APRENDIZAJE

VIDA DESPUÉS DE LA VIDA

 

CAVALLERIA2

Os propongo que escuchéis la intervención de Paloma Cabadas en el IV Congreso Internacional “Vida después de la vida”, que se celebró en Albacete en octubre de 2011.

Paloma Cabadas es psicóloga y autora del libro “La Muerte Lúcida”, entre otros, e imparte cursos y seminarios sobre la evolución de la conciencia.

Esta intervención suya, que es la primera que escucho, ha resonado en mi alma. Paloma sostiene que la muerte es un paso a otra dimensión, que el sufrimiento, aunque es humano, no sirve para nada, al contrario reduce nuestras posibilidades de sentir el amor de nuestros seres queridos y los entristece, tanto a los que están aquí como a los que se encuentran en el otro lado. Sus palabras son amorosas y están llenas de experiencia y sabiduría.

www.youtube.com/watch?v=rf3ca6vDdBM

 

LA PÉRDIDA MÁS DOLOROSA

 

Todos tenemos un antes y un después en nuestras vidas; para algunos el vacío empieza con la muerte de un hijo, de la pareja, de los padres, de TARDOR nenúfarsun hermano… de un ser inmensamente querido.


Otros comienzan su ‘después’ al recibir un diagnóstico médico inquietante y grave o cuando les falta el trabajo y se desmorona su economía y con ella sus sueños.

Muchos inician su desespero cuando pierden el amor de la persona que aman, cuando se sienten abandonados o traicionados…

 

Sea la que sea, la pérdida más dolorosa es el punto de partida de un nuevo comienzo, el embrión de algo que, pasado el tiempo de incertidumbre y dolor, acabará siendo un referente vital para nosostros. 

 

Nuestra pérdida más dolorosa es nuestra prueba más grande, es el avatar de nuestra existencia. Si la comparamos a una carrera universitaria sería la que nunca, ni por asomo, elegiríamos, pero es la que conlleva para nosotros mayor poder de transformación, la que nos ayudará a dejar atrás miedos  ancestrales que nos parecen imposibles de afrontar, la que cambiará por completo nuestra visión de la vida y de la muerte. Nuestra gran pérdida es nuestra gran oportunidad.

 

Ya sé que cuando uno la está atravesando no quiere ni oír hablar de oportunidades ni de futuros prometedores. Incluso molesta pensar que después de ‘eso tan terrible y doloroso’ uno puede llegar a ser alguien más alegre y sereno.

 

Lo que interesa de verdad es cómo sobrevivir cada día sin sucumbir a los altibajos feroces, a la nostalgia desgarrada, al dolor en el pecho, a las noches en blanco, al cansancio infinito… Pero también es cierto que la gran prueba exige ganar confianza y la confianza se sustenta en el amor, la paciencia y la esperanza.

 

Para sobrevivir a la pérdida más dolorosa no hay más remedio que confiar en uno mismo, en la vida y en los demás. En tener la humildad de pedir ayuda, ser sincero y estar dispuesto a volver a empezar.

 

MIS MEJORES DESEOS

 

TARDOR  FLORS

Sea cual sea la situación en la que te encuentres, piensa que este puede ser un buen año para empezar a enderezar tu vida. Sé que hay golpes que lo dejan todo oscuro pero precisamente por eso quiero hablar de las mil tonalidades radiantes de la luz; de la dulzura del perdón que libera nuestros pesares y armoniza nuestras relaciones, de la felicidad de bendecir, que significa decir bien de todo y de todos, de la maravilla de crecer y aprender con el corazón abierto hasta estar en paz con uno mismo y con la vida.

En espíritu no estamos separados, todos somos uno, de tal forma que al sanar nuestras heridas sanamos las de los demás, sobre todo las de las personas más cercanas a nuestro entorno familiar.

Propongo para este 2013 no prestar demasiada atención a las noticias catastróficas que inundan los medios de comunicación y, en cambio, estar muy atentos a la bondad que surge expontanea entre las personas. Ojalá todo lo que vivamos este año lo podamos ver como un fructífero aprendizaje y seamos capaces de darnos con amor la mano. El miedo desaparece cuando entra el amor. Y el amor está siempre disponible, estamos hechos de amor, solo tenemos que invocarlo.

