PALABRAS QUE CONSUELAN
No me lo esperaba, estaba en casa y un mensajero me ha traído ejemplares de mi segundo libro «Palabras que Consuelan» 5a edición. Me ha hecho muchísima ilusión que se siga reeditando y agradezco a Jordi Nadal, de Editorial Plataforma, que siga confiando en la bondad de hablar del duelo, de cómo trascender el dolor y volver a amar la vida.
Durante la travesía de mi largo duelo he podido constatar que el amor es lo único que de verdad nos sostiene. Poco a poco, con paciencia, nos vamos despojando de capas de resentimiento, de desencuentros, de rabia, de locura… hasta que queda a la vista el cariño, la ternura, las palabras bonitas, los abrazos, las caricias. Es ahí, en ese espacio dulce y sagrado donde la vida vuelve a tener sentido. Gracias por acompañarme.
¿TE RECONOCES A TI MISMA?
Desde pequeña he tenido una ligera pero persistente sensación de no encaja, de no estar del todo asentada, cómoda, reconocida. Eso me ha llevado, a menudo, a mantener una actitud orgullosa, desafiante, de rebeldía, muy agotadora.
Haciendo un repaso, me doy cuenta que muchas de mis batallas, de mis desencuentros, han estado motivados, precisamente, aunque parezca un contrasentido, por negar su lugar a las personas que no me han gustado.
Al mirar hacia dentro, he descubierto que esa sensación de no pertenencia, esa forma de actuar guarda relación con no otorgarme reconocimiento a mi misma. Si no nos prestamos atención, es difícil que la encontremos fuera.
Aparte de los duelos que nos ha tocado vivir, me parece que cada uno tiene heridas antiguas y la vida nos ofrece la posibilidad de envolverlas con dulzura hasta sanarlas. Siempre tenemos la opción de acogernos con ternura, de tratarnos con respeto, de ser amables y pacientes con nosotras mismas.
Es bueno, a mi entender, observar con cierta distancia los mecanismos que nos llevan a actuar de determinadas maneras para poder, con mucho amor, trascender lo que nos hace daño.
Si decidimos vivir con cariño, dejar atrás maneras de hacer, confiar en nosotras mismas, aunque a veces tengamos que saltar al vacío para seguir adelante, el Universo se encarga de facilitarnos el camino.
RECONCILIARNOS CON LA VIDA
De repente viene un golpe seco; un accidente, un diagnóstico irreversible, una mala noticia… y todo lo que nos parecía sólido se desvanece. Nos quedamos con la sensación de andar a ciegas, sin agarraderas, con el corazón tiritando.
Durante los primeros tiempos de un gran duelo, bastante hacemos con levantarnos de la cama y no sucumbir al desespero, a la rabia, a la locura…
La aceptación no llega de un día para otro. Si nos quedemos quietos, resignados, abrazados al dolor perpetuo, cerramos las puertas a darle un nuevo sentido a la vida. Y perdemos la oportunidad de salir fortalecidos.
Volvemos a la vida despacio, agradeciendo los momentos de calma, los tenues destellos de alegría, la capacidad de andar, de respirar, de recibir o dar un abrazo. Apaciguamos el alma viendo en la sencillez de lo cotidiano un regalo.
Nos reconciliamos de la mano de la amabilidad, de las palabras cariñosas, de las miradas de aprobación, de la ternura y el respeto hacia nosotras mismas. Así, poco a poco, vamos ganando fuerza, sintiéndonos cada vez más cerca del amor de los que han partido.
Y un día nos damos cuenta que en nosotras está crear momentos felices, independientemente de lo que n
INSTANTES ENTRAÑABLES
En mis ratos oscuros, cuando el desasosiego me envuelve y la realidad me duele, me da miedo, me incomoda… pido ayuda a mi parte amorosa y sabia, esa que tenemos todos, que está siempre disponible y responde a muchos nombres.
