DÉJATE ACARICIAR POR TU ESENCIA

 

 

Al principio de un gran duelo, de poco sirven las palabras. Estamos fuera de la vida y nos cuesta conectar con el presente, incluso nos molestan las frases hechas, aunque las impulse la mejor de las intenciones.

 

Todos estamos perdidos ante la muerte y ahora, que la epidemia nos impone barreras, más que nunca. ¡Cuánto echamos de menos los abrazos, las caricias, las miradas de cariño con las manos entrelazadas!

 

En los tiempos que vivimos, es bueno recordar que podemos dejarnos mecer por nuestra propia esencia y comunicarnos con los demás, de alma a alma, siguiendo el hilo invisible del amor que nos reconforta a todos.

 

Cuando, desde el corazón, hago presentes en mí a los seres que quiero, siento que me envuelve su calidez y a ellos la mía. Sé que esto, al principio del duelo, cuando la ausencia de la presencia física se hace insufrible, no es de mucho consuelo.

 

A los grandes duelos entramos a ciegas y se va iluminando el camino a medida que vamos ahondando en nosotros mismos; en nuestros miedos, en nuestras carencias…

 

No sirven las prisas, cada uno a su ritmo va sacando con dulzura las malas hierbas que crecen, sin darnos cuenta, en nuestro interior, con la esperanza de las madres que acompañan los primeros pasos titubeantes de sus bebés.

 

Siempre se puede sacar algo bueno de lo que sucede, aunque duela y parezca imposible darle la vuelta. Todo es vida, experiencia, aprendizaje… verlo así me ayuda, me da paz.

 

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