HABLAMOS DEL DUELO EN ALBACETE
I JORNADAS DE DUELO
ORGANIZADAS POR LA ASOCIACIÓN DE NIÑOS CON CÁNCER AFANION
Ignasi se dio un golpe en la cabeza y estuvo tres días en la UCI, pero muchos otros hijos mueren tras una larga enfermedad que, muy probablemente, deja a los padres exhaustos, con el alma y el cuerpo inmensamente agotados, de tanto velar con inmensa ternura lo que más aman, de tando dolor que supone ver morir a un hijo.
Su duelo empieza al oír el diagnóstico, pero seguramente queda en gran parte aparcado porqué nos agarramos a la esperanza hasta que la realidad se impone. El amor nos mantiene en pie, hasta el último suspiro, y sigue siendo la tabla de salvación durante la extensa travesía del duelo.
De la muerte y de las herramientas que nos ayudan a volver a la vida hablaremos en Albacete, este sábado, 28 de octubre, en la sede de AFANION, CRISTOBAL LOZANO,15 ALBACETE wwwafanion.org
LOS HIJOS ESCONDEN SU DOLOR
ENTREVISTA DIARIO ARA TRADUCIDA
Periodista y madre de
Ignasi, que
murió a los 15 años, y
de Jaume, de 32.
Es autora de
‘Dulces destellos de
luz ‘(Plataforma) y
anteriormente de
‘Volver a vivir’ y
‘Palabras que
consuelan ‘.
Era el día de san Esteban del año
1998, volvíamos de una fiesta especialmente
entrañable. Nos habíamos reunido la familia Casals.
Lluís, mi marido, que es
fotógrafo, había preparado un álbum
para cada uno de sus siete
hermanos con fotos de cuando
eran pequeños.
-Caray, debían de reunirse muchos.
Unos cuarenta. El regalo de los álbumes
emocionó a todos y durante
el día se respiró la magia que desprende la ternura de
los recuerdos amorosos. A la vuelta,de pronto, aparecieron
unas luces potentes que venían
del otro lado de la autopista.
En sentido contrario, un coche
perdió el control y chocó frontalmente
contra el nuestro en un
tramo sin separación.
-Dios mío …
Mientras dábamos vueltas de campana
tuve la certeza de que mi
vida estaba cambiando. Ignasi se dio
un golpe en la cabeza y ya no se despertó
nunca más.
-Lo siento, Mercè.
Ignasi era el mayor. Jaume, el
pequeño, tenía trece años y agradezco
infinitamente que no muriera aquella
noche terrible. Sufrió heridas
leves, pero la herida en el alma por
la muerte de su hermano fue muy
profunda. Lo fue para todos,
pero él tenía en su hermano un
referente y, de repente, se quedó
solo ante unos padres destrozados
y perdidos. Así estuvimos durante
mucho tiempo los tres haciendo piña,
para soportar el dolor.
-Como continuó tu vida?
Me sentí vacía y fuera de la
vida durante mucho tiempo. Tuve
que reinventarme porque
incluso las palabras o los objetos
perdieron su significado.
Mirar por la ventana era como mirar
un abismo. Era como vivir en
una montaña rusa interminable
y, en algunos momentos, tuve
miedo de volverme loca.
-Pero has renacido.
Hay que tener paciencia contigo misma.
El camino es largo. A mí me fue bien la ayuda especializada. el
duelo requiere conocerse, mirarte
adentro y abrazar con ternura
nuestros miedos. La gratitud, no
juzgarte ni juzgar a los demás, ser
amable contigo mismo, perdonar
y perdonarme, han sido herramientas
muy valiosas.
-Después de 19 años, todavía
habláis de él?
Es imposible dejar de hacerlo,
aunque ya nos hemos acostumbrado a
vivir sin la presencia física de
Ignasi. Pero hemos procurado no
idolatrarlo. Era un chico fantástico
pero tenía defectos, como todo el mundo.
Es fácil mitificar al hijo muerto, es
un riesgo que implica una gran soledad
para los hijos vivos.
