HORAS BAJAS

DISFRUTAR DE LAS PEQUEÑAS COSAS (DIARIO)

 

30 de Abril de 1999

Viernes

Los viernes empiezo a trabajar a las 8h. A las 9,30 me sentía tan mal que he vuelto a casa. Me he quedado sin energía, me dormía leyendo. Me sentía mareada. Tenía que salir de Hymsa*. He vuelto en taxi y me he metido en la cama. He dormido hasta la 1h del mediodía. Al levantarme he pensado que me iría bien tomar el sol. El sol de Abril, en un país mediterráneo como el mío, te envuelve en un calorcito agradable y te notas casi al instante como revitalizada. Estas cosas no se perciben tanto cuando se está bien, pero ahora han cobrado mucha importancia para mí. “La vida son ratitos”, le dijo un anciano africano al escritor Javier Reverte. Lo leí hace unos días y me pareció muy acertado.

*Hymsa: la empresa donde trabajo

APRENDER A CUIDARSE (DIARIO)

 

28 de junio de 1999

(Tarde)

Hace 10 días que no voy a trabajar. Estoy agotada y he pedido la baja laboral para recuperar fuerzas. Agradezco de todo corazón a Hymsa su comprensión. Todos mis compañeros, de una forma u otra, me han mostrado durante estos meses su lado más cariñoso. Pero mi profesión se encuentra ahora relegada a un último término. Necesito estar en casa para reencontrarme a mi misma y volver a empezar.

En la intimidad de mi hogar me siento bien, mucho mejor que fuera. Ahora no me importa limpiar, al contrario, parece como si al hacerlo ordenara también mi mente. Del exterior sólo me interesan mis amigos. De alguna forma, aunque hemos entrado ya en el verano, estoy invernando. En cambio, mi hijo Jaime, adolescente, está haciendo el camino inverso. Se está abriendo al mundo y esto me produce una inmensa satisfacción. Creo que hoy ha sido la primera vez que ha dormido en casa de un amigo, después del accidente, y ahora está en el cine con otro compañero. Esta descubriendo el valor de la amistad. Es valiente. Y a mí me produce mucha ilusión verle avanzar. Tengo la sensación de que los tres -Luís, Jaime y yo- estamos avanzando aunque debemos recorrer caminos distintos. Cada uno el suyo, con la ayuda de los demás.

Los progresos son lentos y profundos. Por ejemplo, desde la muerte de Ignacio he soñado muchas veces que me dejaban un bebé. Intuía que estaba mejor conmigo que con sus padres, pero cuando lo tenía en brazos, de un modo u otro caía y se daba un fuerte golpe en la cabeza. No se moría pero mi angustia era tal que me despertaba llorando. La impresión no se desvanecía durante el día y presentí que el inconsciente había dado con algo importante. Primero pensé que el bebé representaba a Ignacio pero luego me he dado cuenta de que soy yo. Porque el día que hablé con mis jefes para anunciarles -después de haberme costado muchísimo decidirme- que no volvería al trabajo hasta dentro de tres meses, soñé que el bebé que me dejaban era una niña y empezaba a andar cogida de mi mano. Y no sólo no caía, sino que la entregaba a sus padres, después de pasear juntas, plácidamente dormida.

ES NORMAL ROZAR LA LOCURA, SENTIRSE PERDIDO (DIARIO)

 

11 de junio de 1999

(Mediodía)

El otro día iba andando hacia el trabajo y mis ojos tropezaron con unas manos adolescentes que hacían girar el bolígrafo entre los dedos como Ignacio. El corazón me dio un vuelco, el tiempo se paró y yo no sé cuento rato estuve mirando aquellas manos que se parecían a las de mi hijo hasta que levanté la cabeza y miré a la cara del chico. Mi corazón quiso ver a Ignacio. Hubiese podido ser él. Me entró vértigo y me fui despacio. El límite entre la cordura y la locura es finísimo. Me sentí en la frontera y me asusté. No sé si estoy tocando fondo, pero lo estoy pasando muy mal. Desde la muerte de mi hijo es como si una nube espesa me acompañara siempre. Estoy tan cerca de lo irreal, como de lo real.

Hace un par de años leí que estar de duelo es como atravesar un túnel. Yo estoy entre tinieblas. No sé qué hacer conmigo, con mi vida. Tengo muy pocas fuerzas, pero las suficientes todavía para darme cuenta de que he de ser paciente conmigo misma, dejar pasar el tiempo y pedir ayuda“a los de arriba”.Cuando perciben que la cosa va en serio, que no puedo más, siempre acuden; a veces en forma de llamada de una buena amiga, como Carmen Galard, que con su saber me reconforta. Me da aliento y pistas para ver más claro. Otras aparece mi hermana y prepara con todo su amor la cena para mi familia, mientras me ruega que me estire en el sofá y descanse… en ocasiones surgen en mi mente, como por arte de magia, ráfagas de pensamiento que me ayudan a entender qué ocurre, frases como: “después de un momento difícil llega otro feliz de la misma intensidad” o “una cosa es saber y la otra comprender”. Pensamientos que, intuyo, no son míos. Pertenecen al saber cósmico, a la energía del bien. Y me los mandan mis maestros, mis guías, gente espiritualmente más evolucionada que me quiere. Cuando estoy realmente mal actúan con rapidez. Antes yo sabía, porque lo había leído en los libros, que existe otra vida, otras dimensiones, que la energía no se crea ni se destruye… pero ahora lo siento, lo vivo. Nada ocurre por casualidad, ni lo bueno ni lo que consideramos malo, aunque nos duela. Todo tiene un por qué y forma parte de un plan perfecto, infinito.

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