MERECES CONFIAR EN TI

 

Imagínate que confías plenamente en ti y que esta fe no es una idea, no nace en tu cabeza, surge directamente de tu corazón. No es una fe ciega, no proviene del fanatisno ni el miedo, al contrario, esa confianza la has ganado poco a poco actuando con amor y sabiduría.

Recuerda que desde que naciste, cada vez que la vida te ha golpeado has conseguido ir más alla del sufrimiento y salir adelante. Al lograrlo has sentido gratitud y has afianzado tu confianza. Imagínate que esa fe en ti ahora ya es tan grande que aceptas entregarte a la vida. Y esa entrega te hace ilusión porque sabes que tarde o temprano te traerá alegría.  

LEVANTARSE DE LA CAMA

Es normal al empezar el duelo, incluso mucho después, que algunos días nos cueste levantarnos de la cama. Cuando a mi me sucedía eso me decía a mi misma que todo pasa, lo bueno y lo malo y que esa sensación tan dolorosa, incluso físicamente dolorosa, también pasaría. Cuando nos invade el miedo, lo mejor es dejar de pensar, soltar en lugar de aferrarse y procurar hablarse a uno mismo con cariño, como le hablarías a tu mejor amiga o a una niña pequeña a la que adoras. Por ejemplo, yo me decía algo más o menos así: «voy a levantarme despacito y me daré una ducha, el agua caliente me irá bien, me reconfortará, estoy segura, después me vestiré y me pondré aquel vestido tan bonito y comeré algo rico…” Tenía el estómago cerrado y lo que menos me importaba era ponerme un vestido bonito, pero precisamente por eso necesitaba darme ánimos, tratarme con cariño, sin pensar. Así, poco a poco iba recupendo fuerzas y podía empezar el día.

Al acostarnos por las noches, rodeados del silencio y la intimidad de nuestra habitación, el dolor regresa punzante y el horror se vuelve a hacer grande. Estudios científicos han demostrado que solo un minuto entreteniendo un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. Por eso, para no sucumbir al desespero y enfermar es bueno recurrir otra vez a las palabras y a los pensamientos agradables y revivir algo bonito, por pequeñito que sea, que nos haya sucedido durante el día. Yo creo que a todos nos va bien, aunque no estemos en duelo, crear momentos amorosos a los que podamos recurrir al acostarnos. Me refiero a esos momentos que no cuestan dinero, no valen nada y, en cambio, son tremendamente valiosos para nuestra alma. Si hay algo más fuerte que el miedo, sin duda es el amor.

LAS RUPTURAS DE PAREJA Y EL DUELO

 

 

Algunos padres me escriben preocupados porque su vida de pareja se tambalea o se rompe. ¿Puede la muerte de un hijo ser la causa de una separación?

 

A mi me parece que en algunos casos la muerte de un hijo puede ser el detonante de un distanciamiento entre los padres, sí, sobre todo si ya existía antes cierta incomodidad en la relación. Si uno de los dos se sentía de algún modo solo, desvalorado o maltratado es muy posible que el duelo active la energía necesaria para acelerar la ruptura.

 

Tal vez ese malestar estuviera en fase latente y nunca se hubiera verbalizado, incluso que habitara solo en el inconsciente de uno de los dos y el otro estuviera ciego a ese desasosiego subterráneo. Es posible. Y si no hubiese sucedido nada tan grave, así, entre dos aguas, hubiese podido continuar la relación durante años, pero el duelo sacude los cimientos del alma, rompe máscaras, arranca vendas de los ojos y nos enfrenta a nosotros mismos y a todo lo que percibimos como bueno o malo en nuestras vidas.

La verdad es que el dolor nos deja sin fuerzas para mantener las relaciones que pesan, al menos de la misma forma que las manteníamos antes. Todo lo que no es esencial se tambalea y descubrimos que lo único esencial para vivir es el amor.
El desencuentro se hace más grande si uno de los dos se encierra en el dolor y se resiste a soltar lastre, si se ve incapaz de mirar de cara a sus propios miedos y emprender un camino de crecimiento personal que le ayude a evolucionar, a salir del túnel y ver la luz.
A menudo las personas que queremos nos acompañan un tramo de nuestra vida, no tiene porqué ser la vida entera, pero no por eso son menos esenciales.
Si en vez de buscar culpables aceptamos la realidad tal como es, si en vez de acumular rabia y rencor tenemos la valentía de dejar ir lo que ya no sirve por más que nos duela, estaremos creando para nosotros y para nuestros seres queridos una vida mejor. Incluso, aunque no es frecuente, algunas personas que han roto y se han permitido con respeto crecer cada una por su lado, al cabo de los años han vuelto a vivir juntas. Todo es posible si anteponemos el amor en mayúsculas al miedo.

