POESÍA DE MERCHE ESCURSELL

Merche, la autora del blog

kebuskas.blogspot.com

ha colgado hoy esta poesía. Aunque está escrita para un ser que va a nacer, explica un sentimiento que sentí cuando esperaba a mis hijos y que siento ahora que Ignasi no se encuentrea aquí físicamente. La unión es la misma, los vínculos de amor nunca se desvanecen.

MAMI, ME ESCUCHAS?… MAMI, ME SIENTES?

Mami… me escuchas?
mami… me sientes?

Aunque…
todo acaba de empezar
yo te quería explicaaar…
que ya estoy contigo…
y a veces tu
lo intuirás…

Glup, glup
da, da, da…
uhm, uhm, uhm
aaaah, aaaah!!

De momento…
soy algo diminuto
físicamente no te enterarás
nooooo!!
eso ya llegará…!!

Flsssh, flsssh, flsssh
glup, glup
da, da, da…!!

Mami me escuchas
¿me notaste ya?
soy una energía
que sale de tu barriga…
luz blanca, pura…
estoy contigo abrazándote
y cogido a tu figura…
¿crees que es casualidad
que tengas tu ese brillo
tan especial?

Glup, glup
da, da, da…!!

Estoy contigo
y en el silencio me notarás…
no es algo físico
es otra cosa…
ya lo «verás»…!!

Glup, glup
da, da, da…!!

Mami, mami
oh…!!
ya estoy contigo…!
glup, glup
da, da, da…!!
tu no me has visto?
…no me has sentido?

Mami!
ejemmm, ejemmm…
flsssh, flsssh, flsssh
glup, glup
da, da, da…!!
cómo me gustaría
que abrieras tu ojos
a otra realidad…!!

Mami!
ejemmm, ejemmm…
flsssh, flsssh, flsssh
glup, glup
da, da, da…!!
yo ya estoy contigo
aunque no me veas
se que me has sentido…
no hablo de algo físico…

Yo soy energía
y tu me atraías…
te voy a explicar:
un día te vi
y me decidí
mi mamá será…
cuando se decida
nadie me la quita
¡¡yo me voy «pallá»…!!

MERCHE ESCURSELL

EL PODER SANADOR DEL PERDÓN

 

Nada nos deja con más paz que perdonar. Perdonar es como soltar un peso enorme y volver a respirar ligeros y aliviados. Perdonar es magnífico: modifica la química de nuestro organismo, diluyendo la adrenalina que provoca la rabia y el resentimiento, eleva los niveles de seretonina, la hormona de la alegría y la felicidad, niveles que suelen decaer cuando tenemos una deuda pendiente -con nosotros mismos o con los demás-, y cuando nos sentimos ofendidos y humillados. Sí, perdonar es fantástico, pero difícil. ¿Por qué cuesta tanto perdonar? El alma no tiene problemas con el perdón; sabe que los errores forman parte del aprendizaje, que todos somos iguales y que la maldad es simplemente ignorancia, que la vida es eterna y que tarde o temprano todos alcanzamos el conocimiento y el amor absoluto y que, precisamente, lo que consideramos errores o agravios, son grandes oportunidades para avanzar, para conseguir más luz. El alma sabe que el plan es perfecto, que todo tiene un sentido, que las coincidencias no existen, que nada pasa por qué sí. El alma sabe todo eso y mucho más. ¡Es imposible ofender al alma! Al que le cuesta soltar es al ego. El ego está compuesto de juicios y prejuicios, de verdades, de razón… Nos ayuda a ser lo que somos, es una buena armadura, nos ha protegido en innumerables batallas pero, sobre todo a partir de la segunda mitad de la vida, hay que atarle en corto y quitarle el control. Porque si el ego manda, nos sobraránrazones y verdades y nos faltará paz y armonía.

Para estar en paz con el mundo y con uno mismo hay que estar dispuestos a cuidar con cariño a la niña o niño heridos que todos llevamos dentro.

