera, el alma de cada uno de los que compartimos esa terrible noche se siente más libre y ligera.

 

 

TERNURA

 

Todos llevamos a cuestas dolores innombrables, de algunos nos consideramos culpables, los vemos como errores que nos hieren. Si cerramos los ojos, en aquella situación tan difícil que nos viene a la mente hicimos lo que hicimos porqué no supimos hacerlo de otra manera. Perdonarnos es la forma de deshacer los nudos de reestablecer el orden, de crear armonía. En el fondo todos somos niños asustados, inocentes, huérfanos de ternura.

PASO A PASO, SIN PRISAS

 

la foto-3Los grandes duelos suelen dejarnos sin tierra bajo los pies y a años luz de la vida que habíamos llevado hasta entonces. Esos duelos por la muerte de alguien inmensamente querido paran el tiempo. Da igual si se inician con una larga enfermedad o vienen, sin previo aviso, de un momento a otro. La cuestión es que, desgarrados y a ciegas, nos encontramos ante un abismo profundo. Ese es el punto de partida y es normal sentirse perdido no solo los primeros meses, sino durante años.

 

 

Si, a pesar del miedo, decidimos tirar adelante iniciamos un camino que nos conduce a nosotros mismos. Durante el recorrido es bueno mantener el corazón abierto y hablar y escucharnos con honestidad. No vale engañarnos. Por un lado, hay que tejer y, por el otro, destejer hasta que nos sintamos en paz con lo que vamos creando. Sin prisas, paso a paso, dejando espacio al desespero, pero también a los destellos de luz que nacen de dentro, sin motivo, por muy efímeros que sean. El duelo exige sentir, vivirlo en carne viva todo, aunque a veces nos parezca que reyamos la locura.

 

 

Al principio nada es seguro -y ese principio puede parecernos eterno- pero, poco a poco, vamos descubriendo que dentro de nosotros hay realmente algo estable que nos sostiene. No es teoría, ni filosofía, ni fe, es una cuestión empírica. Ese poder increíble que nos mantiene a flote es el amor en estado puro. Cuando miramos con cariño lo que no nos gusta de nosotros mismos y nos perdonamos, lo de fuera adquiere una tonalidad más dulce y, aunque probablemente sigamos con altos y bajos, el temor no dura tanto y el dolor se trasciende.

 

 

Jacarandas

 

 

 

Uno puede agarrarse al dinero, al estatus, al conocimiento… pero de poco o nada sirve eso cuando se entra en un gran duelo. Allí, en ese territorio inhóspito, lo único seguro es conectar con la propia esencia. Para eso es necesario irnos despojando de capas y capas de quejas, malentendidos, rencores, juicios y desencuentros. El proceso lleva su tiempo y probablemente no concluya ni con la propia muerte. Pero mientras tanto nos sentimos mejor, más ligeros y alegres. Al fin y al cabo la felicidad tiene mucho que ver con nuestra actitud, en saber encontrar el lado bueno de cualquier experiencia que nos depare la vida, aunque tardemos un tiempo en darnos cuenta. Paso a paso, a nuestro aire, sin prisas.

 

 

 

 

 

 

YA ESTAMOS EN PRIMAVERA

 

BUGA MENORCAMiro por la ventana de mi casa y veo, sorprendida, la explosión de las hojas nuevas que visten los árboles de mi calle. El verde es tan verde, el fucsia de la bugambilia que enciende mi balcón es tan intenso!!! La vida, en primavera, año tras año, se desborda. Resulta a todas luces ambivalente contemplar tanta belleza sin verla reflejada en la mirada de los que ya no están.

 

Por eso me imagino que, en estos días de nostalgia salvaje, florece dentro de mi la certeza del amor en estado puro. Me agarro a ello por que sé que es lo único que me sostiene cuando sopla ese viento brutal que arrastra a los nuestros sin preguntar. La naturaleza es cruel y hermosa a la vez.

