EL SOL DE MEDIANOCHE
En los cuentos tradicionales, a menudo los protagonistas tienen que sortear una serie de obstáculos y peligros antes de encontrar el talismán que les llevará a vivir felices y en paz y el resto de sus días. A mi me parece que en la vida real sucede algo parecido. Tarde o temprano, suele ser necesario prestar atención a nuestros propios monstruos para poder liberar el tesoro que guardamos oculto.
Esos monstruos, esos miedos innombrables, quizá se hayan incrementado con la muerte de nuestros seres queridos pero ya nos rondaban antes, tal vez desde siempre. El duelo, en todo caso, los hace más visibles. Por eso y porque ahora más que nunca necesitamos sosiego, es un buen momento para hacer limpieza e iluminar lo que está oscuro. El rincón más desterrado de nuestro ser, el más inaccesible y profundo, el que encierra más dolor y vergüenza reclama la luz del sol de medianoche; ese resplandor que nos lleva a reconocer la belleza en las personas y circunstancias más difíciles de aceptar.
Una de las condiciones para lograrlo es no salir corriendo en busca de cualquier atajo que nos aleje temporalmente de la negrura. No suele ser posible sentir alegría serena sin haber acogido y amado la profunda inquietud y tristeza que nos produce a veces la existencia. Si rechazamos el dolor, el vacío, lo incierto nos alejamos sin darnos cuenta de la plenitud.
El arte de vivir me parece que reside en sentirse cómodo en la unidad, sin pretender separarnos de nada. Cuanto más huimos de algo más cerca de eso estamos.
ABRIR EL CORAZÓN A LA ESPERANZA
Muy probablemente antes de empezar nuestro duelo vivíamos arropados por la inercia, por ese ajetreo diario que nos mantiene ocupados y alejados de nosotros mismos. Nos lleva tanto tiempo la rutina de vivir que, sin darnos cuenta, nos vamos alejando de la vida misma. Amaestrar lo cotidiano y hacer lo que se espera de nosotros nos da una cierta seguridad y, cuando creemos que lo estamos consiguiendo, entonces llega el tsunami y con él la certeza de lo incierto.
Tantos siglos poniendo la seguridad en las cosas materiales, en los logros intelectuales… La mayoría ignoramos que la felicidad no tiene nada qué ver con lo de fuera, que más bien está relacionada con vivir cada día como si fuera el último, con el corazón abierto a la esperanza, con crear amor en cada mirada, con cada gesto de ternura, con cada palabra dulce que pronunciamos.
Y así, despacio, aprendemos a cuidarnos y vemos florecer en nuestro propio huerto semillas de amor. No es que no vayan a llegar más tempestades, no. El miedo está en nosotros tan arraigado! Pero no por eso vamos a desfallecer. Ahora ya sabemos que el poder de darle la vuelta a cualquier situación lo tenemos nosotros. Y eso es uno de los inmensos regalos que nos han dejado nuestros seres queridos muertos.
Con palabras de Teiichi Sato, uno de los supervivientes del tsunami que asoló una parte de Japón en el 2011, causando más de 2.000 muertos, “sembremos la semilla de la esperanza en los corazones, luego la semilla de la reconstrucción, después la semilla de la felicidad. Y amanecerá la paz. Los que quedamos tras el tsunami –afirma este vendedor de semillas japonés- nos hemos vuelto más compasivos, más amables”.
La amabilidad, la capacidad de amarnos a nosotros mismos y a los demás es para mi la clave. De ahí a la alegría hay solo un pequeño paso. Si tenemos eso claro, da igual si nos caemos y nos equivocamos un millón de veces.
FIRMA DE LIBROS-SANT JORDI
El día de Sant Jordi firmaré ejemplares de mi segundo libro, “Palabras que consuelan” en el stand de Plataforma Editorial, por la tarde, de 19 a 20h, en el Paseo de Gracia de Barcelona. Me encantará saludaros y daros un abrazo en directo.