Nuestro bienestar depende de nosotros mismos, no está en manos de nadie ni de nada. El poder, el don de elegir perdonar o perdonarnos, es nuestro.

LATINOAMERICA EN MI CORAZÓN

 

Me siento unida a Latinoamérica, quizá porque hablamos el mismo idioma, porque es un continente hermoso, porque algunos de sus escritores reflejan un mundo mágico y próximo, porque una de mis mejores amigas es Argentina y vive ahora en Buenos Aires, porque tengo allí otras compañeras del alma más recientes pero igual de buenas, porque he conocido Chile a través de la mirada de Isabel Allende, porque Ángeles Mastretta, me habla de México, porque uno de los doctores que me acercó a la medicina cuántica es mexicano, porque a través de este blog conozco a personas hermosas de Perú, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Colombia, Costa Rica, Venezuela, Brasil, Republica Dominicana… Sí, quizá por todo eso quiero mandar un abrazo grande a todos los que apuestanpor la vida allí, y otro especialmente amoroso a las familias ecuatorianas que viven en España. Esas familias que se han quedado sin los abrazos de sus hijos, porque un tren se llevó de golpe la vida de 12 jóvenes ecuatorianos la noche San Juan, cuando se dirigían felices a festejar la verbena en la playa más latinoamericana de mi ciudad: Castelldefels.

A esas familias, ahora sin consuelo, y a todas las que inician en el mundo el duelo inmenso que es ver desaparecer a un hijo, me gustaría acurrucarlas en los brazos del amor más puro y contarles despacito que sus hijos siguen vivos en sus corazones, que su energía y su amor son eternos, que nadie pierde a los seres queridos, que ellos se encuentran protegidos y bien en los brazos de sus ángeles, que lloren su pena, sin renunciar a la vida ni a la alegría de haberlos parido.

ADÓNDE VAN NUESTROS HIJOS AL MORIR

 

A mí, como a todos, la muerte me daba miedo hasta que se fue Ignasi. Si mi niño había pasado por ella, yo tenía que mirarla de cerca, levantarle la capa y observarla con lupa hasta entenderla. No podía cerrar los ojos y quedarme con el miedo a lo desconocido, aferrada a los prejuicios de un pensamiento racional que ignora la muerte.

Yo no sé si a todas las madres nos ocurre lo mismo, pero cuando me encontré con el cuerpo inerte de mi hijo tuve la certeza de que su energía, en otro lugar, estaba intacta. Su cuerpo había muerto, si, era evidente, pero la luz, el alma que hasta entonces había configurado lo que era Ignasi, ¿dónde estaba? ¿Qué podía hacer para sentirla de nuevo? ¿Cómo podía seguir protegiéndole?

Ya he contado en otras ocasiones, en este blog, la desesperación que me acompañó durante mucho tiempo, voy a centrarme ahora en las puertas que se me abrieron, en los umbrales de conocimiento que he ido cruzando durante estos once años, leyendo y estando en contacto con personas sensibles a los mundos paralelos, capaces de vislumbrar lo que hay detrás de los finos velos que entretejen la existencia. Y no me refiero a gente volada que convoca espíritus y alza mesas, hablo de científicos como Michio Kaku, físico teórico que apareció recientemente en “La Contra” del periódico “La Vanguardia”, entrevistado por Víctor Amela, el 10 de mayo de este año. Kaku, que colabora con el acelerador de partículas de Ginebra, afirma que no hay un solo universo: “¡hay muchísimos universos a la vez, simultáneos, paralelos..!Nuestro niverso es una burbuja más en una sopa de universos».