Luego, cierro los ojos y siento el cariño de los seres que quiero y me quieren, estén vivos o muertos. Repaso los momentos bonitos. Agradezco lo bueno que hay en mi vida y me felicito por todas las veces que me he levantado después de haber caído.
Procuro ser amable conmigo misma y tener paciencia. Recordarme que todo pasa y lo que hoy es terrorífico, tal vez mañana no lo sea tanto. Me perdono por todas las veces que me he tratado mal. El perdón tiene efectos liberadores y calmantes.
Me imagino de niña, con las dos trencitas que me hacía mi madre, y me envuelve la ternura. Recuerdo la suerte de convertirme yo en madre -no lo cambio por nada- y el inmenso privilegio de ser abuela y, poco a poco, vuelvo a sentirme amorosa.
Mientras nos quede aliento, a pesar de los vaivenes, tenemos la capacidad de elegir la belleza, de crear instantes entrañables, mágicos, de esos que se convierten en islitas de amor en estado puro.
DATE UN RESPIRO
Haz un paréntesis para estar contigo, sin reproches, ni juicios, ni ninguna intención, solo por el placer de acompañarte y mimarte.
Busca a la niña que fuiste y sonriele, ella no sabía lo que le deparaba el futuro, su inocencia todavía está en ti y se merece todo tu amor.
Darse un respiro es eso, dejar de exigirse, ir a lo básico; respirar, no poner resistencia a nada, hacer las paces con lo que venga.
Esperar lo mejor porqué te lo mereces. Sé que sobrevivir a la muerte de un hijo nos acerca durante un tiempo a la locura: es mucho dolor! Sabemos lo que es estar fuera de la vida.
Por eso, cualquier destello de ternura hacia nosotras mismas es agua de mayo. Buscar la belleza, escribir o hablar de lo que sentimos nos da alas.
SENTIRSE EN BUENAS MANOS
Empieza ahora un nuevo año y todos nos mandamos buenos deseos, ¿pero cómo concretarlos? No tenemos una varita mágica, capaz de borrar el hambre, el sufrimiento o las guerras, pero sí tenemos el poder de sembrar en nuestra vida cosas hermosas.
Una de ellas, que a mi me produce mucha ternura es agradecer. Poner la atención en lo bueno que hay en mi y en los demás. Regalar cariño es otra; a veces, voy por la calle y envío mentalmente buenos deseos a las personas que me cruzo y eso me produce una sensación muy amorosa.
Sin mediar palabras, el hecho de amar porqué sí, sin ni siquiera conocer al otro, crea en mi dulzura y diluye mis miedos. Crear momentos en los que no hay juicio me produce una agradable sensación de unidad, de sentirme en buenas manos.
A lo largo de las generaciones siempre ha habido desafíos, cambios, porque la vida nunca se está quieta. A mi me gusta imaginar que los que estamos aquí, ahora, en el planeta, como los que nos han precedido, tenemos la posibilidad de ir creando nuevas realidades, más amorosas. Tal vez el mundo económico lo gobiernen cuatro, pero en nuestro mundo interior somos nosotros los que mandamos.
Somos nosotros los que decidimos qué hacemos con los desafíos; verlos con amargura o como la oportunidad de ir más allá, de descubrir nuevas maneras de amar. La segunda opción, libera, porque el amor nunca cae en saco roto. No muere con la muerte, al contrario, lo hace más fuerte.
NO CAMBIO EL CARIÑO POR NADA
Son días de tantos altibajos, ¿verdad? En todas las casas florece la ausencia de los que se han ido.
La música, en mi, desata las emociones y lloro, liberando así todo la nostalgia que he ido reteniendo, sin darme cuenta.
Luego sonrío, porqué siento que todo encierra un lado bueno, lleno de belleza, muy amoroso.
El dolor más desgarrador, guarda la esencia del amor más profundo. No cambio el cariño dado y recibido por nada.
No me resisto a sentir lo que siento, al contrario, me entrego a lo que surja porque todo es vida, aunque duela.