HACER EL MÁXIMO PARA SER FELIZ

Aunque al principio del duelo es normal sentirse atrapado en el dolor y no ver la posibilidad de volver a la vida, todos tenemos en nuestro interior la fortaleza para atravesar el desierto de la ausencia y renacer. Precisamente creo que el duelo consiste en eso, en conectar con nuestra Esencia Divida, esa parte nuestra segura y confiada que sabe con certeza que el amor perdura, que la vida es solo un sueño y en nuestras manos está convertirla en algo bello o en el peor de los infiernos como, por ejemplo, el que viven las personas que tienen siempre el corazón en vilo esperando lo peor. Esa no es manera de vivir y seguramente viene de lejos, la hemos heredado, no es una elección consciente, sino una creencia que ha ido pasando de generación en generación.

 

El duelo, ese vendaval que se lo lleva todo, es un excelente pretexto para cambiar y dejar el papel de víctima por otro más feliz. Sí, es un buen momento para sacarnos de encima todo lo que nos oprime y quedarnos con lo que somos, ni más ni menos.

 

A mi me gusta creer que soy una ‘chispita’ de amor puro, recubierta de mil temores, heridas, pactos y memorias no muy favorables, la verdad, pero ‘chispita de amor al fin y al cabo. Y en eso estoy, en ir sacando capas y curando heridas (muchas, como ya he dicho, no son ni mías) con el propósito de acercarme a esa luz dorada que brilla con intensidad.

 

Hay días que cunden y adelanto mucho y otros en que me pierdo y lloro, con un llanto desconsolado, pero mi intención está puesta siempre en hacer el máximo que pueda para ser feliz.
También me gusta pensar que la muerte, como final, no existe, que el Universo encierra infinidad de posibilidades y me encanta tener la certeza de que mi hijo Ignasi y todos mis muertos están bien, no sé muy bien por dónde anda cada uno, pero sí sé que, de alguna manera, ellos ya están en casa y, cuando llegue yo, no quiero volver con el sentimiento de haber echado por la borda mi vida, de no haberla aprovechado, de no haber reído y querido lo suficiente….

 

Si estamos aquí, qué mejor que vivir, en vez de encerrarnos y taparnos con un manto de miedo y angustia. Pase lo que pase tenemos la capacidad de darle la vuelta y no estamos solos para lograrlo; aquí, en la Tierra, hay muchísima gente que puede ayudarnos y, del otro lado, ya ni los cuento. No por nada, ¡sino porque son tantos!

 

Como todos los caminos, el de dejar de sufrir empieza con un pasito. No hace falta querer recorrer mucho trecho de una sola vez. No, más vale tomar consciencia e ir despacio. Os animo a realizar juntos este viaje que consiste en aprender a quererse y dejar de juzgar a nadie y, sobre todo, a nosotros mismos.

 

Cada cual hace con su vida lo que puede, cada uno de nosotros creamos nuestra propia historia y para nosotros es la válida, es la verdad y es distinta de la de los demás. Podemos, pero no sirve para este viaje culpar a los otros o a la vida de lo mal que nos sentimos.

 

Si no nos gusta nuestra historia en nuestras manos está cambiarla. Para esta aventura es preciso tomar las riendas, ser sinceros con nosotros mismos y actuar y decidir con el corazón, con la fuerza y la voluntad de auténticos guerreros.

DAR ALAS A LA ALEGRÍA

Hoy me he levantado contenta, más alegre y ligera de lo que venía estando y, en apariencia, no ha cambiado en mi vida nada, incluso estoy viviendo un momento profesional de incertidumbre grande; en la editorial donde trabajo han declarado un ERE que afecta a 63 trabajadores (y es más que probable que yo esté en la lista y no lo digo sin motivos). Sin embargo, hoy me siento feliz, con una felicidad despreocupada parecida a la de cuando era niña. Y sé porqué, aunque no sé si voy a saber explicarlo.