La barrera que separa la ciencia con la espiritualidad empieza a desvanecerse con los conocimientos que aporta la física cuántica. Los investigadores comienzan a explicar de forma analítica, lo que personas muy cercanas al amor, a la espiritualidad, intuyen como ciertas.“La muerte no existe, el ser vive eternamente”, me dijo una de ellas que ha escrito los libros de la colección “Ciencia Cósmica”. Estamos aquí para realizar un trabajo evolutivo. Todos tenemos un Ser de Luz que nos guía y, al desencarnar, él es el encargado de acogernos con cariño y evaluar con nosotros el conocimiento que hemos adquirido”. Existen rigurosos estudios científicos basados en innumerables personas que han pasado por lo que se denomina “experiencia de casi muerte”, es decir, pacientes que los médicos han dado por muertos, durante un tiempo más o menos largo, y que luego han vuelto en sí. El relato de estas personas, en su inmensa mayoría, coincide en la visión de un túnel luminoso, al final del cual se encuentra un ser bondadoso –su Ser de Luz- y definen la totalidad del proceso como un tránsito absolutamente amoroso. Una experiencia placentera de tal magnitud que cambia por completo el resto de sus vidas.

Pues bien, allí, en el otro lado del túnel, en esos universos paralelos en donde reside la energía, el alma de los que se han ido, tomamos conciencia de quienes somos: seres espirituales. El concepto del tiempo es otro, prosigue el aprendizaje y es posible desplazarse con el pensamiento.

Ya sé dónde está la esencia de Ignasi y, como muchas otras madres, a menudo puedo sentirla. La noto como un “subidón” de amor que me anuncia su presencia. Como si el mundo se parara y yo me sintiera en paz y serena. Entonces, como si mi mente fuese el teclado de un ordenador, yo le pregunto y, en la pantalla donde aparecen los pensamientos, él me contesta. También sé cómo protegerle: ahuyentando mi tristeza, mis reclamos, mis exigencias, mis ideas preconcebidas. Centrándome en engrandecer el amor y la confianza. Viendo en cada uno de nosotros una lucecita, sintiéndome unida a todas las almas. A las que estamos aquí de paso, experimentado, y a las que están allí, en esos otros mundos, aprendiendo para, quizá, volver, con más capacidad de amor, al río de la vida.

LA NOCHE DE SAN JUAN

 

 

En la parte del mundo donde nací y vivo la noche del 23 de junio es especial. Celebramos la llegada del verano y la abundancia de las cosechas. Es una noche de verbenas, de fogatas, de orquestas y bailes, de cohetes, de ilusión. Es una noche mágica. Por eso, porque es un canto a la vida, duelen quizá más las ausencias.

Recuerdo una verbena de cuando era una niña. Recuerdo a mis padres bailando y yo extasiada mirándolos. Y me recuerdo a mí de joven, con dulzura, bailando al son de “Arribedelchi Roma”… Sintiendo desvanecer mi cordura al ritmo de “Tengo un tractor Amarillo”, dejándome llevar por la noche más corta y suave del año.

Tengo grabadas las caras de mis hijos mirando con emoción y asombro las fogatas, encendiendo bengalas y petardos, negándose a ir a dormir hasta que saliera el sol.

Esta es una noche para soñar, para ahuyentar males y expresar deseos. Y yo deseo fervientemente que todas las madres se unan al amor de sus hijos, vivos o muertos y sientan en sus corazones la alegría de haber dado a luz.

LA FUERZA RESIDE EN NUESTRO INTERIOR

 

He tenido la suerte de contar con personas amorosas que han estado a mi lado en momentos difíciles. Una de ellas ha sido Amelia, a quien todos los que la conocemos llamamos Tita. Ella me ayudó a remontar el dolor que me produjo un aborto a los 33 años y, desde entonces, ha estado siempre presente en mi vida aunque, desde hace un tiempo, viva a miles de kilómetros.

