Mercè Castro

NO TE ACABES NUNCA

 

Ayer se presentó en Barcelona, “No Te Acabes Nunca” un precioso libro de poemas de María Leach con ilustraciones de Paula Bonet.
María empezó este libro, sin saberlo, al poco tiempo de morir su marido joven, muy joven, cuando llevaban algo más de un año de casados y acababa de nacer su hijo.

 

Las palabras de María son de una honestidad y una belleza inmensas, destilan amor y llegan al alma. Sus poemas curan. Con su dolor ha creado algo bonito, que nos ilumina a todos. Gracias María.

 

En la presentación dijiste ayer que te parecía extraño no haberte dado cuenta, al casarte, que os quedaba poco tiempo para estar, aquí, juntos. Y me he levantado hoy pensando en eso, en que no sabemos cuándo va a ser la última vez que vamos a un lugar que amamos, que nos compramos el último abrigo, que abrazamos a alguien muy querido, que vemos el mar o hablamos por teléfono con aquel amigo que vive lejos.

 

He abierto los ojos con el eco de tus palabras revoloteando y me he hecho el propósito de vivir intensamente cada momento, de celebrar cada encuentro, de ir despacio, de saborear lo que estoy haciendo, de ponerme guapa porqué sí, de poner la mesa con cariño, de hablar con dulzura con todos los que me encuentro por si es de las últimas veces que puedo hacerlo. Gracias María por recordármelo.

DISFRUTA DEL SILENCIO

 

 

Deja que el silencio crezca, permítete desconectar del mundo un ratito, ponte cómoda y hazte compañía.

No te exijas nada, simplemente respira y disfruta de estar contigo. ¡Nos olvidamos tan a menudo de ser amables con nosotras mismas!

 

Si la voz interior criticona aparece, la meces con cariño y a lo tuyo que es sentir el momento que te regalas.

 

Acaricia el impulso silencioso de amarte, de descubrir tu belleza, tu conexión con ese algo más grande que nos une.

 

Disfruta de la alegría de saber que en ti existe la fuerza entera del Universo.

 

BELLAS CICATRICES

A veces, durante el duelo, el dolor es tan intenso que nos ciega. No hay luz, todo está oscuro y no tenemos más remedio que ir a tientas hasta dar en nuestro interior con algo de paciencia.

 

De la mano de la paciencia respiramos hondo y empezamos a aceptar lo que es imposible cambiar. Al desaparecer la lucha todo es más ligero y seguramente nos recorre un cosquilleo, un escalofrío de alegría.

 

Probablemente el dolor, más adelante, volverá a ser denso, pesado, insoportable, pero mientras dure la suavidad hay tiempo de agradecer lo mucho que en realidad tenemos.

 

Y un día, después de muchos altibajos, nos damos cuenta que lo único real que poseemos es el amor que no depende de nada, ni de nadie, ni de la muerte. Todo lo de más va y viene. Y aprendemos a vivir de otra manera, agradecidos de lucir nuestras cicatrices.

CÓMO ME GUSTAN LOS HOMBRES

 
 
Cómo me gustan los hombres que levantan casas, ladrillo a ladrillo, que construyen puentes o enormes barcos que cruzan océanos. Cómo me gustan los hombres que trabajan con pasión la tierra, que arreglan motores o lo que sea. Cómo me gustan los hombres que pasan meses lejos, faenando en mares embravecidos o la noche despiertos intentando encontrar la manera de llevar más dinero a casa.… Cómo me gustan los hombres que miran con amor a las mujeres, que forman un buen equipo con ellas, que crean una seductora complicidad con sus parejas.
 
Esos hombres, preparados durante siglos para luchar en mil batallas, apenas saben llorar y se rompen en silencio por dentro cuando la muerte les impide proteger lo que aman. Por eso su duelo es distinto al nuestro. Ellos no suelen contar con el consuelo de otros hombres. A muchos los han educado para no mostrar lo que sienten, para desgarrarse en pie y solos. Por eso, para evitar que el dolor propio y el que arrastran de sus ancestros les lleve a las salidas conocidas, como la bebida o la huida, que viene a ser lo mismo, es bueno que encuentren un lugar seguro y se desmonten.
 
Ese lugar sagrado puede ser un grupo de duelo y/o la consulta de un buen terapeuta que les acompañe y acoja para poder drenar, sin remordimientos, siglos de tormento. A los hombres les duele lo mismo que a nosotras pero les cuesta más expresarlo y pedir ayuda. ¡Y la necesitan tanto!
 