-Te entiendo.
Son los que tenemos aquí, los que
necesitan nuestros abrazos.
Los niños y los adolescentes
suelen ocultar su dolor
para no añadir más preocupaciones
a los padres. Por ello requieren
toda nuestra atención.
-Has conocido otras tragedias?
A través de mi blog y de facebook estoy en
contacto con padres y madres que
han perdido hijos, y no hay una sola
historia que no me conmueva.
Cada uno hace lo que puede. Pero me hace
feliz ver cómo el dolor se va
transformando en un sentimiento
de amor incondicional, de una
gran belleza.
-¿Qué recuerdas especialmente de
tu hijo?
A Ignasi no lo he de recordar, lo
siento dentro, forma parte de mí,
como cuando estaba embarazasa.✖
Francesc Orteu
GRACIAS MURCIA
He vuelto a casa llena de vuestra sabiduría, de vuestro cariño, de vuestras experiencias… Me siento infinitamente agradecida de haber podido estar cerca de personas sensibles, amorosas y, por ello, a mi entender, enormemente valiosas como profesionales sanitarios, qué suerte tiene el Hospital de la Arrixaca de contar con vosotros, qué suerte tienen los enfermos de estar en vuestras manos! Gracias por todo lo que me habéis enseñado, por la esperanza que estáis sembrando, por el consuelo que dais a los demás en momentos de tanta vulnerabilidad. Gracias de corazón y felicidades para ti Mirella Rosique GaaDi Grupo Duelo Mirella por impulsar ese gran proyecto de humanización que ya ha cumplido dos años. Gracias a todos los ponentes por enriquecer mi alma. Gracias a Pastora Mompean Franco a Antonio y a Eloisa, a Virginia, a Aten, a Maite Amigo, a Veronica Soto Herrero, y a TODOS los que no nombro, pero siento igualmente cerca, por tanto cariño.
HABLAMOS DEL DUELO EN MURCIA
19-20 de Octubre 2017
Un día, tal vez te anuncian un diagnóstico médico que te deja prácticamente fuera del mundo, sin tierra bajo los pies o, de repente, sin previo aviso, una de las personas que más amas muere y tu realidad se rompe. Nada es igual. Lo que antes te servía para sentirte en paz y segura o, al menos, relativamente feliz y tranquila ya no sirve después de un golpe así.
La conmoción es tan profunda, quedamos tan fuera de la vida, que hay que aprender a renombrarlo todo. Y eso, requiere estar con uno mismo, sumergirse en las propias sombras y, con la ayuda de una mano que no juzga, empezar a poner luz a lo que más nos asusta.
Por eso, me parece que hablar de sentimientos, de emociones, de la muerte y el duelo, en un espacio adecuado y sosegado como el que ofrece el Hospital Clínico Universitario de la Arrixaca, un lugar de referencia, es un precioso regalo. Gracias Mirella Rosique por coordinar estas jornadas, por darnos la oportunidad de ampliar nuestra conciencia, mirando juntos, y bien acompañados, en nuestro interior.
LAS PALABRAS CREAN REALIDAD
“No puedo”, “no sé”, «no sirvo»,“no me lo merezco”, “No tengo suficiente …”, “La culpa la tiene…”, “lo odio”, “me aborrezco”… Las palabras pronunciadas en voz alta adquieren un poder inmenso y acaban forjando nuestra realidad.
Para darle la vuelta a lo que nos hiere, nos causa dolor o crea malestar en nuestra vida podemos, de forma consciente, prestar atención a lo que decimos y al tono que empleamos al decirlo.
Probablemente, habremos dado un paso inmenso hacia delante si nos permitimos dejar la puerta abierta al cambio, utilizando palabras conciliadoras. Por ejemplo, un simple “DE MOMENTO no puedo”, “DE MOMENTO no sé cómo hacerlo”, “DE MOMENTO no tengo suficiente energía, dinero, paciencia…”, “DE MOMENTO me cuesta perdonar y perdonarme” abre en nuestro corazón nuevos y esperanzadores horizontes.