Pasé por un bajón existencial grande, hará unos 4 años, y uno de los días en los que vino a verme Tita, me contó este cuento que sacudió mi alma y todavía la sacude:

Había una niña feliz que vivía con su familia en un pueblecito dela India.Notenía hermanos y, poco después de cumplir los 4 años, su madre, a la que estaba muy unida, enfermó. La mujer se fue apagando y, en menos de un mes, murió. El mundo alegre y protector que hasta entonces la rodeaba se volvió gris y la niña entristeció de tal manera que quería morir. No puedes irte con tu mamá, le dijeron sus vecinos, tienes a tu padre y has de ser fuerte para ayudarle a sobrellevar su tremendo dolor. Con el tiempo, y a pesar de la tristeza, la relación con su padre fue haciéndose estrecha y amorosa. Días antes de cumplir los 15 años, su padre, siguiendo la tradición, le anunció que le había encontrado un buen hombre para desposarla. Ella le suplicó que no, pero la boda se celebró y al cabo de unos días su padre murió. La joven esposa volvió a quedar vacía hasta querer morir y los vecinos volvieron a decirle que tenía que ser fuerte, tenía un marido a quién cuidar y debía vivir por él. Poco después de dar a luz a un precioso niño, el marido enfermó y murió. Tienes un hijo a quién criar, no puedes venirte a bajo ahora, has de ser fuerte por él le dijeron sus vecinos, pero cuando el niño estaba a punto de cumplir 4 años también murió. Se quedó sola y desgarrada, pasaban los días, los meses y ella, acurrucada en su camastro, solo quería morir. Entonces los vecinos le dijeron: tienes que vivir por ti, Dios te ayudará. Perpleja ella les respondió: ¿Por qué no me dijisteis eso cuando murió mi madre? Si hubiese puesto desde el principio la fuerza en mí, en vez de intentar vivir para los demás, hubiese atravesado el dolor sin tanto sufrimiento.

DARNOS PERMISO PARA SER FELICES

 

El otro día hablando de las trampas del duelo se me olvidó una, que se acentúa con las penas, pero que en realidad yo la llevaba a cuestas desde mucho, mucho antes de morir Ignasi. Me refiero a esa sensación de tener siempre algo clavado en el alma que impide reír con ganas y disfrutar del momento. Como un ¡ay! perpetuo por motivos siempre distintos, que vistos en perspectiva parecen verdaderas tonterías. Podría decir que son excusas para no ser feliz. Hasta que un día decidí darme permiso para serlo. Y me lo voy dando siempre que lo necesito. Permiso para disfrutar de eso o aquello, para relajarme, para sentir alegría, incluso para vivir la tristeza y la nostalgia. A mi me gustaría que me saliera de natural, pero estoy contenta cuando me doy cuenta que vuelvo a las andadas, cuando tomo consciencia de que me tengo que dar permiso y me lo doy. Es algo parecido a decirle a mi mente que aquí mando yo, por más pensamientos inquietantes, -de esos que van haciéndose grandes como una bola de nieve o de los otros más pequeños pero molestos-, y que mi intención es pasarlo bien, participar con los cinco sentidos de los momentos bonitos, crearlos o dejarme llevar por los que han creado los demás. Me estoy educando para sentir placer y disfrutar de mí tal como soy, una asignatura que muchos llevamos medio mal o muy mal.

Las comparaciones siempre son odiosas pero voy a hacer una que, aunque banal, a mí me ha servido. Cuando tenía 20 años y me veía en las fotos, siempre me encontraba algún fallo, cuando esas mismas fotos las he vuelto a ver a los 40, me he visto radiante. ¡Y eran las mismas! He tenido que llegar a los 40 para ver la belleza de los 20 años. Ahora, que voy a cumplir dentro de poco 53, me veo estupenda en las fotos de los 40. Pues bien, ¿para qué esperar a los 70 para encontrarme guapa a los 50? ¿Para qué amargarme con las cosas que dentro de unos años no consideraré relevantes? Mejor empezar a partir de ya a quitarle hierro a la vida. Pasará lo que tenga que pasar, nos agobiemos o no. Mejor honrar la memoria de nuestros hijos expandiendo el amor que ellos sembraron en nuestros corazones.

