CREAR ARMONÍA

 

Sin darnos cuenta, durante el duelo, a menudo nos dejamos mecer por los momentos felices de la vida de antes, cuando estábamos todos aquí. Esa vida que evocamos ya no es la nuestra, pero sí forma parte de nosotras. No se ha perdido nada, no empezamos de cero.

 

Después del huracán de las despedidas nos sentimos perdidas, sí, pero el hilo de amor que nos sostiene sigue ahí. De la mano de la paciencia es posible renacer, reencontrarnos, volver a querernos.

 

En mis momentos de desconsuelo, me reconforta atesorar cariño. Ver en la calle un gesto amable de alguien, aunque no vaya dirigido a mí, me da paz. La dulzura, la compasión fortalecen ese hilo de amor que nos une a todos y da un sentido a la existencia.

 

No podemos evitar los grande vaivenes, el dolor, pero sí es posible suavizarlos con ternura; regalarnos miradas de afecto, de complicidad, abrazos sentidos, palabras bonitas… Poner la atención en la belleza de las cosas sencillas, da sosiego, es un bálsamo para el corazón.

 

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