No es posible generalizar, eso lo sabemos todos, y la realidad es que siempre ha habido hombres que han estado más en contacto con sus sentimientos que otros, ¿verdad? Pero también es cierto que a esos hombres “sensibles”, hasta hace poco se los ha penalizado.
Nuestra sociedad, que por suerte está cambiando, ha apostado por los hombres implacables, de hierro, triunfadores, como si todos tuvieran que ser Zeus o Apolo. Dioses que no sienten. Y qué calvario si uno se da cuenta que no encaja, que no tiene más remedio que fingir una seguridad, un control que se les escapa.
 
Podemos darle la vuelta a tanto sufrimiento y dar a luz y apoyar a los nuevos guerreros, a esos hombres que hablan sin vergüenza de sus heridas, que ven el fracaso como una victoria, como una oportunidad de cambio, que no esconden su miedo, su desespero, su cansancio… Guerreros que, aunque a menudo se sienten perdidos, saben que el único triunfo consiste en que todos vivamos en paz y armonía.
 
Esos nuevos guerreros van de la mano de las mujeres que no ven a los hombres como a sus enemigos, mujeres que no buscan salvadores, que saben mirar más allá de las apariencias y no temen los desafíos. Sé que un mundo mejor es posible. Aunque también soy consciente que hoy muchas mujeres, demasiadas, llevan en el corazón heridas abiertas causadas por hombres alejados de su esencia. Esas heridas permanecerán abiertas hasta que el perdón y el amor hacia nosotros mismos vayan sanándolas.
 
Cada historia de dolor encierra la extraordinaria posibilidad de ampliar la conciencia. O lo conseguimos juntos o nos quedamos todos fuera en el desierto gélido de la desesperanza. De todas formas, tenemos toda la eternidad para lograrlo. La buena noticia es que, aunque pasen milenios el amor, al final, gana.

 

 
 

UN LUGAR DE PAZ

 

 

Si nos guiamos por los pensamientos, si creemos que somos lo que pensamos muy probablemente en nuestra vida predomine el miedo. La mente es muy loca y a menudo nos pone en lo peor, le encanta, al menos a la mía, fabricar tragedias, revolcarse en el drama. Como si su lema fuera: mejor el terror en mano que la incertidumbre volando. De incertidumbre no quiere saber nada, ella tiene opinión y certezas sobre casi todo.

 

Ay, pobre mente mía, si la vida es incierta por naturaleza, si solo acogiendo la incertidumbre es posible estar en paz con uno mismo. Si no hay un solo sitio fuera al que poder huir cuando nos invade el miedo, la tristeza o el desasosiego. Solo tenemos el momento presente y es aquí y ahora donde transcurre la vida. Esa vida que a veces nos acaricia y otras nos hiere.

 

Cuando nos permitimos sentir la locura de la mente sin intentar cambiar nada, tan solo estando presentes, a veces, como si se corriera un telón o simplemente se rasgara un velo, aparece dentro muy adentro de nosotros un espacio, grande, muy grande, en el que es posible respirar tranquilos, sin esfuerzo. En ese lugar luminoso no hay lucha, ni reproches, ni culpas, ni nada y, en cambio, parece como si lo contuviera todo.

En ese lugar maravilloso que existe en cada uno de nosotros no hay separación entre los vivos y los muertos.

 

 

 

TALLER SÁBADO 28 DE ENERO

TRASCENDER EL DOLOR

Cómo afrontar la pérdida de un ser querido

 

TALLER SÁBADO 28 DE ENERO
De 16h a 19h.
BARCELONA

 

Desde hace años imparto talleres a grupos reducidos de personas que pasan por el dolor, el desconcierto y la incertidumbre que supone la muerte de un ser inmensamente querido.
En estos talleres, que considero de crecimiento personal, comparto las herramientas que a mi me han ayudado a afrontar mi duelo.
Cuando la vida nos pone entre la espada y la pared, siempre nos deja la puerta abierta a la oportunidad de renacer expandiendo nuestra conciencia. Al final de la travesía somos distintos y, tal vez, más honestos, bondadosos y amorosos con nosotros mismos. Estaré encantada de acompañarte hasta donde yo he llegado.
Más información:
Tel. 650 98 38 80
mercecastro@mercecastro.com

MORIR SANOS

 

 

Los primeros días de duelo me inundó un vacío infinito por dentro. Me quedé literalmente hueca y, aunque siempre estuve acompañada, recuerdo una soledad inmensa. Que sensación tan extraña es la de salir de la vida y, al mismo tiempo, seguir aparentemente en ella.

 

El dolor me trajo de vuelta y fue colonizando mi cuerpo, llenando el vacío hasta impregnar cada una de mis células. El llanto profundo, desgarrado me devolvió al mundo, un mundo que me daba vértigo con tan solo asomarme a la ventana.

 

La muerte de mi hijo dio en la diana. Nada hasta entonces me había herido hasta dejarme de rodillas, desfallecida, absolutamente perdida. Y allí me quedé, en la oscuridad desconsolada, hasta que me rendí, sin condiciones, a lo inevitable y pedí luz, con dulzura a una fuerza más grande.