ESCUCHAR A LA INTUICIÓN

 

He hablado mucho en este blog de lo importante que es pedir ayuda cuando se atraviesa un duelo y realmente creo que lo es. Sin embargo, he escrito poco de lo que considero vital: guiarse por la propia intuición. Nada ni nadie nos puede salvar, rescatar o eliminar el dolor que sentimos, excepto nosotros mismos. Una situación límite, como es la muerte de un hijo, es el mejor momento para empezar a conocernos, para indagar en nuestra alma y preguntarnos quiénes somos, qué sentido nos reconfortaría darle a nuestra vida, cómo podemos sernos útiles a nosotros y a los demás. La intuición es tan real y eficiente como el razonamiento, pero cuenta con el plus de que sabe qué necesitamos en cada momento y tiene en cuenta nuestros sentimientos. Surge de nuestra parte divina, no de lo que los demás consideran bien o mal. La intuición está hecha a nuestra medida. ¿Pero cómo sentir esa vocecita a menudo tan débil que apenas se oye? Aprendiendo a relajarnos y meditando. Parando. Apartándonos a ratitos del ruido del mundo, y estando atentos a lo que sucede en nuestro interior. En silencio. La fortaleza aumenta dejando espacio a la intuición. Todos nacemos con este don, solo tenemos que recuperarlo.

UN HERMOSO CUENTO

 

Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto.

Desde la muerte y durante años no podía dormir, lloraba y lloraba, hasta que amanecía.

Un día, cuenta el cuento, se le apareció un ángel:

– Basta ya.

Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más…

El ángel le dice:

¿Lo quieres ver?

Entonces lo agarra de la mano y lo sube al cielo. Sigue leyendo

LAS POSIBLES TRAMPAS DEL DUELO

 

Cada uno vive su duelo como mejor sabe y a mi me parece que todo lo que reconforta vale. Pero entiendo que hay algunas actitudes que confunden y dificultan más que otras.

Al principio de mi camino yo me esforzaba por salir de la cama, por comprar cosas de comer buenas para cerrar el paso a la desgana, al precipicio al que me avocaba negar cualquier mínimo placer si Ignasi no estaba, si él no podía compartirlo. También me exigía arreglarme, más de lo que lo hacía antes, como para plantarle cara a la sensación profunda de abandono que sentía.

Algunas personas encuentran refugio en el alcohol o en otras drogas. Amortiguan el dolor, es cierto, pero hay que tener cuidado de no convertir ese refugio en otro aguajero negro. Así como a veces son necesarios los ansiolíticos y los antidepresivos –yo estuve medicándome durante dos años- no es bueno agarrarse definitivamente a ellos.

Tampoco creo que la actividad desmedida sea un buen compañero a largo plazo, porque impide conectar con lo que sentimos que es, aunque cueste, de lo que se trata.

Buscarse un amante para tener la sensación de estar vivo, de recuperar ilusiones, también puede ser una trampa. Encerrarse enla Iglesiaa cal y canto, puede ser otra. Con eso no quiero decir que no tengamos que beber vino ni recurrir a Dios. No, me refiero a que el camino más directo a la recuperación es encontrar nuestra fuerza interior, no dársela a otros o a algo externo. Tarde o temprano, con los vaivenes necesarios, tendremos que afrontar que nuestro hijo a muerto y que esto duele y es preciso pasar por ese dolor y escuchar a nuestra alma.

Entre medio cometeremos locuras, y en algún momento malo tal vez deseemos morir y acabar con todo. Es normal, estamos desquiciados, no añadamos la culpa a nuestros pesares. No nos juzguemos, simplemente recordemos que hay que practicar, con nosotros mismos y con los que queremos, el arte del tira y afloja. Perseguir el camino del medio, guiarnos por el sentido común. Y eso es difícil cuando se está desesperado, deprimido, triste y agobiado. Ser indulgente y comprensivo con uno mismo es sanador. Y nos permite serlo con los demás. Hay trampas y podemos caer en muchas, pero no olvidemos que el amor, en mayúsculas, es lo que nos salva.

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