Y me gusta imaginar que el plan es perfecto, que en cada momento el Universo me ofrece las herramientas que necesito.
Y me gusta imaginar que los que han cruzado están bien, que me sonríen y me recuerdan que solo se han ido un poco antes.
Y me gusta imaginar que nos abrazamos y este abrazo me reconforta tanto que me une a ti, a todos. Me une con los que estamos aquí para sentir la fuerza y la dulzura que nos mantiene con los pies en la tierra, para apoyarnos. Con los que han partido para constatar que el amor continúa.
La vida es un misterio y el amor es la contraseña que nos permite transitarla con ternura
GRACIAS
Qué agradable sentir la calidez de las personas que, como yo, han vivido o empiezan grandes cambios con la mirada puesta en el cariño.
El encuentro de este pasado viernes en Andorra me ha regalado paz y dulzura. Me ha hecho ilusión estar en una escuela, con padres, maestros y psicólogos hablando de la muerte y el duelo para amar más la vida.
Gracias al Colegio Sant Ermengol, a Mª Pilar, a Montse, a Rosa, a Paco, a Eloy, a todos los asistentes, aunque no recuerdo vuestros nombres, sí guardo en el alma los abrazos compartidos.
NOS VEMOS EN ANDORRA
Hablar de la muerte y el duelo es cada vez más frecuente, pero sigue siendo un poco tabú, como innecesario o de mal gusto hasta que tropezamos con la realidad.
Entonces, si la pérdida es de alguien que queremos con toda el alma, nos sentimos perdidos, el dolor es desgarrador y nos suelen faltar herramientas para sobrellevar lo que nos parece imposible.
A lo largo de la vida, casi todos perdemos a alguien que amamos, por eso agradezco la oportunidad de poder compartir, en un colegio, con padres y adolescentes lo que a mi me ha ido bien para afrontar la muerte de mi hijo Ignasi y de mi esposo. Me ayuda a sentirme útil.
Gracias a Mª Pilar Armengol del colegio Sant Ermengol y a la Asociación de duelo Marc G.G, por darme esta oportunidad. La entrada es abierta y gratuita. Si podéis venir, me encantará daros un abrazo.
AHONDAR EN LA TERNURA
Lo mire por donde lo mire, no encuentro nada más eficaz que el amor para atravesar momentos difíciles.
Es verdad que, en ocasiones, la vida nos pone a prueba de forma desgarradora, nos suele dar en la diana de lo que más nos duele y nos hundimos.
No somos santos y, al menos yo, suelo tropezar con la misma piedra unas cuantas veces hasta que me doy cuenta que algo estoy haciendo mal.
Generalmente, lo que ocurre es que me he dejado llevar por la envidia, el desaire, los celos o me he puesto en un lugar que no me corresponde. Casi siempre el origen tiene que ver con no soltar algún prejuicio o creencia que me limita, me confunde, me aleja de disfrutar de la calidez del cariño.
Es más fácil dar la culpa a otros, a una situación compleja, a la propia vida, antes de mirar hacia dentro e intentar ver qué nos puede ayudar a hacer las paces, a liberarnos, a cambiar nuestra actitud ante lo que sea.
Agarrarse a la ira, la rabia o el odio, aunque nos parezca legítimo, solo trae amargura. Estar enfadado siempre con el mundo desgasta mucho.
No vale la pena malgastar así la existencia.
Todos nos equivocamos, eso nos hace humanos y reconocerlo nos ayuda a rasgar otro velo, a sentirnos cerca de la tranquilidad, del bienestar, de la alegría.
Vamos a intentar querernos un poco más y así poder mirar con delicadeza y comprensión a los demás, a lo que nos sucede, aunque no nos guste.
Cuánta más ternura desprendemos, más agradable es vivir, menos dramático es todo, más cálido es el recuerdo de los que nos han precedido y los percibimos más cerca, ¿verdad?
Sígueme