CREAR ARMONÍA

INSTANTES ENTRAÑABLES

En mis ratos oscuros, cuando el desasosiego me envuelve y la realidad me duele, me da miedo, me incomoda… pido ayuda a mi parte amorosa y sabia, esa que tenemos todos, que está siempre disponible y responde a muchos nombres.

 

Luego, cierro los ojos y siento el cariño de los seres que quiero y me quieren, estén vivos o muertos. Repaso los momentos bonitos. Agradezco lo bueno que hay en mi vida y me felicito por todas las veces que me he levantado después de haber caído.

 

Procuro ser amable conmigo misma y tener paciencia. Recordarme que todo pasa y lo que hoy es terrorífico, tal vez mañana no lo sea tanto. Me perdono por todas las veces que me he tratado mal. El perdón tiene efectos liberadores y calmantes.

 

Me imagino de niña, con las dos trencitas que me hacía mi madre, y me envuelve la ternura. Recuerdo la suerte de convertirme yo en madre -no lo cambio por nada- y el inmenso privilegio de ser abuela y, poco a poco, vuelvo a sentirme amorosa.

Mientras nos quede aliento, a pesar de los vaivenes, tenemos la capacidad de elegir la belleza, de crear instantes entrañables, mágicos, de esos que se convierten en islitas de amor en estado puro.

DATE UN RESPIRO

 

Haz un paréntesis para estar contigo, sin reproches, ni juicios, ni ninguna intención, solo por el placer de acompañarte y mimarte.

 

Busca a la niña que fuiste y sonriele, ella no sabía lo que le deparaba el futuro, su inocencia todavía está en ti y se merece todo tu amor.

 

Darse un respiro es eso, dejar de exigirse, ir a lo básico; respirar, no poner resistencia a nada, hacer las paces con lo que venga.

 

Esperar lo mejor porqué te lo mereces. Sé que sobrevivir a la muerte de un hijo nos acerca durante un tiempo a la locura: es mucho dolor! Sabemos lo que es estar fuera de la vida.

 

Por eso, cualquier destello de ternura hacia nosotras mismas es agua de mayo. Buscar la belleza, escribir o hablar de lo que sentimos nos da alas.

SENTIRSE EN BUENAS MANOS

Empieza ahora un nuevo año y todos nos mandamos buenos deseos, ¿pero cómo concretarlos? No tenemos una varita mágica, capaz de borrar el hambre, el sufrimiento o las guerras, pero sí tenemos el poder de sembrar en nuestra vida cosas hermosas.

 

Una de ellas, que a mi me produce mucha ternura es agradecer. Poner la atención en lo bueno que hay en mi y en los demás. Regalar cariño es otra; a veces, voy por la calle y envío mentalmente buenos deseos a las personas que me cruzo y eso me produce una sensación muy amorosa.

 

Sin mediar palabras, el hecho de amar porqué sí, sin ni siquiera conocer al otro, crea en mi dulzura y diluye mis miedos. Crear momentos en los que no hay juicio me produce una agradable sensación de unidad, de sentirme en buenas manos.

 

A lo largo de las generaciones siempre ha habido desafíos, cambios, porque la vida nunca se está quieta. A mi me gusta imaginar que los que estamos aquí, ahora, en el planeta, como los que nos han precedido, tenemos la posibilidad de ir creando nuevas realidades, más amorosas. Tal vez el mundo económico lo gobiernen cuatro, pero en nuestro mundo interior somos nosotros los que mandamos.

 

Somos nosotros los que decidimos qué hacemos con los desafíos; verlos con amargura o como la oportunidad de ir más allá, de descubrir nuevas maneras de amar. La segunda opción, libera, porque el amor nunca cae en saco roto. No muere con la muerte, al contrario, lo hace más fuerte.

 

 

NO CAMBIO EL CARIÑO POR NADA

 

Son días de tantos altibajos, ¿verdad? En todas las casas florece la ausencia de los que se han ido.

 

La música, en mi, desata las emociones y lloro, liberando así todo la nostalgia que he ido reteniendo, sin darme cuenta.

 

Luego sonrío, porqué siento que todo encierra un lado bueno, lleno de belleza, muy amoroso.

