HOGUERAS DE SAN JUAN

 

El calor silencia durante las primeras horas de la tarde mi calle. He bajado las persianas venecianas, para obtener algo de frescor y tamizar la luz y, de repente, se han hecho presentes otros veranos ya vividos.

La suave penumbra y la nostalgia me han llevado a la algarabía de las plazas en junio. A la excitación de los finales de curso, a la ilusión de los días largos y de las noches de fiesta, como la de San Juan.

 

Y durante unos instantes intensos me he imaginado bailando, de muy joven, en una verbena que guardo con mucho cariño en mi alma, he añorado los abrazos de seres queridos, de amigos que hace mil años que no veo, pero que siguen estando en mi corazón.

 

Me da fuerza invocar a la gente que quiero, estén aquí o no, el amor va más allá de la ausencia y me reconcilia con las ganas de vivir, de renacer después de cada tormenta. Se acerca la noche mágica, la del solsticio, la que marca el inicio del verano en mi hemisferio, esa noche ancestral en la que se encienden hogueras para quemar miedos y pedir deseos.

CREAR ARMONÍA

 

Sin darnos cuenta, durante el duelo, a menudo nos dejamos mecer por los momentos felices de la vida de antes, cuando estábamos todos aquí. Esa vida que evocamos ya no es la nuestra, pero sí forma parte de nosotras. No se ha perdido nada, no empezamos de cero.

 

Después del huracán de las despedidas nos sentimos perdidas, sí, pero el hilo de amor que nos sostiene sigue ahí. De la mano de la paciencia es posible renacer, reencontrarnos, volver a querernos.

 

En mis momentos de desconsuelo, me reconforta atesorar cariño. Ver en la calle un gesto amable de alguien, aunque no vaya dirigido a mí, me da paz. La dulzura, la compasión fortalecen ese hilo de amor que nos une a todos y da un sentido a la existencia.

 

No podemos evitar los grande vaivenes, el dolor, pero sí es posible suavizarlos con ternura; regalarnos miradas de afecto, de complicidad, abrazos sentidos, palabras bonitas… Poner la atención en la belleza de las cosas sencillas, da sosiego, es un bálsamo para el corazón.

 

DETRÁS DE LA OSCURIDAD HAY LUZ

 Si hoy te parece que no vas a poder con lo que sea que arrastras, para. Date un respiro, haz un paréntesis regálate unos instantes contigo misma para conectar con la dulzura, con el cariño.

 

Aunque estés viviendo uno de tus peores momentos, el amor sigue ahí, en tu interior, solo tienes que invocarlo. Déjate mecer, arrópate con ternura y descansa.

 

La vida tiene vaivenes, lo sabes, ¿verdad?

 

A mi me gusta imaginar que cuando atravieso una de esas tormentas, cuento con mis guías, con el Universo entero. Son mi faro, mi anclaje, mi luz.

 

Ni tu ni yo estamos solas. Nuestro corazón atesora cálidos abrazos, palabras bonitas, el cariño de los que nos han precedido, el amor que damos… y eso es mucha y buena compañía. ¿No te parece?

ELLOS ESTÁN BIEN

 

 

Dicen que el velo que nos separa de los que se encuentran en el otro lado es muy liviano, que están más cerca de lo que nos imaginamos, aunque desde nuestra nostalgia nos parezca que están a años luz. Todo es tan relativo…

 

El hilo que nos conecta con la otra realidad, la que no vemos, es el cariño, de eso no tengo dudas. Cuanto más amamos más cerca estamos, más sentimos su presencia, más nos acompañamos.

 

Pero ese amor que nos une, a mi entender, es tan generoso que no pide exclusividad, al contrario, cuanto a más seres amamos, más fuertes los lazo que nos unen con el cielo y la tierra.

 

Querer sin medida creo que es la clave, aunque a veces, el día a día, aquí, nos confunda. Son tantos los juicios y prejuicios que arrastramos!

 

Yo, que creo que la muerte es un nuevo comienzo, Eso, en mis horas bajas, es un bálsamo. Ellos están bién, soy yo la que todavía estoy aprendiendo.

PALABRAS QUE CONSUELAN

No me lo esperaba, estaba en casa y un mensajero me ha traído ejemplares de mi segundo libro «Palabras que Consuelan» 5a edición. Me ha hecho muchísima ilusión que se siga reeditando y agradezco a Jordi Nadal, de Editorial Plataforma, que siga confiando en la bondad de hablar del duelo, de cómo trascender el dolor y volver a amar la vida.
Durante la travesía de mi largo duelo he podido constatar que el amor es lo único que de verdad nos sostiene. Poco a poco, con paciencia, nos vamos despojando de capas de resentimiento, de desencuentros, de rabia, de locura… hasta que queda a la vista el cariño, la ternura, las palabras bonitas, los abrazos, las caricias. Es ahí, en ese espacio dulce y sagrado donde la vida vuelve a tener sentido. Gracias por acompañarme.

¿TE RECONOCES A TI MISMA?

 

 

Desde pequeña he tenido una ligera pero persistente sensación de no encaja, de no estar del todo asentada, cómoda, reconocida. Eso me ha llevado, a menudo, a mantener una actitud orgullosa, desafiante, de rebeldía, muy agotadora.

 

Haciendo un repaso, me doy cuenta que muchas de mis batallas, de mis desencuentros, han estado motivados, precisamente, aunque parezca un contrasentido, por negar su lugar a las personas que no me han gustado.

 

Al mirar hacia dentro, he descubierto que esa sensación de no pertenencia, esa forma de actuar guarda relación con no otorgarme reconocimiento a mi misma. Si no nos prestamos atención, es difícil que la encontremos fuera.