Las palabras no son inocuas, por eso ante los grandes desafíos de la vida conviene estar muy atentos y escoger palabras amorosas en vez de sentencias que juegan en contra de nuestro bienestar. Las palabras pueden ser un bálsamo o echar más leña al fuego.
Si al poder sanador de las palabras justas unimos la capacidad de escucharnos y escuchar con compasión, sin juicios, lo que nos es difícil de oír habremos dado otro paso esencial para vivir en paz con nosotros mismos.
En tiempos de gran tensión, de crisis vitales profundas, las emociones están a flor de piel y va bien sentirlas, darles un espacio, en vez de esconderlas, aunque sea sin darnos cuenta. Mientras, con palabras y silencios amorosos podemos ir creando armonía en nuestro interior, en casa, fuera, con nuestros amigos, y con los que no lo son tanto. Esparcir amor siempre sale a cuenta, al fin y al cabo, comparado con la eternidad, es bien poco el tiempo que estamos aquí, tarde o temprano todos vamos a morir y a mi me gustaría llevarme mucho cariño y, a ser posible, dejar un mundo mejor.
»TRAS LA MUERTE DE MI HIJO LOGRÉ RENACER»
He escrito este testimonio, que quiero compartir con vosotros, para la revista «LECTURAS» que ha salido hoy a la calle. Hablar de la muerte y de nuestros sentimientos me parece vital para afrontar el duelo.
“Volvíamos de la fiesta familiar de Navidad. De repente, aparecieron ante nosotros unas luces potentes que venían del otro lado de la autopista. Mientras nuestro coche daba tumbos, y yo todavía no era consciente de lo que sucedía, tuve la certeza de que mi vida estaba cambiando”.
“ Cuando muere una persona inmensamente querida nuestra realidad se rompe. Nos sentimos solos, desgarrados, vacíos, sin tierra bajo los pies… Así me sentí yo durante mucho tiempo al morir mi hijo mayor, Ignasi, a los 15 años, aquella terrible noche de 1998.
Esta sensación de estar permanentemente perdida en mi ciudad, en mi casa, en mi propia vida duró meses. Los objetos cotidianos me parecían muertos, irreconocibles, todo me era ajeno. Entre yo y la vida había una distancia enorme, un precipicio insalvable. Me sentía vacía, hueca por dentro. La soledad que encierra el dolor desgarrador es inmensa.
Me costó muchas lágrimas dejar ir, con cariño y sin juzgarme, el pesado lastre de emociones aparcadas que arrastraba. No tenía alternativa, si miraba para otro lado me ahogaba; cualquier sentimiento que intentaba rehuir se hacía grande hasta que acababa dominándome y el miedo me paralizaba. En cambio, si lo dejaba estar en mi, si lo aceptaba perdía fuerza y al final se desvanecía.
Durante los primeros años de duelo, en mis peores momentos, cuando la añoranza era insoportable, me reconfortaba la certeza de que todo pasa, de que el amor va más allá de la muerte y que, aunque no podía abrazar a mi hijo, si podía sentirlo cerca, en mi corazón. Durante la travesía de mi largo duelo pude constatar que el amor es lo único que me permitió volver a la vida.
Empecé a ver la luz al final del túnel cuando tuve la certeza de que la elección de ser feliz, de sintonizar con la alegría, de vivir con serenidad y en paz solo depende de mi, de mi actitud. Me di cuenta, aunque tropiezo y caigo muchas veces, que, en última instancia siempre tengo la oportunidad de elegir qué quiero que florezca en mi corazón: ¿la gratitud por lo vivido o la amargura por lo que he perdido? ”.
NO LO PASES
SOLA Y BUSCA
CONSUELO
.Pedir ayuda. Es bueno contar con el soporte de un terapeuta y/o algún grupo de duelo.
.Acercarse a la naturaleza. Mirar el mar, pasear por el bosque, tomar el sol… La naturaleza nos da energía.
Llorar, gritar. Las lágrimas proporcionan consuelo y gritar nos ayuda a liberar la rabia que produce la situación.