 

El dolor más desgarrador, guarda la esencia del amor más profundo. No cambio el cariño dado y recibido por nada.

 

No me resisto a sentir lo que siento, al contrario, me entrego a lo que surja porque todo es vida, aunque duela.

 

Y me gusta imaginar que el plan es perfecto, que en cada momento el Universo me ofrece las herramientas que necesito.

 

Y me gusta imaginar que los que han cruzado están bien, que me sonríen y me recuerdan que solo se han ido un poco antes.

 

Y me gusta imaginar que nos abrazamos y este abrazo me reconforta tanto que me une a ti, a todos. Me une con los que estamos aquí para sentir la fuerza y la dulzura que nos mantiene con los pies en la tierra, para apoyarnos. Con los que han partido para constatar que el amor continúa.

 

La vida es un misterio y el amor es la contraseña que nos permite transitarla con ternura

 

GRACIAS

 

Qué agradable sentir la calidez de las personas que, como yo, han vivido o empiezan grandes cambios con la mirada puesta en el cariño.

 

El encuentro de este pasado viernes en Andorra me ha regalado paz y dulzura. Me ha hecho ilusión estar en una escuela, con padres, maestros y psicólogos hablando de la muerte y el duelo para amar más la vida.

 

Gracias al Colegio Sant Ermengol, a Mª Pilar, a Montse, a Rosa, a Paco, a Eloy, a todos los asistentes, aunque no recuerdo vuestros nombres, sí guardo en el alma los abrazos compartidos.    

NOS VEMOS EN ANDORRA

 

Hablar de la muerte y el duelo es cada vez más frecuente, pero sigue siendo un poco tabú, como innecesario o de mal gusto hasta que tropezamos con la realidad.

 

Entonces, si la pérdida es de alguien que queremos con toda el alma, nos sentimos perdidos, el dolor es desgarrador y nos suelen faltar herramientas para sobrellevar lo que nos parece imposible.

 

A lo largo de la vida, casi todos perdemos a alguien que amamos, por eso agradezco la oportunidad de poder compartir, en un colegio, con padres y adolescentes lo que a mi me ha ido bien para afrontar la muerte de mi hijo Ignasi y de mi esposo. Me ayuda a sentirme útil.

 

 

Gracias a Mª Pilar Armengol del colegio Sant Ermengol y a la Asociación de duelo Marc G.G, por darme esta oportunidad. La entrada es abierta y gratuita. Si podéis venir, me encantará daros un abrazo.

AHONDAR EN LA TERNURA

 

 

Lo mire por donde lo mire, no encuentro nada más eficaz que el amor para atravesar momentos difíciles.

 

Es verdad que, en ocasiones, la vida nos pone a prueba de forma desgarradora, nos suele dar en la diana de lo que más nos duele y nos hundimos.

No somos santos y, al menos yo, suelo tropezar con la misma piedra unas cuantas veces hasta que me doy cuenta que algo estoy haciendo mal.

 

Generalmente, lo que ocurre es que me he dejado llevar por la envidia, el desaire, los celos o me he puesto en un lugar que no me corresponde. Casi siempre el origen tiene que ver con no soltar algún prejuicio o creencia que me limita, me confunde, me aleja de disfrutar de la calidez del cariño.

 

Es más fácil dar la culpa a otros, a una situación compleja, a la propia vida, antes de mirar hacia dentro e intentar ver qué nos puede ayudar a hacer las paces, a liberarnos, a cambiar nuestra actitud ante lo que sea.

 

Agarrarse a la ira, la rabia o el odio, aunque nos parezca legítimo, solo trae amargura. Estar enfadado siempre con el mundo desgasta mucho.
No vale la pena malgastar así la existencia.

 

 

Todos nos equivocamos, eso nos hace humanos y reconocerlo nos ayuda a rasgar otro velo, a sentirnos cerca de la tranquilidad, del bienestar, de la alegría.

 

Vamos a intentar querernos un poco más y así poder mirar con delicadeza y comprensión a los demás, a lo que nos sucede, aunque no nos guste.