He tardado años en aceptar que la vida es como es y que el dolor que nos parece insoportable, a menudo, se convierte en la antesala de un nuevo renacer, de una manera de ser más honesta con nosotros mismos, amable y bondadosa. Que solo con amor y perdón nos curamos, que cada uno tiene su tiempo aquí y hasta el último suspiro podemos darle la vuelta al marcador y morir sanos, con la misión cumplida.

 

 

TERTULIA EN LA RADIO SOBRE LA MUERTE DE UN HIJO

Gràcies a tot l’equip de El punt de l’intorrogant per fer-nos sentir com a casa parlant dels nostres sentiments entorn la mort d’un fill. Grààcies per la calidesa, pel somriure amorós d’en Francesc Coll, per la sensibilitat de l’Ana Solanes, per la força i la saviesa de la Rosa Puertas i la Francina Jaumandreu. Un plaer, gràcies de tot cor. Ràdio Arenys és un bon lloc.
Podeu escoltar el programa aquí: https://enacast.com/radioarenysdemar/…

 

 

 

 

Gracias a todo el equipo de El punto de la intorrogant por hacernos sentir como en casa hablando de nuestros sentimientos en torno a la muerte de un hijo. Gracies por la calidez, por la sonrisa amoroso de Francesc Coll, por la sensibilidad de Ana Solanes, por la fuerza y la sabiduría de Rosa Puertas y Francina Jaumandreu. Un placer, gracias de todo corazón. Radio Arenys es un buen lugar.
Puedes escuchar el programa aquí: https://enacast.com/radioarenysdemar/…

JUGAR COMO NIÑOS

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             Casi sin darnos cuenta, dejamos de verlo todo como un juego, como cuando éramos niños, y nos recubrimos enteros con esa capa densa de preocupaciones que suele envolver a los adultos.

Entonces, un buen día llega un golpe secó, duro, de esos que te paran, que no puedes eludir y nos damos cuenta que lo que nos robó la ilusión, la parte divertida, eran puras tonterías.

Nos hemos pasado años angustiados por tan poco, persiguiendo un mañana que imaginábamos mejor, a costa de olvidarnos, de no ver, de pasar por alto el tesoro, lo único que tenemos, que es hoy.

 

Estamos tan acostumbrados a ir con prisas, a planificar o a mantenernos anclados en tiempos pasados que se nos escapa como el agua entre las manos el gusto por saborear la parte minúscula, esa que, en realidad, es la que endulza el alma; el placer de acostarnos en sábanas limpias, de lavarnos las manos con agua caliente cuando hace frío, de mirar por la ventana en primavera y ver como crecen en los árboles las hojas nuevas o como, ya enrojecidas, en invierno se encienden todavía más al atardecer.

 

La vida son momentos y nosotros podemos elegir vivir cada uno como si fuera el único, como si no hubiera nada más importante ni divertido que lo que estamos haciendo ahora.

Sea corto o largo el camino que nos toque recorrer, seguro que es más agradable si nos reímos de nosotros mismos, nos reímos con los demás y, así, suavizamos con cariño las tragedias. Sea lo que sea lo que nos toque vivir, sin dramas, con amor es más divertido.

ABRAZA TU CUERPO

 

 

Párate un momento, cierra los ojos y escucha a tu cuerpo. ¿Hay algún dolor?, ¿notas cansancio?, ¿la respiración es agitada, profunda, superficial, lenta? ¿Sientes alguna tensión?

Cuando me permito hacer eso y me limito a pasar un ratito atenta al cuerpo, sin intentar modificar nada de lo que observo, a menudo me invade una agradable sensación, como si se estuvieran aflojando hasta romperse unas amarras invisibles que mantenían tensos los músculos y en alerta cada una de mis células.

 

Nuestro cuerpo nos acompaña desde siempre en ese viaje que llamamos vida y, con frecuencia, damos por hecho que es su obligación hacerlo sin, ni siquiera, dedicarle una palabra amable, una sonrisa de reconocimiento por cada latido, por cada inspiración, cada sutil movimiento…

Él ha estado presente en cada una de nuestras batallas, de nuestros desencuentros y guarda, en su memoria, todo el dolor que no hemos expresado en llanto.

 

Cuando dejamos hablar al cuerpo en vez de amordazarlo, de obligarlo, de someterlo, de acallarlo o criticarlo recuperamos nuestro centro, nos sentimos con más fuerza, más enraizados en la tierra y, eso, paradójicamente nos da alas, nos une a algo más grande, nos enlaza, despierta esa parte, profunda y antigua, que sabe que todos somos uno, que nada existe fuera y por separado.

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