 

Aparte de los duelos que nos ha tocado vivir, me parece que cada uno tiene heridas antiguas y la vida nos ofrece la posibilidad de envolverlas con dulzura hasta sanarlas. Siempre tenemos la opción de acogernos con ternura, de tratarnos con respeto, de ser amables y pacientes con nosotras mismas.

 

Es bueno, a mi entender, observar con cierta distancia los mecanismos que nos llevan a actuar de determinadas maneras para poder, con mucho amor, trascender lo que nos hace daño.

 

Si decidimos vivir con cariño, dejar atrás maneras de hacer, confiar en nosotras mismas, aunque a veces tengamos que saltar al vacío para seguir adelante, el Universo se encarga de facilitarnos el camino.

RECONCILIARNOS CON LA VIDA

De repente viene un golpe seco; un accidente, un diagnóstico irreversible, una mala noticia… y todo lo que nos parecía sólido se desvanece. Nos quedamos con la sensación de andar a ciegas, sin agarraderas, con el corazón tiritando.

 

Durante los primeros tiempos de un gran duelo, bastante hacemos con levantarnos de la cama y no sucumbir al desespero, a la rabia, a la locura…

 

La aceptación no llega de un día para otro. Si nos quedemos quietos, resignados, abrazados al dolor perpetuo, cerramos las puertas a darle un nuevo sentido a la vida. Y perdemos la oportunidad de salir fortalecidos.

 

Volvemos a la vida despacio, agradeciendo los momentos de calma, los tenues destellos de alegría, la capacidad de andar, de respirar, de recibir o dar un abrazo. Apaciguamos el alma viendo en la sencillez de lo cotidiano un regalo.

 

Nos reconciliamos de la mano de la amabilidad, de las palabras cariñosas, de las miradas de aprobación, de la ternura y el respeto hacia nosotras mismas. Así, poco a poco, vamos ganando fuerza, sintiéndonos cada vez más cerca del amor de los que han partido.

 

Y un día nos damos cuenta que en nosotras está crear momentos felices, independientemente de lo que n

CAMBIOS DE ESTACIÓN

 

Ando estos días con el alma alborotada.
Suben y bajan mis emociones con un ajetreo que anuncia la llegada de la primavera.

 

La tierra despierta y con la llegada de las primeras brisas cálidas brotan las nostalgias adormecidas, la tristezas acalladas, la soledad disimulada, el miedo contenido.

 

Y me sorprendo a mi misma sumergida en duelos antiguos y cercanos. Cuando duermo, los sueños me devuelven a presentes que ya son pasado. Al despertar, el trajín del ir y venir a través del tiempo me deja exhausta.

 

Y la fatiga dura lo que tardo en sumergirme en mí y mirar con dulzura lo que siento y agradecer lo que tengo, lo que soy, lo que he vivido, lo que me espera.

 

Las primeras brisas de primavera nos sacuden, nos renuevan y en un mismo día podemos llorar y reír, estar tristes y contentas. Creer que volvemos a estar al principio y, sin embargo, en nosotras asoma ya con timidez, pero bien arraigada, la esperanza de empezar a florecer, con un verde intenso, brillante, hermoso.

La primavera es una promesa, una oportunidad de renovar los votos con la vida, de sacar las malas hiervas (envidias, desencuentros, odios, amarguras, juicios, rencores) y plantar semillas de amor que nos den alegría.

 

A mi me va bien escribir lo que siento para alejar locuras, todos tenemos algo, un talismán, que nos ancla (pasear, cocinar, correr, la jardinería, lo que sea). Os propongo aferrarnos a eso, a lo que nos nutre el alma cuando hay desasosiego, con la mirada puesta en el cariño y en la certidumbre que todo pasa.

INSTANTES ENTRAÑABLES

En mis ratos oscuros, cuando el desasosiego me envuelve y la realidad me duele, me da miedo, me incomoda… pido ayuda a mi parte amorosa y sabia, esa que tenemos todos, que está siempre disponible y responde a muchos nombres.

 

Luego, cierro los ojos y siento el cariño de los seres que quiero y me quieren, estén vivos o muertos. Repaso los momentos bonitos. Agradezco lo bueno que hay en mi vida y me felicito por todas las veces que me he levantado después de haber caído.

 

Procuro ser amable conmigo misma y tener paciencia. Recordarme que todo pasa y lo que hoy es terrorífico, tal vez mañana no lo sea tanto. Me perdono por todas las veces que me he tratado mal. El perdón tiene efectos liberadores y calmantes.

 

Me imagino de niña, con las dos trencitas que me hacía mi madre, y me envuelve la ternura. Recuerdo la suerte de convertirme yo en madre -no lo cambio por nada- y el inmenso privilegio de ser abuela y, poco a poco, vuelvo a sentirme amorosa.

Mientras nos quede aliento, a pesar de los vaivenes, tenemos la capacidad de elegir la belleza, de crear instantes entrañables, mágicos, de esos que se convierten en islitas de amor en estado puro.

DATE UN RESPIRO

 

Haz un paréntesis para estar contigo, sin reproches, ni juicios, ni ninguna intención, solo por el placer de acompañarte y mimarte.

 

Busca a la niña que fuiste y sonriele, ella no sabía lo que le deparaba el futuro, su inocencia todavía está en ti y se merece todo tu amor.

 

Darse un respiro es eso, dejar de exigirse, ir a lo básico; respirar, no poner resistencia a nada, hacer las paces con lo que venga.

 

Esperar lo mejor porqué te lo mereces. Sé que sobrevivir a la muerte de un hijo nos acerca durante un tiempo a la locura: es mucho dolor! Sabemos lo que es estar fuera de la vida.

 

Por eso, cualquier destello de ternura hacia nosotras mismas es agua de mayo. Buscar la belleza, escribir o hablar de lo que sentimos nos da alas.

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