TODO PASA

Uno de los regalos que atesoro de mi gran duelo es la certeza de que “todo pasa”, aunque parezca absolutamente imposible cuando estamos inmersos en plena tormenta. Cuando estamos mal, estamos mal y cuesta imaginarnos bien, ¿verdad?

 

No se trata de que el tiempo lo cura todo, no, no es eso. El tiempo por sí solo no arregla nada, incluso diría que ahonda el sufrimiento, lo esconde, lo enquista.

El “Todo pasa” al que me refiero requiere, de nuestra parte, la voluntad de sentir lo que sea que en nuestro presente estemos sintiendo, sin rehuir, aferrarnos o criticarnos, ni por supuesto, culpar a los otros de nuestro desasosiego.

 

 

La intención es dejar que el impulso de la vida tome las riendas y nosotros limitarnos a escuchar qué nos quiere decir el alma a través del cuerpo. ¿Hay tensión? Buscamos entonces un terapeuta que nos ayude a liberarla o salimos a andar, o nos vamos a nadar o le pedimos con dulzura a esa parte que se afloje y si conviene la ayudamos arrancando a llorar hasta adormecernos, como los niños. O damos golpes con algo duro para que la rabia encuentre una buena manera de desaparecer.

 

 

 

Si hay miedo podemos recordarnos todas las veces que hemos hecho algo muertas de miedo y le hemos podido dar la vuelta al marcador y salir fortalecidas. El miedo da miedo, no es agradable, lo sé pero forma parte de nosotros, es tan natural como la vida misma sentirlo.

 

 

¿Nos quedamos sin fuerzas? Si es así, nos entregamos al cansancio. Nuestro cansancio es humano. Poco a poco, sin apresurarnos podemos permitirnos ir soltando esas maneras de hacer que nos pesan tanto!! Cada uno arrastra las suyas. En mi caso suelen tener que ver con el control, la rigidez, la exigencia…

 

 

Y así, después de momentos, días o meses de desespero, llegan momentos de conexión sagrada. Volvemos al amor, que es lo contrario del miedo. Y aparece ante nosotros la belleza de la vida y desaparecen los horrores o, al menos, no nos hieren tanto.

 

 

Sintonizamos, entonces, con la ilusión de estar presentes, de iniciar un nuevo día, de disfrutar de la riqueza del nuevo oasis. Sabiendo que todo pasa, lo bueno y lo malo y, mientras estamos en calma podemos echar una mano a los que se encuentran en pleno desierto.

 

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