EL CALOR DE LOS ABRAZOS
Hubo un tiempo, duro, en que yo no sabía si podría volver a la vida. Quería de corazón estar presente para acompañar a los que amo, sí, pero a menudo, sobre todo cuando estaba sola y podía aflojar mi máscara de guerrera, me perdía en la incertidumbre y rozaba por instantes la locura.
Nunca me había sentido antes tan perdida, tan vulnerable, con tanto miedo… No sabía entonces que los desafíos de la vida son siempre desafíos de amor. Eso empecé a vislumbrarlo al tocar fondo. O dejaba de torturarme con pensamientos terroríficos o me ahogaba.
Así empecé a experimentar lo sanadora que es la gratitud, el poner la atención en lo bueno que hay en mi y los demás, en la belleza de los árboles, de algunos balcones con flores, en las luces doradas que encienden los rincones cotidianos de mi ciudad.
Eso me llevo a seguir el hilo de la ternura, la calidez de algunas miradas, la dulzura de las palabras bonitas que salen del alma. ¡Cuánto reconfortan las caricias sinceras, los abrazos largos, sentidos, profundamente humanos!
A veces el ruido de la propia vida me arrastra, se dispara el piloto automático y pierdo la sintonía del amor. Aparecen juicios, críticas y temor. Bueno, qué le vamos hacer, son parte de mi y ya sé que esquivarlos es peor. Los escucho, los arropo y poco a poco vuelvo a la gratitud.
Hola Merce, estuve el dia 28 en la presentación de tu libro, que ya he empezado a leer, también tengo tu primer libro. Gracias por tu dedicatoria y tus palabras cuando te dije que he perdido a mi hijo hace 3 años. No estoy como en el primer o segundo año, pero estoy muy tocada. Lo peor ahora es la profunda tristeza y la añoranza, todavía me queda un largo camino que recorrer, lo sé. Lo llevo siempre conmigo
Sí, el camino es largo preciosa. Ten paciencia contigo misma y pide cuántas más ayudas mejor. Un abrazo inmenso y muy, muy amoroso