LA PÉRDIDA MÁS DOLOROSA

 

Todos tenemos un antes y un después en nuestras vidas; para algunos el vacío empieza con la muerte de un hijo, de la pareja, de los padres, de TARDOR nenúfarsun hermano… de un ser inmensamente querido.


Otros comienzan su ‘después’ al recibir un diagnóstico médico inquietante y grave o cuando les falta el trabajo y se desmorona su economía y con ella sus sueños.

Muchos inician su desespero cuando pierden el amor de la persona que aman, cuando se sienten abandonados o traicionados…

 

Sea la que sea, la pérdida más dolorosa es el punto de partida de un nuevo comienzo, el embrión de algo que, pasado el tiempo de incertidumbre y dolor, acabará siendo un referente vital para nosostros. 

 

Nuestra pérdida más dolorosa es nuestra prueba más grande, es el avatar de nuestra existencia. Si la comparamos a una carrera universitaria sería la que nunca, ni por asomo, elegiríamos, pero es la que conlleva para nosotros mayor poder de transformación, la que nos ayudará a dejar atrás miedos  ancestrales que nos parecen imposibles de afrontar, la que cambiará por completo nuestra visión de la vida y de la muerte. Nuestra gran pérdida es nuestra gran oportunidad.

 

Ya sé que cuando uno la está atravesando no quiere ni oír hablar de oportunidades ni de futuros prometedores. Incluso molesta pensar que después de ‘eso tan terrible y doloroso’ uno puede llegar a ser alguien más alegre y sereno.

 

Lo que interesa de verdad es cómo sobrevivir cada día sin sucumbir a los altibajos feroces, a la nostalgia desgarrada, al dolor en el pecho, a las noches en blanco, al cansancio infinito… Pero también es cierto que la gran prueba exige ganar confianza y la confianza se sustenta en el amor, la paciencia y la esperanza.

 

Para sobrevivir a la pérdida más dolorosa no hay más remedio que confiar en uno mismo, en la vida y en los demás. En tener la humildad de pedir ayuda, ser sincero y estar dispuesto a volver a empezar.

 

5 Responses to LA PÉRDIDA MÁS DOLOROSA

  • Hola, preciosa

    Cada uno tiene su primera muerte, como una marca grabada. No hay dos muertes iguales, ni dos maneras similares de afrontarlas salvo, como bien dices, «la confianza se sustenta en el amor, la paciencia y la esperanza». Sin ellas estamos perdidas.

    Me ha encantado tu entrada. Siempre aprendo contigo.

    Besotes.

  • Mercè Castro dijo:

    Buenos días preciosa,

    Sí, y todas las demás muertes nos remiten a la primera, creo que por eso es tan importante curar bien la herida. No se si te hablé del Ho’oponopono, ese método hawaiano del perdón. Es genial para ir a la raíz. En el número del mes de marzo saldrá en la revista Cuerpo Mente un artículo sobre esta técnica tan práctica y eficaz.
    Yo también aprendo mucho de ti, princesa.
    Un abrazo grande y muy amoroso

  • Mercè Martí dijo:

    Hola Mercè, es bien cierto que no hay dos muertes iguales, ni los sentimientos de dolor son los mismos, es verdad que para aprender «un poco de la vida» tengamos que pasar por estos trances, pero tambien es cierto que ves las cosas de distinta manera, más sosegada, sin darle tanta importancia a lo que antes te parecia que la tenia, soy de la opinión que hay que pedir ayuda, hablar con los demás e intentar empezar cada día «reinventando» para ser algo más feliz.

    Como siempre me encanta todo lo que escribes.

    Un abrazo muy sincero.

    Mercè.

  • Mercè Castro dijo:

    Hola Mercè cariño,

    Es verdad que cambia muchísimo nuestra escala de valores, de alguna manera nos volvemos más tolerantes, menos exigentes y, en definitiva, más compasivos.

    Gracias, a mi también me encanta lo que escribes tú.

    Un abrazo muy cariñoso

  • Yareli dijo:

    Que tal Merce Castro:

    Este artículo está lleno de esperanza, gracias por darme esperanza atraves de las palabras que escribes. Hace 20 días que tuve un parto prematuro donde nacieron mis hijos Joshua y Yeshua no sobrevivieron por que tenían solo 22 semanas. Esa experiencia es la pérdida más dolorosa que a mis 28 años he tenido, sólo dios sabe cuanto deseamos a nuestros hijos, tres años para que vinieran a mi vientre, y los cuando por fin el milagro sucedió, los tuve 22 semanas y después los tuve que enterrar. Ahí empezó mi vacío la perdída más grande, la más dolorosa. Muchas veces creo que si tan sólo supiera cual es exactamente el propósito,que lección puedo aprender de esto, cual es la razón entonces y sólo entonces se me haría más fácil aceptarlo, se porque Anteriormente ya te había leído no con el mismo sentido, se que no tenemos que entender como funciona este universo que sólo tenemos que confiar. Me es muy difícil no querer saberlo y sólo aceptarlo, ya que a veces pienso que es mi culpa que pude haber hecho más, otras veces pienso ¿porqué los bebés no quisieron quedarse con nosotros?. Siempre me había sentido muy bendecida por dios porque tengo mucho que agradecer y me decía lo único que me falta es ser madre, tener la oportunidad de ver crecer y ayudar a cumplir la misión a mis hijos, cuando me embarazo me siento completamente afortunada y bendecida y cada día agradezco por la salud mía y la de mis bebés, y cuando sucede la pérdida no lo entiendo, me digo porque, porque, porque si hay mujeres que no quieren a sus bebés y los tienen, porque y me cuesta mucho entenderlo, no quiero perder la fe y la esperanza y aunque hay personas, palabras, textos que me sostienen, hay momentos en que el dolor y el vacío siguen ahí. Quiero confiar en el proceso de la vida, quiero confiar en que el universo conspira para mi, quiero ser feliz sin los bebés, pero no dejo de cuestionarme ¿tendré la oportunidad de embarazarme nuevamente, de ver nacer y crecer a un hijo? No quiero perder la esperanza, quiero transformarme, quiero confiar.
    Gracias por acercarme a la transformación.

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