UN DÍA COMO HOY FUI MADRE

 

 

Alrededor de los 25 años, de repente, me di cuenta que me quedaba prendada en la mirada de los bebés que me cruzaba por la calle. ¿De dónde salían de golpe tantos niños preciosos?

 

Tuve un embarazo maravilloso y días antes de cumplir los 26 abracé por primera vez a Ignasi. Nos sentimos cómplices desde que el test dio positivo.
Y cuando nos miramos aquel 8 de junio del 83 desapareció el mundo entero. Fue el inicio de un Big-Bang de amor.

 

No sabía yo entonces que esa explosión de amor iría más allá de la muerte. Que, incluso rota, guiaría mis pasos, secaría con dulzura mis lágrimas, me llevaría en volandas cuando yo apenas podía levantarme de la cama.

 

Sinceramente creo que, aunque la muerte nos desgarra, el AMOR es para siempre. Ese amor esta en cada uno de nosotros, es nuestra esencia y los hijos vienen a recordarnos lo que somos. Son uno de los interruptores que nos conectan a nuestro yo más sagrado.

 

Con la ausencia física de Ignasi he rozado a instantes la locura, pero siempre he encontrado destellos de luz que me han sostenido. No estoy hablando de grandes cosas, a veces lo sublime es tan pequeño…

 

Al girar una esquina nos puede sorprender la fragancia de una flor, la sombra verde de un árbol centenario, unas palabras cariñosas, un beso, una melodía… y esos minúsculos destello pueden encender la hoguera, el fuego de amor que llevamos dentro.

 

Cuando hay tormenta y el cielo oscurece, cuando la humedad nos empapa el corazón y los huesos es bueno prestarle atención al cuerpo. Sentir con ternura sus lamentos y, poco a poco, con suavidad, mecernos. Cuando estamos mal, hay que pensar menos y sentir más. Un día por vez, como un escalador que mide el paso con paciencia, sin estar pendiente del siguiente.

Parar. Entrar en nosotros mismos, sin esperar nada en particular, por el simple hecho de estar, de hacernos compañía… Así, poco a poco hasta que amaine.

 

Así, a ratos mirando hacia dentro, tiritando con mis miedos, encontrando a veces sosiego en la frase de un buen libro, en la belleza de un lienzo, en la risa o en el silencio ha llegado otro 8 de junio.

 

Y me siento feliz y agradecida de los muchos regalos que recibo, de sentir tan hondo a mis seres queridos vivos o muertos. ¡Es tan reconfortante sumar amor, sembrar semillas de cariño!

 

 

 

 

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