 

Me aparto de la ventana y tropiezo con una foto en blanco y negro en la que me veo, unos 20 años atrás, leyendo recostada en el sofá con mis dos hijos literalmente encima. Y me invade una alegría inmensa. ¡Merece tanto la pena vivir, aunque duela!

 

 

GUERREROS DEL AMOR

Apply-Some-Pressure1Tal vez con la muerte de su hijo los hombres se enfrenten, por primera vez, cara a cara, con su más desgarradora vulnerabilidad. Las mujeres también, claro, pero ellos llevan siglos intentando rehuir, al menos en público, las lágrimas, la impotencia, la certeza de que ante la muerte es imposible proteger a los tuyos.

 

 

Durante generaciones, que se remontan a tiempos sin memoria, se ha educado a los niños para ir a la guerra. Es así, aunque nos duela, aunque de un tiempo a esta parte las cosas estén cambiando y sea distinto para algunos. Por eso, para poder acudir al campo de batalla, su ADN incluye una coraza de guerrero que dificulta la expresión de sus sentimientos. Esa armadura es más o menos densa y profunda según la cultura en la que el niño ha crecido. Pero las emociones, los sentimientos están ahí, hirviendo, debajo del peso de siglos de silencio.

 

A mi me enternece su dolor, ese dolor que no pueden compartir con casi nadie porque les han enseñado a ocultarlo. Esa desgarradora desesperación que intentan esconder para no causar más desconsuelo. Ese volcán de sentimientos encontrados que no pueden resolver con la acción, con el trabajo, con la seguridad que proporciona el dinero…

 

A mi me enternece ver que, cuando por fin se desmontan, porque la muerte de un hijo te hace tocar fondo, en vez de ser compasivos con ellos mismos se sienten culpables porque les han hecho creer que si se vienen abajo no están a la altura.

 

vellets¡Qué solos están los hombres ante el dolor! Por eso, aunque parezca una contradicción, algunos abandonan a sus mujeres y huyen.

 

A mi me parece que ya ha llegado el momento de tender puentes, de ir de la mano, de aceptar que cada cuál hace con su dolor lo que puede, lo mejor que sabe. Llorar va bien pero a algunos hombres les ayuda más hacer algo, pasar a la acción, para que los suyos estén mejor. Y si lo hacen con amor, lo que sea está bien, aunque se equivoquen. Los hombres en duelo, más que nunca, necesitan nuestras miradas de aprobación.

 

A ellos les cuesta más pedir ayuda y, cuando lo hacen, el sentir de muchos se resume en esta frase que me escribió hace unos días un padre: “daría la vida por la de mi hijo, pero no puedo llorar, ni mostrar mi desespero en casa, no quiero aumentar el dolor de mi mujer, no sé cómo protegerla”.

 

No es posible proteger a nadie si uno no se enfrenta primero a sus propios miedos.
Si cada uno se enfrenta, a su manera, a sus temores más inconfesables entre todos construiremos algo nuevo. Algo que nos ayude a estar más cerca, sin recelos, sin reproches, como si todos fuéramos uno y jugásemos en el mismo equipo. Todos necesitamos mirarnos con amor y ternura.

 

 

Robert DziewulskiLas bases de los nuevos guerreros las expresa muy bien Jeff Foster:

 

 

“… A los nuevos guerreros –dice el escritor- no nos importa ser aprobados. Somos unos locos guerreros sin una sola pista.
Guerreros de la luz y la oscuridad, del sol y la luna y de las estrellas y la sombra, recorriendo nuestro camino sin miedo, o con un tremendo miedo.
No negamos ningún sentimiento.
Guerreros heridos, pero nunca avergonzados de nuestras heridas.
Guerreros fallidos que encuentran la victoria en sus fracasos.
Guerreros que no siempre se sienten como guerreros.
Guerreros con el corazón roto, pero avanzando, desnudos, exhaustos, vivos. La paz, nuestra única arma, El amor, nuestra única guía”.

