PASO A PASO, DÍA A DÍA

 

 

Hay épocas en que la vida nos empuja, como si el alma quisiera dar un salto cuántico y, nosotros, asustados, persistiéramos en agarrarnos a algo conocido que ya no existe.

 

 

Cuanta más resistencia, más dolor, eso lo tengo comprobado. También sé que cuando vivimos un duelo, sea por enfermedad, por la muerte de un ser querido, por la pérdida del trabajo, porqué él o ella ha dejado de querernos… por lo que sea, la mente se dispara.

 

 

Como un caballo desbocado, la mente, «la loca de la casa», nos lleva a escenarios apocalípticos. Si no la atamos en corto y dejamos que campe a sus anchas, posiblemente el miedo nos paralice y nos rompamos. No pasa nada, siempre estamos a tiempo de reconstruirnos, de renacer.

 

 

Pero cuando estamos viviendo una situación límite, lo mejor, a mi entender, para evitar el miedo y el desasosiego es vivir, sin expectativas, paso a paso. Como si amasáramos o tejiéramos nosotras mismas, con todos nuestros sentidos, cada momento.

 

 

No ir más allá del día a día nos ayuda a conservar la paz. De esa manera es posible crear reconfortantes burbujitas de alegría, de buen humor, de entrañables caricias… De esta manera, suelen surgir las palabras cariñosas, y esas miradas de afecto que tanta falta nos hacen cuando la vida nos hiere y nos sentimos desamparados.

 

Esas burbujitas de las que hablo son las que nos acercan a la ternura y, entonces, es más fácil ver lo que nos está pasando con dulzura, como una experiencia más. Dolorosa, sí, por supuesto, pero también, a ratos, entrañable, amorosa. Al fin y al cabo todo es vida.

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