AMARNOS SIN CONDICIONES
Durante los primeros tiempos de duelo, cuando el dolor es desgarrador, intentamos proteger a los nuestros sacando fuerzas de flaqueza para que nuestras parejas e hijos perciban una imagen de ‘normalidad’. Como queriendo decir al mundo: “tranquilos, estoy aquí, no me hundo, confiandad en mi”. Eso puede servir, siempre y cuando nos permitamos a ratitos desmontarnos sin juzgarnos. Qué quiero decir: es habitual cuando hablamos con el corazón, sin representar ningún papel, reconocer que la mayor parte del tiempo nos sentimos perdidos, tristes y desesperados, sin saber por dónde tirar, ni qué hacer para salir adelante… No pasa nada por sentirse así, es lo habitual después de un golpe tan duro. Pero si encima de haber perdido el norte y la vida que teníamos nos recriminamos por sentir lo que sentimos no nos estamos haciendo ningún favor ni a nosotros ni a los nuestros. Durante el duelo ayuda muchísimo ser amoroso y comprensivo con uno mismo y dejar de mirar con lupa las emociones que sentimos, por muy negativas que sean. No somos un juez que determina lo que está bien y mal y emite sentencia. Si tenemos rabia, pues tenemos rabia, si estamos tristes, pues estamos tristes, si no sabemos por dónde tirar, pues no sabemos por donde tirar.
Puedo asegurar que si no nos resistimos, si no nos juzgamos, el vértigo de emociones se va suavizando.
Hay un antes y un después tras la pérdida de un hijo o de cualquier ser o situación muy querida. Mientras no llega el después, mientras se está en el vacío de la incertidumbre, todo amor y compasión hacia nosotros mismos es poco. Bastante duro ya es de por sí el cambio como para no ser compasivos y convertirnos en nuestro principal enemigo.
Si después de pasar unos días, un ratito o una temporada buena volvemos a sentirnos tan mal como al principio, que no cunda el pánico, es normal NO PASA NADA. Todos los niños antes de empezar a andar caen y cuando ya saben incluso correr, caen y vuelven a caer. Durante el duelo no solo es como si aprendiéramos a andar de nuevo, es mucho más que eso: estamos aprendiendo a VIVIR DE NUEVO. Ayuda muchísimo dejar ir, soltar creencias que antes quizá nos eran útiles pero que en la realidad que vivimos ahora ya no sirven. Tal vez algunos creíamos que podíamos controlarlo todo, que nuestros hijos eran nuestros, que sin nuestra pareja no podíamos hacer nada, que nuestro trabajo era nuestra vida, que nuestra felicidad dependía de tener lo que sea que ahora no tenemos. Todo eso hay que soltarlo y tener la confianza de que cuando llegamos al mundo, frágiles y desnudos traemos en nuestro interior la fuerza necesaria para vivir en paz y serenidad la vida. Esa fuerza es el mayor de los tesoros ¡y es NUESTRA!, no depende de nada. El camino del duelo es una oportunidad para reencontrarla.
Campanilla dijo…
Me admira tu fuerza. Como digo en el encabezamiento de mi blog, cada uno vive a su manera, y las arañas eligen un rincón. Gracias a Dios que tú no te has quedado anclada en un rincón y te esfuerzas por aprender de nuevo a vivir. Ignacio ha tenido la suerte de que hayas sido su madre, ahora es tu Angel Guardián. No lo dudes.
7 de diciembre de 2011 15:35
Mercè Castro Puig dijo…
Gracias Campanilla, estoy segura que Ignasi está conmigo, dándome amor y fuerza cómo siempre ha hecho.
Un abrazo grande
Ana dijo…
Describes en este post mis sensaciones en estos últimos dias,esa montaña rusa constante,ese bajar al fondo del pozo cuando parecia que habia empezado a asomar la cabezilla.
Un abrazo Mercè
Mercè Castro Puig dijo…
Ana, vienen días especiales y lo normal es volver a los inicios, pero ten la esperanza de que volverás a ver la luz
Te quiero bonita,
Mercè
Hola Mercè:
Deseo que cada día vayas mejor.
También quiero agradecerte por todo el apoyo y gran enseñanza que tu libro me ha dado para poder ayudar a mis pacientes que viven una situación semejante a la tuya.
Gracias!!!
Te deseo lo mejor y que en estas fechas tan especiales, en particular para ti, pases unos días de paz y amor con tu familia y, como dices en los comentarios del blog, con la fe plena en que Ignasi se encuentra dentro del recuerdo y corazón de cada uno de ustedes. Y por supuesto sin extrañarlo ya que: Cómo voy a extrañarte si estoy llena de ti.
Gracias por ser parte de mi vida.
Dios te bendiga siempre.
Una sonrisa
Ceci Deza
Hola, te escribo desde México. Hace 7 meses perdí a mi hija Angélica de 11años por cáncer, y es la experiencia más difícil a la que un padre se puede enfrentar. Todo sucedió tan rápido que no hubo tiempo de reaccionar. Desafortunadamente estaba atravesando una fuerte crisis matrimonial por graves errores del pasado, cuando la terrible enfermedad nos la arrebató. Al día de hoy sigo con mi esposa, aún nos queda un hijo de 17 años por quien luchar en la vida, he leído mucho sobre el perdón pero para mí no ha sido fácil romper con el pasado y en mi etapa de duelo me generó mucha ira y culpa. Debo aceptar que Dios tenía una misión para ella, misma que cumplió y decidió llevarla a Su Prescencia. Me quedo con los 11 maravillosos años que la tuvimos, le dimos mucho amor y fue una niña feliz en su corta vida.
Querido Gustavo,
Es tan dolorosa la muerte de un hijo que a mi me parece que es necesaria la ayuda de algún terapeuta que nos sostenga. Son demasiadas las emociones que se sienten para atravesar el duelo sin apoyo. Tu hijo de 17 años se merece unos pacdres valientes que no tiren la toalla y enfrenten sus miedos con cariño, sin juicios ni críticas.
Un abrazo grande y muy amoroso para loas cuatro