DARNOS TIEMPO PARA SENTIR

 

 

 

NENS JUGANT AMB AIGUACuando murió mi hijo fue la primera vez en mi vida que, de forma consciente, me di tiempo para sentir lo que fuera sin reservas, ni excusas, hasta el fondo, sin huir ni esconderme. De alguna manera tuve la certeza de que ese era el camino para mantenerme a flote hasta conseguir renacer. La voluntad de sobrevivir fue más grande que mi miedo antiguo a adentrarme en el dolor y atravesarlo.

 

 

 

 

Algunas personas somos hábiles pasando por alto lo que sentimos. Nos es fácil escudarnos en el ajetreo del día a día, en la acción, para no escuchar lo que nos turba aunque el alma y el cuerpo nos pidan a gritos, cada uno a su manera, que prestemos atención a tanto desasosiego.

 

 

Cerramos los ojos al sentir porque no queremos ver la tristeza, la confusión, el dolor, la incertidumbre, la frustración, los celos, el miedo, la envidia o lo que sea que a veces trae consigo la marea de la vida. No sabemos que al girar la espalda a las emociones que no nos gustan cerramos el paso a las que daríamos lo que fuera por sentir. No es posible la plenitud (la totalidad) si no acogemos por igual a todos nuestros sentimientos como lo haría una madre, sin distinción, con cada uno de sus hijos. Al fin y al cabo forman parte de nosotros.

 

 

JodhpurAh! pero a mi entender no basta con sentir. Conviene, además, no juzgarnos, ni criticarnos, ni etiquetar, ni culpabilizarnos a nosotros o a los demás por lo que sentimos. Cómo si fuéramos de otro planeta y simplemente observáramos lo que ocurre dentro de nosotros.

 

 

Parece una práctica difícil de conseguir, arrastramos siglos y siglos de prejuicios y creencias, pero en cuanto empezamos a practicar, sus efectos beneficiosos son tan inmediatos, que con más facilidad de la que creíamos adoptamos el hábito de prestar atención al momento presente, dentro y fuera de nosotros. Podemos empezar por sentir lo simple y agradable como la sensación del agua en nuestro cuerpo cuando nos duchamos, la calidez que sentimos al acariciar, con el corazón, la mano de un bebé o de un anciano querido, el bienestar que produce cocinar despacio, con mimo, aunque solo preparemos un huevo frito, la paz y la comunión con el universo que conlleva levantar la vista al cielo, en plena ciudad, y contemplar la belleza espectacular de un atardecer en primavera, el placer de saborear un café, en vez de tragarlo, de mirar con ternura a alguien a los ojos, sonreír y abrazarlo, de pasear sin prisas por la playa o el campo…

 

 

NENA PLUJASi nos damos tiempo y prestamos atención a lo que sentimos, lo consideremos bueno o malo, es más probable que cuando llegue el huracán no nos desestabilice tanto o sí, pero no durante mucho tiempo. La negación nos causa sufrimiento y nos impide ser compasivos con nosotros mismos.

 

 

En cambio, si nos familiarizamos con el dolor y el miedo, sin poner condiciones, al final suelen despedirse con preciosos regalos. A mi me ha sucedido, lo sé, doy fe de ello, aunque a veces lo olvido y pretendo quedarme escondida en un rincón, asustada, cuando me imagino que viene tormenta, en vez de salir, sentir el viento en la cara, el olor a tierra mojada y la agradable sensación de libertad que supone bailar con la vida.

QUE VUELEN ALTO

 

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Tal vez uno de los mayores retos que encierra el duelo es aprender amar sin condiciones, sin pedir nada a cambio, ni tan solo la presencia física del ser amado.

 
Amar a ciegas, sin la posibilidad de ver reflejada en la mirada del otro la alegría de estar juntos, sin sonrisas, ni llamadas, ni abrazos… Sin expectativas y, sin embargo, sintiendo en el corazón la inmensa calidez del amor en estado puro, de ese vínculo sagrado que va más allá de la muerte. Ese es un aprendizaje de largo recorrido que dura tal vez la vida entera.