.Evitar reproches. Perdonarnos a nosotros mismos y a los demás es clave para nuestra recuperación.
.Centrarnos en los “para qué” en vez de los “por qué”. El por qué nos ha sucedido a nosotros suele llevarnos a la ira, el victimismo o la culpa. En cambio el “para qué” abre horizontes esperanzadores.
Mercè Castro, periodista, tiene 60 años y, a raíz de la muerte de su hijo a escrito tres libros:“Volver a vivir”, “Palabras que consuelan” y “Dulces destellos de luz”. Es autora también del blog: comoafrontarlamuertedeunhijo.com
LA VIDA ES UN SOPLO
Hay vidas largas y otras cortas, lo sé, la vida de mi hijo Ignasi duro 15 años, otras mucho menos, incluso algunas almas parten antes de nacer.
Yo he cumplido los 60, pero al ver las fotos de cuando él y su hermano eran pequeños me parece que fue ayer que los sostenía a los dos en brazos.
Comparada con la eternidad, la vida, por más larga que sea, es un instante fugaz. “Cuanto mayor me hago –dice mi padre que tiene 88 años- más rápido va el tiempo. Se me junta el verano con la navidad, niña” . A mi ya casi me pasa lo mismo.
Por eso intento vivir cada día, despacio, saboreándolo, como si fuera el último. Y la única manera que conozco es siendo consciente de mi cuerpo, en vez de quedar atrapada en la mente.
Los pensamientos, si les doy mucha importancia me aturden, me distraen, me llevan para delante, para atrás… me agotan, En cambio, cuando me paro a sentir la brisa en la piel, el calorcito del sol, el ritmo de mi respiración desaparecen las prisas y el ahora, el presente, se ensancha y me acoge. Son momentos en los que siento que yo soy vida.
A veces, como la vida es cambio, ocurre algo nuevo que me da miedo y, sin darme cuenta, vuelvo al torbellino de la mente. Entonces, el cuerpo que es muy sabio, me agarrota la espalda y me instala una piedra enorme en el pecho. Eso me indica que estoy en cualquier parte menos aquí y ahora, que no estoy “viviendo” lo que siento.
Me paro, escucho, le doy un espacio al temor y, por el simple hecho de aceptarlo, pierde fuerza y dejo de temerlo.
Hace nada era una niña, después fui madre y ahora soy abuela. No quiero que lo que me queda de vida pase sin darme cuenta, mientras yo estoy pendiente de lo que pienso. Prefiero sentir, aunque a veces duela.
EL CALOR DE LOS ABRAZOS
Hubo un tiempo, duro, en que yo no sabía si podría volver a la vida. Quería de corazón estar presente para acompañar a los que amo, sí, pero a menudo, sobre todo cuando estaba sola y podía aflojar mi máscara de guerrera, me perdía en la incertidumbre y rozaba por instantes la locura.
Nunca me había sentido antes tan perdida, tan vulnerable, con tanto miedo… No sabía entonces que los desafíos de la vida son siempre desafíos de amor. Eso empecé a vislumbrarlo al tocar fondo. O dejaba de torturarme con pensamientos terroríficos o me ahogaba.
Así empecé a experimentar lo sanadora que es la gratitud, el poner la atención en lo bueno que hay en mi y los demás, en la belleza de los árboles, de algunos balcones con flores, en las luces doradas que encienden los rincones cotidianos de mi ciudad.
Eso me llevo a seguir el hilo de la ternura, la calidez de algunas miradas, la dulzura de las palabras bonitas que salen del alma. ¡Cuánto reconfortan las caricias sinceras, los abrazos largos, sentidos, profundamente humanos!
A veces el ruido de la propia vida me arrastra, se dispara el piloto automático y pierdo la sintonía del amor. Aparecen juicios, críticas y temor. Bueno, qué le vamos hacer, son parte de mi y ya sé que esquivarlos es peor. Los escucho, los arropo y poco a poco vuelvo a la gratitud.
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