Sant Jordi 2016
23 de Abril
Firma de Libros
Mercè Castro Puig
PALABRAS QUE CONSUELAN
Stand de Plataforma Editorial
Paseo de Gracia, 73, de Barcelona
Horario de 19-20 h.
RE-INICIAR Y LEVANTAR EL VUELO
La vida nos parece más o menos feliz hasta que llega el golpe seco. El vacío. El dolor desgarrador que lo inunda todo. La rabia. La culpa por lo que hicimos, por lo que dejamos de hacer, por no poder modificar el destino. ¿Y ahora qué? ¿De qué sirve volver a ponerle ganas a la vida?
Quedarse en la cuneta de la existencia, aunque por un tiempo tal vez es necesario, no es la solución. No borra el sufrimiento, no aligera el alma. Es mejor, a mi entender, pasar a la acción, aunque nos parezca que estamos muertos y, en realidad queramos estarlo, en nuestro interior bulle el magma del cambio. El duelo es el pistoletazo de salida de una carrera que nos sacude la pereza que nos da bucear en nuestro interior. ¡Hay tanto dolor encubierto!
La fuerza de la vida nos impulsa, es imparable y, si nos lo permitimos, encontramos la manera de trascender la ira, de apagar el fuego que nos consume y reduce a cenizas lo que nos rodea. Detrás de la ira es posible que encontremos un océano inmenso de tristeza o al revés, da igual por dónde empecemos. Las emociones están ahí esperando ser atendidas, mimadas, reconocidas.
Despacio, vamos tomando conciencia de que somos capaces de levantarnos, incluso de sentir amor en mayúsculas con más intensidad, porque nunca antes habíamos necesitado como ahora estar cerca de la belleza, de la dulzura, de la naturaleza, del cariño por qué sí, sin buscar razones.
Ahora sabemos que el amor perdura, que es la moneda de cambio, que va más allá de la muerte. Por eso apostamos por pasar a la acción por re-iniciar lo que sea, cuantas veces sea, por qué más allá del amor todo es pura percepción.
Y honramos lo que hicieron por amor nuestros padres, abuelos y tatarabuelos y, con la antorcha que nos legaron en nuestras manos, encendemos de nuevo en nuestro corazón la llama de la vida.
TALLER DE PRIMAVERA
SÁBADO 7 de MAYO
HORARIO: de 10h a 13:30h
LUGAR: BARCELONA
INFORMACIÓN E INCRIPCIONES:
Tel. 650 98 38 80
mercecastro@mercecastro.com
TALLER DE PRIMAVERA: RECUPERAR SERENIDAD Y ENERGÍA 
La luz ya es distinta, el día más largo, el aire cálido, el color intenso y verde de las hojas nuevas, pura vida, el perfume suave y sugerente de las flores… Estamos en primavera ¡y la fuerza de la tierra lo inunda todo!
Es un buen momento para abrir el armario de nuestro corazón y empezar, sin prisas y con cariño, a dar nombre a nuestras emociones antes de que la nostalgia, quizá, nos paralice.
Por eso, porqué los cambios de estación no son fáciles cuando uno atraviesa una gran pérdida, abro la posibilidad de participar en un taller en el que ofrezco las herramientas que a mí me han ayudado a transitar el camino del duelo, a encarar mis primaveras y la vida entera, con una actitud más alegre y sosegada.
La intención es crear un espacio íntimo y seguro para volver a estar presentes con más energía, paz y confianza.
TERNURA, MUCHA TERNURA
Nuestro cuerpo es el guardián de heridas profundas. Algunas son recientes, otras tan antiguas que van más allá de nuestra memoria. No importa el tiempo si es preciso se mantienen abiertas durante siglos, implorantes, hasta que un día comenzamos a mirarlas con amor, aunque nos den miedo. Mientras, como quién acumula polvo, se recubren de capas y capas de amarga tristeza que pide a gritos consuelo.