 

 

Los primeros años duele tanto la ausencia que intentamos atar en corto el lazo de la cuerda que, supuestamente, creemos que nos mantiene unidos.

 

papallones boniquesTodavía no hemos tenido tiempo de transformarnos, estamos anclados en nuestros propios miedos y soñamos despiertos en proseguir, sin cambios, la relación que teníamos antes con ellos. Eso es a todas luces imposible, pero nos agarramos a lo conocido porqué soltar lo que ha sido nos parece inalcanzable, incluso nos puede sonar a traición, a olvido. Cuando vamos más allá de ese miedo y nos entregamos sin resistencia a lo que es, cuando dejamos ir con suavidad los apegos, cuando soltamos la necesidad de retener, de aferrarnos, empieza la trascendencia, el amor nos sostiene y nos damos cuenta que estamos, en esencia, todos más cerca.

 

 

Al cortar las amarras ya nada impide la conexión sagrada. El corazón, en vez de andar encogido, se ensancha, resurge la confianza y nuestro vuelo y el de nuestros seres queridos muertos puede llegar a ser tan alto como se quiera, sin sentirnos por eso separados.

 

 

 

SINTONIZAR CON LA PACIENCIA

 

MAIETA I FLORSRecuerdo que durante mis primeros tiempos de duelo me sentía como Alicia en el País de las Maravillas: en otro mundo, fuera del espacio y del tiempo. Mientras estuve allí, podía derrumbarme como un castillo de arena en cualquier momento y por cualquier cosa; al entrar en el súper y oír “aquella” canción, al girar una esquina y notar el aroma y la brisa de la primavera en la cara, al entrar en casa y chocar con la realidad de su ausencia… La muerte de mi hijo Ignasi me trasladó, de repente y de lleno, al reino del dolor y la incertidumbre. Esa ha sido, de momento, mi mayor tormenta.
Cada uno tiene las suyas y si vivimos lo suficiente es casi imposible no atravesar ninguna. Las grandes sacudidas se reconocen porqué hay un antes y un después. Cuando se vuelve a pisar tierra firme lo más probable es que hayamos descubierto que cuando las olas de la vida se levantan varios metros solo el amor nos mantiene a flote. Me refiero al amor que sale de dentro, el que nos da la mano mientras recorremos nuestro particular infierno.

 

 

Yo me conecto a esa fuerza, capaz de sostenernos en nuestras noches oscuras, cuando abro mi corazón y dejo que el amor me mime, me acaricie, me arrulle... Entonces, me siento más predispuesta a acoger mis miedos, mis mezquindades, mi vanidad, mi rabia, mi ego… cualquier cosa que me disguste. Cuando soy amorosa conmigo misma aquello que me parecía tan horroroso deja en gran parte de serlo.

 

 

Camí bonicCuando llegamos a la otra orilla no sabemos lo que nos deparará el futuro, pero sí contamos con más paciencia para vivir lo que sea que la vida nos traiga. Tenemos la certeza de que, aunque parezca imposible, todo pasa. Y lo que consideramos malo suele pasar más rápido si no intentamos controlar la vida. La paciencia tiene el don, la ciencia (Paz-Ciencia), de infundar sosiego a cualquier situación enrevesada. Eso sí, tenemos que dejarla actuar sin prisas y en silencio. La mayoría de las veces, las cosas que se pueden arreglar, se arreglan solas con paciencia. Y si no se pueden arreglar la paciencia nos sirve para vivirlas mejor, sin ansiedades, con serenidad.

 

 

Cuando sintonizamos con la paciencia es más fácil sentirnos agradecidos por todo lo agradable que tenemos. Al amparo de ese sentimiento de gratitud el corazón se abre con mayor suavidad y el amor fluye con dulzura hasta inundarlo todo.

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