 

Desde hace unos 12 años participo en un taller de interpretación de sueños. Nos reunimos un viernes al mes, un grupo muy reducido, dirigido por Quim Mesalles, un buen terapeuta. Los sueños son una puerta abierta a nuestro inconsciente, la parte velada y oculta que contiene más del 90 por ciento de nuestra memoria. Allí guardamos creencias, emociones, pactos y acuerdos (inconscientes) que hemos ido efectuando con nosotros mismos a lo largo de nuestra existencia. Pero igual que ocurre con los muebles y los objetos aparcados durante años en un desván, muchísimo más de la mitad de lo que guardamos en nuestro inconsciente con el tiempo queda inservible. No es más que lastre que nos llena de pesadumbre.

 

Pues bien, ayer en el taller pude liberar un pacto inconsciente que hice alrededor de los 20 años y por eso hoy me siento tan liviana. Y lo cuento porque cuando uno está de duelo, como la mayoría de lectores de este blog, el alma pide a gritos liberar lastre, humo negro…


Para conectar con el sentimiento de alegría hay que limpiar memorias y creencias y dejar ir emociones antiguas. La alegría profunda y serena solo guarda relación con nuestro interior, nada tiene que ver con lo que ocurre fuera.
De ahí que todas las terapias que nos liberan de ese peso sean bienvenidas. Hay infinidad de buenos terapeutas que pueden ayudarnos a iluminar las sombras y poner orden a nuestro particular desván.

 

En el blog  (colorsbloc.com) de una buena amiga y excepcional comunicadora, Conxita Parra Enfedaque, encontraréis mil y una terapias para elegir. Merece la pena que le echéis un vistazo.

LA CLAVE ESTÁ EN CAMBIAR NOSOTROS

Tengo una amiga del alma que está empezando un duelo grande y doloroso: la muerte de su marido en solo tres meses. A mi me gustaría alzarla en brazos a ella y a su niña de 5 años y llevarla en volandas hacia el final del túnel, allí donde la luz vuelve a llenar de sentido y alegría la vida. Me gustaría, pero qué insensata sería… Puedo darle la mano tantas veces como ella quiera pero si recorriese yo el camino en vez de ella de nada le serviría.

Solo ella, con la ayuda de su esencia divina, puede ir desgranando el grano de la paja y transformar el dolor y la rabia, que ahora siente, en serenidad y sosiego. Cuando estamos en duelo todo lo que no nos da paz hay que ir apartándolo de nuestras vidas. Pero aunque a veces ocurre, no se trata de dejar de lado situaciones y personas, no.

El gran salto consiste en cambiar uno mismo, en tomar las riendas, en sabernos responsables de nuestras vidas en vez de echar la culpa a los otros. Los demás son como son y no podemos cambiarlos, pero nosotros sí podemos, con el tiempo, ver las cosas de un modo distinto.

 

MIRAR CON CARIÑO A LA RABIA

 

He pasado las navidades resfriada como una sopa, pero he compartido la mesa con las personas que quiero. Su cariño ha sostenido mi alma.
Por la noche del 26, la que partió Ignasi hace 13 años, al acostarme vino a visitarme el horror que viví aquel día. Los recuerdos acudieron envueltos en rabia. ¡Qué potente es esta emoción! Surge de mi interior con una fuerza grande y si me resisto crece con un estallido incontrolable. Es la emoción que menos me he permitido sentir desde niña y se siente despreciada, por eso este año al verla venir no he querido ignorarla. Es tan humana como cualquier otra, forma parte de mi y por eso, en la cama, desvelada, intenté abrazarla y acunarla hasta que pude dejarla tranquila y sosegada en mi corazón. Me costó porque mi primera reacción es juzgarla y al juzgarla a ella me estoy juzgando a mi misma y eso me lleva a una espiral de angustia desbocada. Lo sé, por eso recurro al amor y me perdono y me permito sentir lo que siento y, entonces, la rabia se calma.

Es curioso, primero nos retamos con la mirada, como enemigas y el mundo se convierte en un lugar inhóspito. Tomo conciencia y me aparto, la miro con distancia, la reconozco y la nombro: “Eres la rabia”. Ella está alerta, desconfiada, preparada para el ataque y sigue así hasta que soy capaz de mirarla con cariño. Mantenemos un diálogo silencioso y cuando se da cuenta que no la rechazo, que reconozco su valor, que la considero válida, la furia desaparece y el mundo recobra luz y armonía y vuelve a ser amoroso.

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