Yo tengo una muy presente. Encierra el terror que viví en la autopista la noche del accidente. Durante 17 años al invocar ese recuerdo el dolor ha sido tan insoportable que no he podido permanecer allí ni un instante. Ahora las cosas están cambiando. Despacio, con delicadeza y amor, miro la escena y el dolor se transforma en compasión. Siento una gran ternura hacia mi misma no solo por haber vivido lo vivido, sino por haber aguantado el peso de ese enorme sufrimiento durante tanto tiempo. Presiento que al irse desvaneciendo mi horror, de alguna manera, el alma de cada uno de los que compartimos esa terrible noche se siente más libre y ligera.
Todos llevamos a cuestas dolores innombrables, de algunos nos consideramos culpables, los vemos como errores que nos hieren. Si cerramos los ojos, en aquella situación tan difícil que nos viene a la mente hicimos lo que hicimos porqué no supimos hacerlo de otra manera. Perdonarnos es la forma de deshacer los nudos de reestablecer el orden, de crear armonía. En el fondo todos somos niños asustados, inocentes, huérfanos de ternura.
PASO A PASO, SIN PRISAS
Los grandes duelos suelen dejarnos sin tierra bajo los pies y a años luz de la vida que habíamos llevado hasta entonces. Esos duelos por la muerte de alguien inmensamente querido paran el tiempo. Da igual si se inician con una larga enfermedad o vienen, sin previo aviso, de un momento a otro. La cuestión es que, desgarrados y a ciegas, nos encontramos ante un abismo profundo. Ese es el punto de partida y es normal sentirse perdido no solo los primeros meses, sino durante años.
Si, a pesar del miedo, decidimos tirar adelante iniciamos un camino que nos conduce a nosotros mismos. Durante el recorrido es bueno mantener el corazón abierto y hablar y escucharnos con honestidad. No vale engañarnos. Por un lado, hay que tejer y, por el otro, destejer hasta que nos sintamos en paz con lo que vamos creando. Sin prisas, paso a paso, dejando espacio al desespero, pero también a los destellos de luz que nacen de dentro, sin motivo, por muy efímeros que sean. El duelo exige sentir, vivirlo en carne viva todo, aunque a veces nos parezca que reyamos la locura.
Al principio nada es seguro -y ese principio puede parecernos eterno- pero, poco a poco, vamos descubriendo que dentro de nosotros hay realmente algo estable que nos sostiene. No es teoría, ni filosofía, ni fe, es una cuestión empírica. Ese poder increíble que nos mantiene a flote es el amor en estado puro. Cuando miramos con cariño lo que no nos gusta de nosotros mismos y nos perdonamos, lo de fuera adquiere una tonalidad más dulce y, aunque probablemente sigamos con altos y bajos, el temor no dura tanto y el dolor se trasciende.
Uno puede agarrarse al dinero, al estatus, al conocimiento… pero de poco o nada sirve eso cuando se entra en un gran duelo. Allí, en ese territorio inhóspito, lo único seguro es conectar con la propia esencia. Para eso es necesario irnos despojando de capas y capas de quejas, malentendidos, rencores, juicios y desencuentros. El proceso lleva su tiempo y probablemente no concluya ni con la propia muerte. Pero mientras tanto nos sentimos mejor, más ligeros y alegres. Al fin y al cabo la felicidad tiene mucho que ver con nuestra actitud, en saber encontrar el lado bueno de cualquier experiencia que nos depare la vida, aunque tardemos un tiempo en darnos cuenta. Paso a paso, a nuestro aire, sin prisas.
YA ESTAMOS EN PRIMAVERA
Miro por la ventana de mi casa y veo, sorprendida, la explosión de las hojas nuevas que visten los árboles de mi calle. El verde es tan verde, el fucsia de la bugambilia que enciende mi balcón es tan intenso!!! La vida, en primavera, año tras año, se desborda. Resulta a todas luces ambivalente contemplar tanta belleza sin verla reflejada en la mirada de los que ya no están.
Por eso me imagino que, en estos días de nostalgia salvaje, florece dentro de mi la certeza del amor en estado puro. Me agarro a ello por que sé que es lo único que me sostiene cuando sopla ese viento brutal que arrastra a los nuestros sin preguntar. La naturaleza es cruel y hermosa a la vez.
