VOLVER A HACER EL AMOR

 

El impacto que produce la muerte de un hijo es tan profundo, tan desolador que las mujeres nos convertimos en almas en pena, sin cuerpo. Cierro los ojos y recuerdo el vacío en las entrañas que sentía los primeros meses.Nunca antes había sentido algo así. No sé cómo explicarlo, pero seguro que las madres que han pasado por eso pueden entenderme. Es una sensación palpable; no es dolor, es la nada. Nuestros vientres se convierten en espacios enormes y vacíos, como catedrales desnudas. Nos quedamos huecas por dentro. La vida nos ha arrancado a nuestro hijo y notamos su ausencia, precisamente allí dónde había estado creciendo durante nueve meses, o dos o tres. No importa si el hijo muerto todavía no había nacido. El vacío se apodera de nuestro interior, por eso apenas podemos comer, ni notamos diferencia entre la noche y el día, ni entre el frío y el calor, desconectadas como estamos del placer de los sentidos. Sólo el sufrimiento, que lo envuelve todo, nos mantiene en pie.Y es preciso vivirlo el tiempo que sea necesario.

Poco a poco retorna la conexión con el cuerpo y nos volvemos sensibles a la ternura. Sólo el amor que podemos sentir y recibir nos despierta del letargo.

Al principio, mi marido y yo pasábamos horas silenciosas, en el sofá, cogidos de la mano. La primera vez que hicimos el amor, nada tuvo que ver con el sexo. Fue eso, un acto de amor, entre dos seres desconsolados. Las caricias y los abrazos son un bálsamo para el alma.

Las madres que hemos pasado por la muerte de un hijo corremos el riesgo de quedar fuera de la realidad, eso es lo que me dijo un médico a los dos años de la muerte de Ignacio y me recetó, para volver a pisar tierra firme, que hiciera el amor con mi marido. Sin forzar nada, pero con la firme intención de volver a sentir placer. El placer sexual nos conecta con la vida.

One Response to VOLVER A HACER EL AMOR

  • Anonymous dijo:

    Cuanto más leo sobre el sufrimiento de las madres separadas de sus hijos, más me identifico con ellas, todas sentimos las mismas carencias y el único consuelo que tenemos, es pensar, que algún día cuando nos llegue nuestra hora, saldrán a la estación de las estrellas a recibirnos y nos liberaran de la maleta enorme y pesada de su ausencia, después de 5 años sin mi preciosa hijas Lucia, no entieno como puedo seguir viviendo sin ella, incluso disfrutando de algunos placeres de la vida, y doy gracias a Dios por ello. Tenemos que seguir adelante por nosotros y por todos los que nos quieren. Besos para todas las mamis y muchísimo ánimo.

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