!QUÉ BUENO ES LLORAR!

 

 

Me cuesta horrores llorar, pero cuando el caudal sobrepasa los límites y las lágrimas se desbordan sin freno, siento una gran paz.

 

Muchos tenemos muy arraigada la creencia de que hemos de ser fuertes y aguantar de pie y sin flaqueza las embestidas de la tempestad.

 

La verdad, a lo largo de mi vida, lo que me ha dado fortaleza es acariciar sin reproches mi vulnerabilidad.

 

Cuánta más ternura soy capaz de regalarme, más capaz me siento se sostener la realidad.

 

Por eso, porqué sé que funciona, os invito a llorar y, cuando la presión del pecho remita, se afloje, es el momento de conectar con el amor en estado puro, con el sosiego de la gratitud, con la alegría que provoca el sentido del humor.

 

Viene Navidad y las heridas del alma palpitan al compás de las lucecitas que adornan los árboles y las calles de nuestra ciudad.

No vamos a negar la tristeza, ¿verdad? Si nos permitimos ser honestas/os con lo que sentimos es más fácil darle la vuelta y trascender nuestras íntimas tragedias y sentir, desde muy hondo, que el amor, siempre, siempre merece la pena.

 

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