Me aparto de la ventana y tropiezo con una foto en blanco y negro en la que me veo, unos 20 años atrás, leyendo recostada en el sofá con mis dos hijos literalmente encima. Y me invade una alegría inmensa. ¡Merece tanto la pena vivir, aunque duela!
GUERREROS DEL AMOR
Tal vez con la muerte de su hijo los hombres se enfrenten, por primera vez, cara a cara, con su más desgarradora vulnerabilidad. Las mujeres también, claro, pero ellos llevan siglos intentando rehuir, al menos en público, las lágrimas, la impotencia, la certeza de que ante la muerte es imposible proteger a los tuyos.
Durante generaciones, que se remontan a tiempos sin memoria, se ha educado a los niños para ir a la guerra. Es así, aunque nos duela, aunque de un tiempo a esta parte las cosas estén cambiando y sea distinto para algunos. Por eso, para poder acudir al campo de batalla, su ADN incluye una coraza de guerrero que dificulta la expresión de sus sentimientos. Esa armadura es más o menos densa y profunda según la cultura en la que el niño ha crecido. Pero las emociones, los sentimientos están ahí, hirviendo, debajo del peso de siglos de silencio.
A mi me enternece su dolor, ese dolor que no pueden compartir con casi nadie porque les han enseñado a ocultarlo. Esa desgarradora desesperación que intentan esconder para no causar más desconsuelo. Ese volcán de sentimientos encontrados que no pueden resolver con la acción, con el trabajo, con la seguridad que proporciona el dinero…
A mi me enternece ver que, cuando por fin se desmontan, porque la muerte de un hijo te hace tocar fondo, en vez de ser compasivos con ellos mismos se sienten culpables porque les han hecho creer que si se vienen abajo no están a la altura.
¡Qué solos están los hombres ante el dolor! Por eso, aunque parezca una contradicción, algunos abandonan a sus mujeres y huyen.
A mi me parece que ya ha llegado el momento de tender puentes, de ir de la mano, de aceptar que cada cuál hace con su dolor lo que puede, lo mejor que sabe. Llorar va bien pero a algunos hombres les ayuda más hacer algo, pasar a la acción, para que los suyos estén mejor. Y si lo hacen con amor, lo que sea está bien, aunque se equivoquen. Los hombres en duelo, más que nunca, necesitan nuestras miradas de aprobación.
A ellos les cuesta más pedir ayuda y, cuando lo hacen, el sentir de muchos se resume en esta frase que me escribió hace unos días un padre: “daría la vida por la de mi hijo, pero no puedo llorar, ni mostrar mi desespero en casa, no quiero aumentar el dolor de mi mujer, no sé cómo protegerla”.
No es posible proteger a nadie si uno no se enfrenta primero a sus propios miedos.
Si cada uno se enfrenta, a su manera, a sus temores más inconfesables entre todos construiremos algo nuevo. Algo que nos ayude a estar más cerca, sin recelos, sin reproches, como si todos fuéramos uno y jugásemos en el mismo equipo. Todos necesitamos mirarnos con amor y ternura.
Las bases de los nuevos guerreros las expresa muy bien Jeff Foster:
“… A los nuevos guerreros –dice el escritor- no nos importa ser aprobados. Somos unos locos guerreros sin una sola pista.
Guerreros de la luz y la oscuridad, del sol y la luna y de las estrellas y la sombra, recorriendo nuestro camino sin miedo, o con un tremendo miedo.
No negamos ningún sentimiento.
Guerreros heridos, pero nunca avergonzados de nuestras heridas.
Guerreros fallidos que encuentran la victoria en sus fracasos.
Guerreros que no siempre se sienten como guerreros.
Guerreros con el corazón roto, pero avanzando, desnudos, exhaustos, vivos. La paz, nuestra única arma, El amor, nuestra única guía”.











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