 

Cuánta más ternura desprendemos, más agradable es vivir, menos dramático es todo, más cálido es el recuerdo de los que nos han precedido y los percibimos más cerca, ¿verdad?

 

 

 

CABOS SUELTOS

 

 

Mi relación con la muerte es familiar, quiero decir que no me es desconocida. He vivido la devastación que supone ver morir a un hijo y el vacío que acompaña la muerte de un gran compañero de vida. Nos hemos mirado a los ojos y siento por ella mucho respeto. Nombrarla no me da miedo, no creo que al hacerlo la invoque, al contrario, me ayuda a diluir mis miedos.

 

Es imposible elegir no morir y, aunque nos desgarre el alma, nada podemos hacer por los nuestros cuando es su hora de partir. Todo eso lo cuento porque, de tanto en tanto, al acostarme, juego a hacer balance de mi existencia. Me digo: «si mañana no me despertara, que me quedaría pendiente». Y voy repasando lo que me gustaría dejar más arreglado. Está bien intentar dejar las cosas fáciles a las personas que queremos, pero me he dado cuenta que es absurdo intentar atar todos los cabos. Sin cabos sueltos no tendría sentido la vida, no aprenderíamos nada.

 

En realidad, solo tenemos que procurar hacer las cosas con amor hasta donde llegue nuestro recorrido y, luego, el testigo pasa automáticamente a los que se quedan, como en las carreras de relevos.

NOS UNE EL AMOR

 

 

Aquella entrañable Navidad del 98 yo no sabía que era la última que pasaría con mi hijo Ignasi, tampoco que el verano del 2019 sería el último que Lluís y yo estaríamos en Menorca, compartiendo la deliciosa sombra de la morera del patio, las primeras horas del día en el mar, las largas siestas… Su enfermedad y su muerte, en febrero del 21, me han llevado de nuevo a otra realidad.

 

Sí, hay un antes y un después tras la muerte de seres muy queridos, mucho dolor, rabia y tristeza, pero también es agradable constatar que el hilo de amor que nos unía sigue intacto. Mi hijo y mi esposo forman parte de mi, así lo siento. Como si, al irse, algo de su bondad, su fuerza y su sentido del humor hubieran quedado impregnados en mi ADN.

 

Cuando pienso en ellos, siento como florece en mi interior la ternura. Ese cariño lo puedo ofrecer a todo lo que me rodea. Amar es una opción, una forma de vida, una buena inversión. El amor no se desgasta, al contrario, cuánto más damos más recibimos.

 

En los días claros, mágicos, todas/os hemos experimentado la agradable sensación de hacer las cosas con mimo, con suavidad, con amor. No es lo mismo ir a comprar, fregar los platos o cocinar con desgana que con cariño, ¿verdad?

 

Por eso, porqué no sabemos si este será el último verano, vale la pena saborearlo, vivir un día a la vez, convertir lo sencillo en extraordinario. Sentir gratitud, regalar palabras dulces, abrazar a los nuestros y mecer en nuestro corazón a los seres queridos muertos.

 

NO ESTÁS SOLA

 

Siempre me resulta sorprendente, a pesar de que lo he experimentado muchas veces a lo largo de mi vida, que después de días raros, pesados, difíciles, en los que no encuentro sentido a nada, vienen otros ligeros, en los que predomina en mí una sensación de amor, de armonía que agradezco infinitamente.

 

En esos días claros, hago las paces con alguna parte mía que, tal vez, mantenía cautiva y disfruto cocinando, arreglo las plantas, me pongo a escribir y veo cómo brotan las palabras con soltura, sin esfuerzo, con cariño.

 

Puede ser que los días oscuros, le den más luz a los que percibo como claros. Sea como sea, eso me da fuerza, me ayuda a atravesar mi duelo y expande el amor que siento hacia mis seres queridos. No hay nada que me dé más calma que sentir el amor que hay en mí. Ese amor que está en ti y que nos une a todos.

 

Si tienes un día malo o muy malo, recuerda que no eres la única y, aunque ahora te parezca imposible, pasará y tal vez vuelvas a sentirte en paz contigo y con la vida. No estás sola, somos muchos los que estamos aprendiendo a vivir de nuevo.

 

 

 

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